Falleció Jaime Liébana: Semblanza del infatigable propulsor del arte popular
Falleció Jaime Liébana: Semblanza del infatigable propulsor del arte popular
Juan Carlos Fangacio

Esta fue una feliz semana de reencuentro para Jaime Liébana. Uno de sus mejores amigos de la infancia, Gilbert Strukelj, había llegado desde París después de muchos años. Fue casi un mes en el que pasaron mucho tiempo juntos intercambiando anécdotas, redescubriendo recuerdos y compartiendo grandes almuerzos, aquellos que siempre fueron una costumbre para estrechar amistades en la vieja casa del cruce de Domeyer y la Bajada de Baños, en Barranco. Strukelj partió a Francia el último martes por la mañana. Ese mismo día, a las 9 de la noche, Liébana falleció por un cuadro crítico de asma. Tenía 70 años.

Desde hacía meses padecía algunos problemas pulmonares, pero nada que hiciera temer por su vida. Por eso su partida fue súbita. Sus restos fueron velados en la parroquia Nuestra Señora de Fátima de Miraflores y enterrados ayer en el cementerio Jardines de la Paz, en Lurín. Su impresionante colección artística, que se desbordaba por las paredes, el suelo, los techos y estantes, pasará ahora en manos de sus hijos Joaquín y Mateo, también artistas.

La suya era, sin dudas, una de las mayores y mejor cuidadas colecciones de arte popular peruano y latinoamericano, una faceta que, hasta hace un tiempo, no tenía demasiado protagonismo. De hecho, fueron él y su esposa Vivian Evans (fallecida hace cuatro años) quienes contribuyeron a otorgarle un lugar importante en el escenario peruano. Durante décadas fueron conocidos por sus viajes a provincias del país, donde encontraban piezas únicas y descartaban muchas más imitaciones. Su conocimiento no fallaba.

En el 2011 se editó el libro “Del cielo y la tierra. La colección de arte popular peruano de Vivian y Jaime Liébana”, en el que el historiador Ramón Mujica atribuía la habilidad de la pareja al “ojo infatigable y adiestrado del anticuario, la sensibilidad estética y liberadora del artista plástico contemporáneo, y la generosidad y calidez del coleccionista altamente especializado”.

Liébana junto a su esposa Vivian Evans y sus hijos Mateo y Joaquín. (Archivo familiar)
Liébana junto a su esposa Vivian Evans y sus hijos Mateo y Joaquín. (Archivo familiar)

—Su mirada—
Con sus muy identificables gafas redondas y el cabello blanco y alborotado, Liébana se levantaba muy temprano y podía pasear durante horas por su hogar recorriendo las historias de cada una de las obras de arte que atesoraba. Eran esos entresijos del pasado los que dotaban de valor a las piezas. Y era su mirada la que los iluminaba para hacer relucir máscaras, coronas, pinturas, instrumentos musicales, retablos, esculturas y más.

Pero a su trabajo de coleccionista también sumaba el de restauración y tasación. Además, supo combinar con talento la producción de mobiliario colonial y republicano con otras piezas de arte, fusión a la que le dio una marcada identidad. De esa inspiración surgió, en el 2011, su primera muestra individual como artista, “Juego”, en la galería Lucía de la Puente. Quizá suene tardío para muchos, pero Liébana parecía hacer siempre todo a su tiempo. Con la serenidad y la paciencia de los mejores guardianes.

Contenido sugerido

Contenido GEC