Cierto es que gran parte del público mira con desdén el reclamo del gremio teatral. “Nuestro país es tan pobre y tiene urgencias tan básicas que el teatro se ve como una frivolidad”, lamenta Mariana de Althaus (Lima, 1974). Sin embargo, una de nuestras más destacadas dramaturgas resalta que es en el teatro donde aprendemos ciudadanía, a relacionarnos con los demás con empatía, además de desarrollar pensamiento crítico e imaginación. “Es algo que necesitamos con urgencia para solucionar los problemas propios y colectivos sin chancar al otro y salir adelante como país”, afirma.
Su colega, el maestro Alfonso Santistevan (Arequipa, 1955) reflexiona sobre la compleja naturaleza del trabajo artístico en nuestro medio: “De un lado, somos elitistas –afirma–, pues nos encanta consagrar figuras a las que adorar y creer que en eso se agota nuestra actividad. Y por otro lado, aún tenemos que seguir en la lucha para levantar las sospechas de inutilidad y falta de valor de nuestro trabajo”, explica.
Indiferencia de arriba
Lo lamentable es que aquella indiferencia de la gente común se refleja también en las actitudes mostradas por el Ministerio de Cultura para con los trabajadores de las artes escénicas. “Siempre he creído que el trabajo de un ministerio cuyo tema es la cultura es el de facilitar el trabajo de los artistas, sea con ayudas económicas o brindando el servicio de organizar y conectar las diferentes iniciativas”, afirma Santistevan. Empero, para el escritor, actor y docente, el Mincul cumple esta tarea muy tímidamente, con serias limitaciones de presupuesto. “Me gustaría que se entienda que los artistas damos impulso y fluidez al tejido simbólico del país. Ojalá que los que tienen el poder algún día lo entiendan”, dice.
Difícil escenario
Después de 63 días de silencio, el 21 de mayo finalmente el Gobierno dictó un decreto de urgencia para apoyar al sector cultura e impedir la quiebra definitiva de las organizaciones culturales, las cuales, como advierte De Althaus, con mucho esfuerzo y por años han logrado acercar a los ciudadanos a la cultura.
Aunque aún no se ha publicado el reglamento, la autora espera que el plan de amortiguamiento ponga especial atención en el teatro, pues, a diferencia de la literatura, las artes visuales o los museos, este no podrá reactivarse hasta que las políticas de distanciamiento social sean cosa del pasado.
“El teatro y la música van a parar uno o dos años. Eso significa un golpe de muerte que afecta seriamente a miles de familias y, sobre todo, a las salas. Cuando los teatros puedan reabrir, no podrán hacerlo porque no habrá un céntimo para producir”, advierte.
Para Santistevan, en la actual coyuntura se ha sentido la ausencia total del ministerio hasta el anuncio reciente de los fondos por S/50 millones dedicados al sector. “Espero que se usen con racionalidad para ayudar a tantos compañeros que viven de su trabajo artístico, quienes sin apoyo institucional están pasando una situación muy grave”. Entre esos grupos de riesgo coloca a las asociaciones cuyo trabajo en su comunidad muchas veces resulta la única actividad cultural del lugar. “Algunos de ellos tienen de 20 a 50 años de trabajo. No debemos dejar que se ahoguen”, dice.
Imaginar proyectos
¿Qué soluciones imaginativas podrían presentar los profesionales escénicos para tentar fondos en la convocatoria del Mincul? Aunque sabe que el decreto no contempla bonos directos, Santistevan nos recuerda que lo más urgente es la sobrevivencia de la gente. Aclara: “Antes que proyectos, hay que ver en el apoyo a las personas cuyos ingresos se basaban exclusivamente en la práctica artística y hoy ya no pueden generar ingresos”.
Y en cuanto a proyectos, el dramaturgo privilegiaría poner atención en instituciones y grupos escénicos que, desde su organización, puedan irradiar iniciativas para el futuro. “El teatro va a tener mucho que decir sobre lo que nos está pasando y cómo esta situación revela más que nunca la desigualdad y la ceguera de la clase dominante”, añade.
Por su parte, De Althaus sugiere proyectos teatrales en espacios públicos o privados, siempre que sean al aire libre y con distanciamiento social. Experiencias tan creativas ya realizadas en otros países como “teatro desde tu auto”, o “teatro desde tu ventana”.
“Se puede hacer un teatro portátil que recorra las calles, para que la gente pueda ver las experiencias escénicas desde sus ventanas y balcones. También hay espacios para proyectos de teatro ‘online’. Hay mucho para experimentar”, afirma.
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Alberto Ísola: “No creo que el teatro desaparezca”
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