No fue un concierto, sino una peregrinación de más de 40.000 almas. Cientos de polos negros con pistolas y rosas, crucifijos con melenudas calaveras, algunos nuevos, otros preservados por tres décadas, colmaban los alrededores del estadio de la Universidad San Marcos desde muy temprano del sábado 8. Ese recinto que hace meses congregó a jóvenes rindiendo su examen de ingreso, ahora se yergue como el paraíso del rock duro y puro, salvaje, sudoroso. Hazaña de One Entertainment la de traer a Guns N’ Roses dos años de la suspensión de su concierto en Lima por la pandemia de COVID-19.
Los asistentes, dispuestos a sacudir cervicales y rendirse al energizante “pogo”, comenzaron a llenar el estadio desde las 3:00 P.M. A las 6:00 P.M., con la expectativa a mil, estos “feligreses” iniciaron cánticos espontáneos: el himno nacional, “Contigo Perú”, entre otros.
La banda pasó el día con sus familias, de paseo. Compraron artesanías, firmaron autógrafos a quienes los pidieran. Incluso el propio Axl, al llegar a Lima la noche anterior, cenó y firmó feliz autógrafos a los fans que lo esperaron fuera del hotel a las 2:00 A.M. Bendecidas almas.
Ya para las 7:30 P.M., los ánimos estaban al tope. Recibieron una descarga de ‘power’ mexicano gracias a los imbatibles músicos de Molotov y su potente playlist de 23 canciones (todo un concierto aparte). Los más agradecidos, aquellos cuarentones que en los noventa levantaban los puños al son de “Gimme tha Power”, “Voto latino”, “Frijolero”, por señalar algunos. Empoderado y rebelde, el estadio comenzó a rugir: “¡fuera Castillo!” justo después de “Gimme tha Power”.
Rock bajo el manto de la noche
A las 9:20 P.M., la impresionante pantalla central, flanqueada por banderas de Ucrania (Axl ha expresado públicamente su apoyo a la causa del país europeo), mostró el alucinado video intro con una gigante bola de hierro que rueda amenazando con salirse y aplastar a todos. De pronto, los inconfundibles acordes de un inigualable Slash y un magistral Duff, dieron paso a “It’s so Easy”, que desató una marea de saltos y celulares en alto.
Un Axl enérgico salió a escena desatando los gritos. La última vez que pisó escenario peruano fue en el 2016 y hasta temblor hubo. Pero el verdadero delirio llegó con “Welcome to the Jungle”, cuyo coro fue tal vez el más cantado de la noche. La popularidad de esta canción se dio no solo por los potentes acordes de la guitarra de Slash ni los salvajes agudos vocales de Axl sino también porque el videoclip inundó las pantallas mundiales gracias a MTV. Mientras, la novia de Slash, Meegan Hodges, apostada al lado derecho del escenario (cerca del guitarrista), transmitía en vivo para su Instagram, además de tomar fotos.
“Live and Let Die” desató uno de los tantos pogos que dejaron a los asistentes, sobre todo los devotos de Campo B, con más de una feliz contusión. “You Could Be Mine” nos trajo de vuelta los recuerdos de la película “Terminator 2” y dejó sin aliento a los valientes que trataron de seguir la letra. Duff se lanzó con “Attitude”, un cover de los Misfits que hizo recordar que se puede ser segunda guitarra, pero tener calidad de frontman. Para ”Civil War”, una gigante bandera de Ucrania hizo su aparición en la pantalla principal.
El hechizo de Slash y un gran cierre
A las 10:53 P.M., luego de ser presentado por Axl, Slash enmudeció al público con un solo de guitarra de 9 minutos 23 segundos, confirmando así por qué es uno de los mejores guitarristas del mundo. De pronto, el pegajoso y recordado punteo de guitarra anunció a Sweet Child o’ Mine.
Los Guns no dieron tregua al público. Se lanzaron con “November Rain”, donde Axl hipnotizó en el piano para dar paso a uno de los riffs de guitarra más notables del rock. La taquicárdica noche tuvo una tregua con “Knockin’ on Heaven’s Door”, que hizo recordar a más de uno las memorables ‘lentas’ en las fiestas, inexistentes hoy en día. Es en esta rola que la Gibson EDS-1275 de doble cuello de Slash hizo su aparición.
El encore arrancó con “Coma” a la que le siguieron tres históricas rolas guneras: “Patience” (cuántos primeros besos se habrán dado entre los silbidos y susurros de la canción a lo largo de tres décadas), “Don’t Cry” y “Paradise City”. Al terminar, Axl lanzó una rosa roja al público. Para esta última canción, se puso una casaca con banderas de los países por los que han girado, incluyendo Perú. Duff lanzó sus púas al igual que Slash, quien antes de dejar el escenario se mandó con una parada de manos.
Un concierto esperado por dos años y una descarga de emoción acumulada en más de treinta. La fanaticada gunera, y los amantes del rock en general, salieron con las gargantas molidas y el corazón agradecido. El mar de camisetas negras inundó las avenidas aledañas. Todos contentos, cansados, pero sobre todo con la satisfacción de haber visto a la banda más peligrosa del rock y haber sobrevivido para contarlo. Una feligresa entrada en sus cincuentas, clamó afónica: “nunca he sido tan feliz cuando era monja”. Amén.