Al argentino Carlos Alberto Scolari (Rosario, 1963) seguramente se le conoce más por sus aportes a la teoría de la comunicación y los medios, sobre todo ligados a la transmedialidad y las hipermediaciones. Pero lo que no muchos saben es que también es el autor del libro “No pasarán”, un ensayo que recorre el imaginario sobre invasiones extraterrestres en la cultura popular. Fue publicado por primera vez en el 2005 y ahora es objeto de una reedición local, a cargo del Fondo Editorial de la Universidad de Lima.
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“Este libro es el lado oscuro de la fuerza”, comenta entre risas Scolari sobre su obsesión alienígena. Pero muy acorde con su especialidad comunicacional, “No pasarán” abarca libros (como “La guerra de los mundos” o el cómic “El eternauta”), películas (de algunos clásicos de Spielberg hasta la vanguardista “Under the Skin”), series de TV (“Flash Gordon” o “Los expedientes secretos X”) y hasta videojuegos (con el primitivo “Space Invaders” a la cabeza). Un viaje intergaláctico cargado de referencias y recuerdos. De eso hablamos con él.
Arrancas el libro haciendo una comparación entre los padres fundadores, Julio Verne y H.G. Welles. El primero con una concepción científico-tecnológica y el otro más ligado a lo puramente fantástico. Viendo todo lo que ha venido después, hasta nuestros días. ¿Es una dicotomía superada?
Es cierto que la ciencia ficción no la inventaron ellos, pero pasa lo mismo que con las historietas: ¿quién la inventó? Algunos dicen que empezó en las cuevas de Altamira, pero tampoco exageremos. En las pinturas medievales ya había santos con globitos o textos que salían de sus bocas. Así que en el caso de la ciencia ficción es lo mismo. Había cosas fantásticas, como un viaje a la Luna de Cyrano de Bergerac; pero generalmente esos relatos no se focalizaban en lo tecnológico. La ciencia ficción sí tiene un componente tecnológico-científico. En ese sentido, me parece que quizá “Frankenstein” podría ser un buen punto de inicio, con la Revolucion Industrial y el Romanticismo que se mostraba contra las máquinas. Entonces lo de Verne contra Welles es un conflicto real. Es Inglaterra contra Francia. Lo interesante de Verne es que el tipo vivía en Nantes y no viajaba, prácticamente no salía de su estudio. Estaba suscrito a todas las revistas científicas y catálogos, y por eso describe tan detalladamente las innovaciones. Welles venía de otra tradición, tenía una cosa más filosófica. Él no te explica con lujo de detalles cómo funciona la máquina del tiempo; en cambio Verne se pasa páginas y páginas explicándote cómo funciona el submarino. Y creo que ambas tradiciones existen. Uno muy riguroso, y otro que hace más hincapié en las consecuencias de nuestros actos. Son dos filones que se puede decir que están vivos.
Hay un capítulo del libro dedicado a lo que tú llamas “anatomía marciana”. Y mencionas que los alienígenas han sido imaginados de diferentes formas, incluso como virus. ¿Se puede hacer un paralelo –con similitudes y diferencias– entre la invasión alienígena y la invasión viral que estamos padeciendo?
Cuando uno piensa en el alienígena, normalmente lo imagina medio reptil o insecto. Pero si repasas bien, en realidad encuentras de todo. “En ‘El eternauta’ son como unos megamastodontes; en otros casos, humanoides. Pero también hay insectos y algunos son microscópicos, como esporas espaciales o invasiones de virus. Hay una saga nunca traducida al castellano, “The War Against the Chtorr”, de David Gerrold. Allí se va contando que la Tierra empieza a cambiar. Primero con una epidemia y luego con la aparición de especies raras. Entonces los protagonistas se dan cuenta de que una inteligencia alienígena está transformando el planeta para trasladarse después aquí a la Tierra. En vez de humanos “terraformizando” otro planeta, nosotros somos el planeta que ellos están transformando. Y para acabar con los humanos usan un virus, como si fuera un trabajo de limpieza. Allí te das cuenta de que ya se había trabajado hace mucho tiempo con el virus como un componente de invasión. Y luego esto dialoga con otro filón de la ciencia ficción y el terror como son los zombis, el contagio, etc. Son subgéneros que van dialogando y tienen puntos de contacto.
Quiero seguir con el tema de las anatomías. Más allá de tu investigación, ¿cómo te imaginas tú a un extraterrestre? Entiendo que uno se nutre de lo que ha leído o visto, pero ¿cuál sería la primera imagen proyecta tu cabeza?
Una serie que a mí me marcó mucho es “The Invaders”, de los años 60. Era muy interesante porque allí los extraterrestres se mimetizaban con los humanos. Y la única forma de identificarlos era por el dedo meñique, porque no podían doblarlo. Esa serie me marcó, y creo que ese es el peor alienígena: el que parece humano pero no lo es. Eso inquieta mucho más que cualquier otra forma. Por eso también es interesante “Invasion of the Body Snatchers”, con unos seres conectados entre sí, sin individualidad ni sentimiento. Tiene mucho que ver con la época de la Guerra Fría, cuando a la Unión Soviética le criticaban eso, que a la gente le mataba la creatividad, que el sistema comunista lo volvía todo gris, como prefabricado. La ciencia ficción siempre trabajó esos miedos.
En una parte del libro también hablas de la figura femenina como alienígena. ¿Qué tan asociado históricamente ha estado el extraterrestre a la mujer?
Ese es un tema interesante porque también tiene que ver con el sexo de los alienígenas. A veces se reproducían por esporas, sin seguir el patrón humano de la reproducción. Pero sí, alguna invasión femenina ha habido. Hemos tenido la saga de películas “Especies”, de la que después se hicieron comics también. Y si pensamos en ciertos personajes, ¿qué sería alien? ¿El alien o la alien? No sabemos si es masculino o femenino, aunque aparecía la madre alien, casi como en un enjambre. También recuerdo en el comic un clásico como “The Long Tomorrow”, de Moebius, que inspiro mucho al “Blade Runner” de Ridley Scott. Allí aparece una hermosa chica que seduce al detective. Y cuando están en la cama, ella deja de ser una chica y asume la forma alienígena, con tentáculos, repulsiva. Y le dice algo así como “mira que yo puedo asumir cualquier forma, ser la mujer que quieras. Incluso puedo ser tú mismo”. Medio sádico y raro todo eso. Entonces se puede decir que sí ha habido mujeres en la imaginación alienígena, solo habría que hacer una revisión. Otro tema son los héroes de la ciencia ficción, que históricamente han sido hombres blancos, occidentales. Pero eso por suerte ha ido variando. Ya en los años 80 tenías a Sarah Connor en “Terminator” o Ripley en “Alien”, aunque no dejan de tener atributos masculinos. Cuando Connor aparece con los fusiles parece Rambo. Más recientemente sí he encontrado personajes femeninos interesantes. El de Amy Adams en “Arrival”, por ejemplo, en el papel de una lingüista. Son mujeres que ya no están disfrazadas de machotes con armas, de chicos fornidos. Y esto enriquece al género.
En el libro también hablas de las invasiones como metáforas sociopolíticas. Este nuevo auge de nacionalismos y xenofobia que presenciamos actualmente ¿es comparable? ¿Qué relaciones pueden guardar?
Como te decía, en el Estados Unidos de los años 50, la invasión alienígena sirvió para procesar los miedos al comunismo, a la homogenización que este supuestamente generaba. En Argentina también hay toda una lectura en clave con “El eternauta”, como denuncia al imperialismo. Luego ves el patrioterismo en “Día de la Independencia”, con el presidente estadounidense subiendo al avión para combatir contra los extraterrestres; y eso es lo confronta “Marcianos al ataque” de Tim Burton, que se burla de los políticos y los militares, y es genial. Otro caso muy interesante es el de “Los expedientes secretos X”, porque tradicionalmente el Estado y el ejército eran los que defendían a la Tierra, pero en esa serie se demuestra es que el Estado está infiltrado. Eso es algo muy contemporáneo.
Hay una expresión también muy extendida al momento de analizar los problemas de la Tierra que dice “por eso los extraterrestres no nos visitan”. Vuelvo al terreno de la imaginación especulativa: ¿cómo crees que una entidad alienígena nos vería a nosotros los terrícolas? ¿Tan estúpidos como para que den media vuelta en sus naves y huyan a la velocidad de la luz?
Hay todo un sector de la semiótica, con profesionales que asisten a congresos, que viene investigando cómo podría ser nuestra comunicación con una entidad extraterrestre. Es todo un problema semiótico, porque entre los humanos podemos comunicarnos pues compartimos aspectos culturales mínimos; incluso hablando idiomas diferentes, siempre hay una posibilidad de entendimiento. Con una entidad alienígena es totalmente diferente. Y eso lo que plantea “Arrival”: ¿cómo nos comunicamos con una entidad que es completamente extraña? Eso es un enigma, solo podemos hacer hipótesis. La película incluso trabaja la hipótesis de Sapir-Whorf, sobre el hecho de que el lenguaje modela nuestra percepción. Pero es difícil el solo pensarlo, porque siempre será pensado desde lo humano. ¿Cómo nos verían los extraterrestres? Quizá puedan pensar que estamos todos locos, destruyendo el ecosistema. Quizá ya hayan visto diferentes civilizaciones en otras galaxias que en cierto momento se cargan su planeta… O a lo mejor escuchan a Beethoven o a Chabuca Granda y se quedan sorprendidos de tremendas expresiones artísticas.
Ahora están de moda los terraplanistas y los antivacunas. ¿Por qué crees que se desconfía tanto de la ciencia? ¿No viene a ser en sí misma una especie de ciencia ficción muy peligrosa?
Se ha ido instalando una cultura de la sospecha. Nadie le cree nada a nadie: ni a los políticos, ni a Zuckerberg ni a Jeff Bezos. Todo es discutible, y por un lado está bien cierta dosis de incredulidad. Porque podría parecer que la ciencia no se discute, pero es mentira, porque si la ciencia avanza es porque se fue discutiendo a lo largo de la historia. El problema ahora es que la gente discute de cualquier cosa sin ningún tipo de prueba. Es un delirio esto. Y seguramente da para escribir historias de ciencia ficción, es un muy buen material pensar en movimientos distópicos que van contra lo científico. Son los tiempos que nos toca vivir.
Para vincular este tema a tu otra especialidad: ¿cuánto puede aprender lo transmedia de la ciencia ficción?
La narrativa transmedia es una forma de contar historias que se caracteriza por abarcar muchos medios o plataformas. Una parte se cuenta en un libro, otra en el cine, en un comic o un videojuego. Y después la gente participa en la construcción de ese mundo narrativo, haciendo ‘fan fictions’, parodias, finales alternativos, ‘mashups’, etc. Entonces, cuando uno analiza las obras de narrativa transmedia, siempre termina hablando de “Star Wars”, de “Matrix” o de “Star Trek”. Los relatos de ciencia ficción se prestan mucho para la narrativa transmedia. Y no tanto porque se expanden mucho, sino por la participación de los fans. Yo he visto fotos en blanco y negro, de los años 30, de convenciones a las que la gente ya iba disfrazada de robots, con papel de aluminio. Esa fue una de las épocas de oro de la ciencia ficción en EE.UU., con Buck Rogers o Flash Gordon. La ciencia ficción fue uno de los primeros géneros que provocó una base de fans muy fuerte, casi una militancia del género. Esa cultura de fans es lo que provoca que haya infinidad de obras, algo fundamental en la narrativa transmedia.
Por último, ¿podrías mencionarme tu película de alienígenas favorita, tu libro favorito, y tu marciano favorito?
Como película apostaría por “Arrival”, que me parece la más sutil e interesante. En cuestión de libros, “La guerra de los mundos” de H.G. Welles sigue siendo la madre de todas las invasiones, y lo prueba que se siguen haciendo nuevas adaptaciones. Y mi marciano favorito… te diría que me encanta el alien de Ridley Scott y H.R. Giger. Es muy fuerte, y aparte trabajaron todo su ciclo vital, que no está adaptado por completo en la película. Es un buen bicho ese.
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