Jaime Rodríguez Z. revela sus esperanzas y debilidades en este libro de autoficción.  (Foto: Galaxia Gutemberg/Asis Ayerbe)
Jaime Rodríguez Z. revela sus esperanzas y debilidades en este libro de autoficción. (Foto: Galaxia Gutemberg/Asis Ayerbe)
José Carlos Yrigoyen

Una peculiaridad de la reciente es que las mujeres son mucho más francas y libérrimas para narrar los aspectos descarnados de su privacidad que los hombres. La autoficción ha puesto a prueba los límites que padecen ellos a la hora de tocar los asuntos que vulneran nuestra frágil masculinidad. Rondan la herida, pero se niegan a contar desde su centro, a trasponer esa instancia que enmudece y sesga lo que nos hiere, lo que nos hace sentir desvalidos y tristes. Todo queda, así, a mitad de camino.

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Por eso “Solo quedamos nosotros”, de Jaime Rodríguez Zavaleta, me parece tan importante. Es un libro bellamente escrito que funda una voz distinta en el imaginario donde brota. La voz de un hombre que no tiene miedo a mostrarse íntegro, a enumerar sus debilidades y paranoias sin complejos, a burlarse de sí mismo en temas que demanda muchísimo coraje enfrentar. Sin subterfugios ni ornamentos. Todos somos ridículos y torpes, necesitamos afecto a gritos, pero no tenemos ni siquiera el valor de pedirlo a quien nos quiere, nos reclama Rodríguez, y da el primer paso al frente. Muchísimo coraje, como dije.

“Solo quedamos nosotros” es un volumen inclasificable, donde el texto testimonial se mezcla con la ficción y piezas que colindan la prosa lírica. Recordemos que Rodríguez tiene en su haber un par de poemarios en los que resaltan algunas composiciones interesantes, basadas en una nostalgia traducida en elementos del cine y la televisión, como aquel buen poema a Vic Morrow, mártir del set en que se filmó la película de “La dimensión desconocida”. Aquí retoma esa veta contándonos un par de jornadas -desde la perspectiva más hiperrealista posible- en la vida de Jack Tripper, el protagonista de la famosa sitcom “Tres son multitud”, demostrando notables aciertos a la hora de la construcción psicológica y sensorial del personaje. Lo mismo ocurre con “El hombre perfecto”, cuyo anafórico ensamble es un homenaje del cortometraje homónimo de Jørgen Leth. Estos trabajos no se limitan al mero ejercicio narrativo: su aparente ligereza oculta los entretelones de rutinas grises, amargas, vacías, que Rodríguez desarrolla con una objetividad que ahonda la orfandad espiritual de sus criaturas.

Este es, también, un libro urgente. Entiéndase como urgente al discurso emprendido con el afán de capturar al galope contradicciones, sumergirse de lleno en situaciones inéditas y celebrar abruptas discusiones con uno mismo en las que se descubre que no teníamos la razón. Y esa es una de las claves de “Solo quedamos nosotros”: Rodríguez no desea tener la razón. Sabe que es un juego escamoteador e inútil. Aquí no hallaremos la soberbia pontificadora, el brazo en alto, el ego inflamado a los que las redes ya nos tienen acostumbrados. Expone su visión de los géneros, de su lugar en una relación poliamorosa donde se reconoce en offside, del mundo cambiante que habita y aunque no estemos de acuerdo con él en ciertos puntos, lo escuchamos atentamente, pues nos convence de que “hay que contar cuando te duele porque si no cómo van a saber de qué tamaño es la herida”.

Esa certeza mueve textos estupendos, entre ellos “Iba a dictar un taller de nuevas masculinidades (cuando llegó la pandemia)” y “Brothers in arms”. He dicho que el libro de Rodríguez encierra mucha valentía y honestidad, que no son por sí mismos valores literarios. El logro del escritor es transmutar esa predisposición confesional a imágenes, reflexiones y recursos que persuadan al lector de su arrojo. “Solo quedamos nosotros” lo consigue en más de una oportunidad. Cuando nos cuenta sobre la complicidad políticamente incorrecta de los grupos de WhatsApp en los que participa, el talante festivo torna de pronto culpable y el autor nos detalla súbitamente sus precariedades y sus mezquindades. Entendemos que esas disrupciones no son solamente naturales sino realmente imperiosas, advertimos que su aparición carece de las estridencias del exhibicionismo errático y vulgar. Todo se despliega en un tono de clave baja, de observación agridulce, basados en la evidencia de que “la felicidad son miles de luces que se apagan”. Un tono que echábamos en falta y Jaime Rodríguez nos ofrenda en nombre de su esperanza y su dolor.

La ficha

Título: Solo quedamos nosotros

Autor: Jaime Rodríguez Zavaleta

Editorial: Galaxia Gutemberg

Año: 2021

Páginas: 127

Relación con el autor: ninguna.

Valoración: ★★★★☆

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