Cuando se anunció a México como el país invitado para la FIL 2023, Cecilia Eudave (Guadalajara, 1968) celebró la noticia: acababa de llegar a Lima para concretar su participación en la FIL 2022 y se enteró inmediatamente que volvería pronto. “Porque yo vuelvo de todas maneras”, explica y en su tono se siente la ilusión.
Doctora en Lenguas Romances por la Universidad de Montpellier, Francia, docente universitaria, poeta y narradora, su literatura se desliza entre lo insólito, lo perturbador y lo tierno. Cecilia Eudave llegó a Lima con dos libros bajo el brazo: la novela breve “El verano de la serpiente” (Alfaguara) y el libro de cuentos “Al final del miedo” (Páginas de Espuma). Conversamos aquí sobre su explosiva imaginación, la formación de un nuevo canon femenino y la relación escritor – lector.
Tu literatura se decanta por lo insólito, y parece una buena época para ello.
A finales del siglo XX se vienen gestando cambios significativos, y entre esos cambios yo creo que estamos muchas escritoras que Carmen Alleman, una catedrática española, empezó a estudiar y que denomina “narrativa de lo inusual”, que se sitúa justo como una síntesis entre lo real y lo insólito y de ahí empiezan a contar el mundo. Aquí está Liliana Colanzi, Samantha Schweblin, Solange Rodríguez, me incluye a mí y a otras escritoras que en nuestro trabajo exploramos, pues ya no nos interesan los géneros puros, estamos inmersas en la hibridez de modelos narrativos, jugamos con las estructuras dentro de los textos y sobre todo las historias ya no responden a que tienen que ser realistas o fantásticas...el insólito es posible.
Han roto también la idea de lo que se supone que debe de escribir una mujer
Creo que hay una especie de genealogía de mujeres que quebrantaron, que empezaron a publicar en los 50 y 60. De ahí bebimos, y en cada país tienen su Rosario Castellanos o su Elena Garro, por nombrar a algunas. Ahí vimos que había otra manera de escribir y abrimos la posibilidad de denunciar aquellas cosas a las que estamos sujetas y que ya no necesariamente estamos atadas a la cocina ni a los espacios determinados por estas sociedades patriarcales que tanto daño nos han hecho.
Si hacemos un recuento de los daños, ¿qué encontramos, además de ese encasillamiento en temas “femeninos”?
Pues que somos las malas, las brujas, las seductoras, las causantes de todos los males. Pero eso de alguna manera también ha sido lo que nos ha impulsado a la ruptura de esquemas, pues ya nos ven como responsables de la ruptura de la moralidad. Nacimos para pecar, para hacer el mal. Pues si nacimos para eso, vamos a evidenciar todo lo que nos ha hecho así, y así se visibilizan los distintos registros. Muchas escritoras hacen lo propio desde un realismo exacerbado, muy duro, muy cruel, y otras desde otros derroteros, para evidenciar que somos la otra mitad del planeta. Las mujeres no queremos visibilidad, queremos reconocimiento. A nivel de la escritura vamos a la vanguardia y el público lo está disfrutando muchísimo. Cada escritora va buscando su singularidad y no siento que compitamos entre nosotras. Yo siempre celebro: cuando una mujer publica un libro, celebro. Cuando gana un premio, celebro; porque ahí vamos todas. Yo sí creo que el siglo XXI es el siglo de las mujeres.
Lo tuyo no es una fantasía mitológica, sino una fantasía de lo cotidiano
Es que a mí la realidad ya no me alcanza, y sentí que podía abordarla desde lo insólito. Lo insólito está en todas partes: te das la vuelta y siempre te está pasando algo extraño. Muchas personas han tenido un deja vu, y eso es algo insólito. Otras reportan haber visto fantasmas, eso también es algo insólito. Cortázar decía que a él le interesaban las grietas de la realidad. A mí me interesa lo anómalo de la sociedad. Y yo creo que esto se nota mucho en libros como “Al final del miedo”. El miedo te paraliza o te moviliza, pero el miedo es parte de nosotros, desde que nacemos. Claro que yo de pronto temo pasarme de la raya con el lector, pero gana la fe que tengo en el público. Me gusta dejarle al lector que decida en qué clave quiere leer mis libros, lo que yo busco con la literatura que el asombro frente a lo que lees te provoque una reflexión. Que cuando me lean no piensen si están leyendo algo extraño o algo que no tenga que ver con la realidad, sino que coescriban conmigo, por eso les dejo finales abiertos, resolutivos, y le otorgo tanta importancia a los silencios. En mi libro lo más importante es lo que no está, lo que no se dice.
Eso me parece importante: que confíes en el lector, que no los subestimes.
Siempre me preguntan cuál es nuestro lector ideal y yo digo “yo”. Yo soy mi lectora ideal, y confío en que hay empatías. Creo que lo mío no le va a gustar a todo el mundo, pero va a conectar con lectores empáticos. Yo nunca menosprecio a mis lectores: leer no es solo mover los sentimientos, sino también mover la reflexión, hacer que quien se acerca a tu trabajo partícipe de una experiencia única porque ves que elige tu libro para elegir también qué ver y cómo verlo. Yo demando mucho de mis lectores, mis narradores son desquiciantes y si frente a ellos los lectores se enojan, ya entraron en el texto. Si quedan satisfechos, ya entraron en el texto. Si gritan, ya entraron en el texto. Si les provoca algo el texto, está bien. Por eso también apuesto por el cuento, la novela corta y el microrrelato, por la posibilidad de la relectura.
Apostar por la relectura sí parece un acto de fe en un mundo en el que el streaming nos permite adelantar una película si esta no gusta o “aburre”.
Por eso me gustan las brevedades.
Hablaste de los microrrelatos, un género cautivador, pero que creo que no es lo suficientemente valorado. ¿Cómo lo ves tú?
Es que cuando hablan de microrrelatos, mucha gente cree que es fácil de escribir y fácil de leer, pero en realidad los microrrelatos no son fáciles. No son máximas, no son pensamientos, no son chistes, no son ocurrencias. Es algo que te congela, pero no te paraliza. El microrrelato narra algo y en muy poco. A mí me gusta mucho el género, tengo varios libros dedicados a ellos. Algunos dicen que no existen, que no es género...lo que sucede es que la capacidad de decir tanto en tan poco sorprende, seduce mucho. Cuando los microrrelatos están bien escritos son demoledores y además uno los puede releer una y otra y otra vez y siempre vamos a encontrar algo nuevo ahí. Y sobre todo es un ejercicio de escritura brutal. A mí me encanta porque he aprendido mucho del microrrelato y lo llevo al cuento y lo llevo a la novela corta. Esa economía del lenguaje, ese no decir nada fuera de lugar, esa necesidad de establecer también un diálogo con quien lo va a leer...yo creo que el microrrelato pide los lectores más exigentes, porque no sobre explica, sino que sugiere, da pistas, y los finales suelen ser demoledores. Y entre más breve, mejor.