Imagen abridora: El director Juan Durán Augurto durante la filmación de “Yakuqñan, caminos del agua”. (Foto: Huaca Rajada)
En el mundo moderno pensamos en el agua como algo tan indispensable que se vuelve invisible en nuestra conciencia: está ahí, sabemos que es necesaria, pero no le prestamos más atención. Es esta actitud hacia el preciado líquido elemento la que sale a cuestionar el documental “Yakuqñan, caminos del agua”; donde se muestra la relación que tienen algunos pueblos originarios del Perú en la Costa, Sierra y Selva con la fuente de toda la vida.
El encargado de contar esta historia ha sido Juan Durán Agurto, experimentado director de fotografía y camarógrafo que convirtió este tema en el objeto de fascinación y eje central de su ópera prima. Guiado por los “caminos del agua”, Durán visitó lugares como la Comunidad Awajún (Amazonas), Ausangate (Cusco) y Barranca (Lima) para recoger testimonios de sus habitantes sobre el tema; hilando una rica historia donde hay similitudes, pero también diferencias.
Estrenado el último 22 de abril en Vimeo, “Yakuqñan” resalta la importancia de conservar el agua y respetar a la naturaleza; mensaje más urgente ahora que nos encontramos en un momento donde la humanidad tiene que decidir qué medidas está dispuesta a tomar para paliar los efectos más graves del cambio climático.
El Comercio tuvo la oportunidad de hablar con Juan Durán sobre su obra, una entrevista que fluyó por temas como su fascinación por el agua, las dificultades de filmar durante la pandemia y qué es lo siguiente para el documental.
—Este es el primer documental que diriges. ¿Qué te llevó a elegir el agua como el tema de tu ópera prima?
Yo toda mi vida he sido fotógrafo, director de fotografía y camarógrafo, y he hecho muchos recorridos por la sierra y la selva. Pero siempre tenía la cosita que ahí me movía con el tema del agua después de haber recorrido varios complejos arqueológicos justamente vinculados a este elemento. Después, descubriendo por testimonios de que había personajes en las comunidades andinas quechuas que cuidan el agua, los famosos Arariwas, me pareció algo muy interesante y conmovedor, porque forma parte de una cultura ancestral que todavía está dentro de la memoria de estas personas. Entonces, cuando tuve la opción, presenté el proyecto al Ministerio de Cultura y después de un par de intentos, logré ganar el concurso para dedicarme de lleno a esta idea.
—¿Cuánto tiempo tomó filmar el documental?
Empezamos a grabar en noviembre del 2019 y continuamos hasta febrero del 2020, hasta que en marzo ocurrió la pandemia y nos cortaron todo. Ahí entré a un proceso de espera, que también me sirvió mucho porque empecé la edición del documental. En noviembre del 2020, cuando el COVID estaba aminorando, viajamos al Cusco nuevamente a la zona de Ausangate y Salcantay, para grabar cosas que me faltaban hacer. Además nos fuimos a la zona de Paracas, para todo lo que era desierto y mar, y al Callejón de Huaylas para grabar nevados. Por su parte, la edición duró casi nueve meses. Ha sido un parto, casi.
—Uno de los recursos más interesantes del documental es la voz del agua - interpretada por Tania Castro-, que es la narradora de todo el documental. ¿Cómo se decidió utilizar esta técnica en vez de un narrador más tradicional?
Hace muchos años vi una película rusa filmada en Cuba a los pocos meses del triunfo de Fidel Castro titulada “Soy Cuba” donde es justamente la voz de la isla la que empieza a contar su historia, lo que me gustó mucho y se me quedó pegado ahí. Al trabajar este proyecto me acordé de eso, por lo que pensé que la voz en off tenía que ser el agua que habla en primera persona.
—¿Cómo cambió su relación con el agua durante la realización del documental?
Yo pienso que más que el agua, es la tierra lo que ellos tienen como espíritu y como cosmovisión. La tierra que se complementa con el agua y viceversa. El medio ambiente, que es el lugar donde ellos viven, con sus montañas, sus ríos, sus lagunas, sus animales. Por ejemplo, los Arariwas son personajes de mucha sabiduría que conocen su entorno sin utilizar tecnologías como fotos de satélite. Ellos estudian el clima observando las nubes y los vientos, con lo que deducen si va a haber lluvia, sequías y granizadas. Esta sabiduría es definitivamente una ‘memoria’ que ellos tienen que viene de sus antepasados, una continuidad desde sus tatarabuelos. Y eso también ocurre en el Amazonas, en la zona del Cenepa. Estos señores que viven en un ambiente tan bello, pero siempre atemorizados por el tema de la penetración industrial. Igual en la Sierra, donde lo preocupante ahora para comunidades como la de Huinchiri y Ausangate es el deshielo de las montañas.
—¿Qué podemos aprender de los pueblos originarios en relación al agua?
El mundo andino es un mundo muy diferente al nuestro. Estas personas tienen un concepto de vivir en la naturaleza, vivir en este mundo donde todavía conservan esas tradiciones, esos cultos y esos rezos. En “Yakuqñan” ellos son los que dan su testimonio de estas cosas y yo soy un testigo más.
Y creo que es ese el objetivo del documental, que la gente en el Perú y en el mundo entero, vea esta realidad, porque creo que esa gente merece que se les haga conocer.
—Si bien tenemos amplias secciones en la Sierra y la Selva, la sección en la Costa es la más corta, aunque igualmente impactante. ¿A qué se debió esta disparidad?
Desafortunadamente, no encontré a los personajes que hubiera querido y también nos afectó muchísimo el tema del COVID. Hay que ver que la Costa es diferente a la Sierra en términos de memoria y de cultura. Cuando entrevistaba a algunos pescadores en el asentamiento pesquero de Áspero, muy cerca de varios complejos arqueológicos, ellos no tenían ninguna referencia ni memoria de sus antepasados. Ellos viven ahí y pescan. En cambio en la Sierra y en la Selva tú ves que las personas mantienen su memoria y sobre todo respetan su medio ambiente. Me imagino que con una investigación y haber podido ir a otros lugares, tal vez los hubiera encontrado, pero ya era demasiado tarde y no lo permitía nuestro presupuesto.
—La crisis del agua es inminente, exacerbada con el cambio climático y el crecimiento poblacional ¿Hay algo que podamos aprender de “Los caminos del agua” que pueda paliar estas consecuencias?
Esta es una película que más que nada quiere contar cómo viven estas personas en su entorno. En el mundo entero, en las personas, no hay conciencia de cuidar y de preocuparse por el medio ambiente. Y eso, ¿Cómo lo logras? Ya se requiere ir a un nivel mucho más allá de los gobiernos para demandar la toma de conciencia. Por otro lado está la codicia, que es tan… no sé si decir humana, pero se da siempre. Lo único que quiero mostrar con este documental es que esta cultura andina está viva. Lo ves en fiestas como el Qoyllur Rit’i, donde son 50 mil personas que van a adorar, en una mezcla de culturas, a Cristo y a la montaña. Ahí también se muestra el impacto de la despreocupación por el medio ambiente. No hace mucho las comunidades subían a las montañas y cortaban un gran bloque de hielo para traerlo de vuelta. ¿Ahora sabes qué traen? Solo una botellita de agua, porque el nevado ya no tiene nieve.
—¿Qué es lo que sigue para Juan Durán?
Esta película ha demandado tanto tiempo que la verdad es que todavía no ha terminado, porque ahora “Yakuqñan” está en Vimeo, pero ahora viene una segunda etapa muy importante donde quiero hacer un circuito cultural paralelo a las salas comerciales proyectándola en estadios, universidades y más. El documental también tiene que recorrer el mundo, por lo que hay que buscar dónde hay festivales y plataformas para que la vean internacionalmente, lo que demanda tiempo e investigación. Además tengo que hacer una segunda versión de alrededor de 50 minutos para la televisión mundial. Por otro lado, como proyecto me gustaría continuar con los caminos del agua, porque estos no terminan en lo que hemos hecho. Donde vayas por el Perú vas a encontrar con situaciones vinculadas con el pasado: los Mochicas eran unos genios manipulando el agua, en Cajamarca hay acueductos alucinantes, en Chavín de Huántar eran unos locos con el agua. Todos manejaban el agua. Y están todas estas comunidades de la Amazonía y todas estas costumbres que hay escondidas que me gustaría seguir investigando.