“Cholo Soy y no me compadezcas”, uno de los más populares temas del fallecido cantante y compositor peruano Luis Abanto Morales, tiene íntima relación con el poema “No me compadezcas” del poeta argentino Boris Elkin, pues el artista peruano inspiró gran parte de la letra de su canción en el trabajo del extranjero.
El canto de Luis Abanto Morales fue esencialmente mestizo. Le cantó a la nostalgia, a la injusticia al amor y a sus raíces.
“Cholo soy" empezó a acaparar elogios y a sonar con mayor fuerza, luego que, en 1973, el cantor del pueblo participara en el Festival de Sullana.
A continuación, el poema de Boris Elkin: “No me compadezcas”
No me compadezcas
ni me tengas lástima;
que esas son monedas
que no valen nada
y que dan los blancos
como quien da plata.
No me compadezcas
ni me tengas lástima;
nosotros los coyas
no pedimos nada;
pues faltando todo
todo nos alcanza.
Déjame en el valle
vivir a mis anchas:
trepar por los cerros
detrás de mis cabras,
pillar un quirquincho,
tener unas llamas
y echar a los vientos
la voz de mi flauta.
¿Dices que soy triste?
¿Qué quieres que haga?
¿No dicen ustedes
que el coya es sin alma,
que es como las piedras:
sin voz, sin palabras,
y llora para adentro
sin mostrar las lágrimas
¿Y si fuera cierto a qué tanta lástima?
¿No fueron los blancos
venidos de España
que nos dieron muerte
por oro y por plata?
¿No hubo un tal Pizarro
que mató a Atahualpa
tras muchas promesas
bonitas y falsas?
Y entonces ¿qué quieres?
¿Qué quieres que haga?
¿Que me ponga alegre
como día de chaya
cuando mis hermanos
doblan las espaldas
por cuatro centavos
que ustedes les pagan?
¿Quieres que la risa
me ensanche la cara
cuando mis hermanos
son bestias de carga
llevando riquezas
que ustedes se guardan?
¿Quieres que me alegre
cuando en la montaña
viven como topos:
¡escarba y escarba!
mientras se enriquecen
los que no trabajan?
¿Quieres que me alegre
cuando las muchachas
van a casas ricas
lo mismo que esclavas?
No me compadezcas
ni me tengas lástima.
Déjame en el valle
vivir a mis anchas:
tocando mi quena,
cuidando mis cabras,
pillando un quirquincho
hilando una manta.
Déjame tranquilo,
que aquí la montaña
me ofrece sus piedras,
acaso más blandas
que esa condolencia
que tú me regalas.