"El continente negro", una obra digna de destaque (CRÍTICA)
"El continente negro", una obra digna de destaque (CRÍTICA)

Si hay un tema que parece no agotarse es el de la batalla de los sexos. Y en “El continente negro”, escrita por Marco Antonio de la Parra y dirigida por Alberto Ísola, hombres y mujeres luchan una vez más por afirmar sus sentimientos. Allí tenemos una buena muestra de encuentros y desencuentros, amores frustrados, traiciones, egos encendidos, amoríos fantasmas y muchas otras gamas que inspira el amor. No es que las historias que conforman la obra sean muy originales. En realidad no lo son. No pueden serlo. No tienen que serlo.

Son dos elementos los que le confieren a esta obra el suficiente interés para destacarla. Por un lado, la manera en que la dramaturgia plantea las historias, intercalando episodios y enfrentando personajes, como si se tratara de una baraja de infinitas posibilidades. Sin textos especialmente brillantes, los personajes enfrentan sus sentimientos en este carrusel como si fueran seres humanos verdaderos.

Por otro lado se encuentra la puesta en escena, por supuesto. Y aquí es donde encontramos un trabajo de dirección que solo puede ser producto de años en el oficio y de una sensibilidad capaz de estilizar las situaciones sin quebrar el factor humano. Alberto Ísola, con muy pocos medios, logra levantar el nivel de la obra al ofrecernos un espectáculo dramático con oportunos momentos musicales. Los actores, vestidos a la moda de mediados de siglo XX, ingresan a escena en una coreografía que subraya sus emociones.

Al plantear de esta manera la obra logra crear un universo donde esas historias tan conocidas adquieren nuevos brillos. Se sirve de una banda sonora oportuna y al constante llamado del teléfono que, finalmente, se convierte en el hilo conductor de las historias.

Al buen resultado del montaje contribuye la entrega de un elenco que, como pocas veces, consigue un resultado muy parejo. Esa unidad le confiere coherencia a una obra planteada como si se tratara de una maratón de baile. Es en realidad una maratón de amor.

Como es de esperarse de un grupo de actores como este, no faltan tampoco las notas personales que cada intérprete confiere. Me sorprenden, por ejemplo, Alberick García y Carlos Mesta, a quienes no habría imaginado en una puesta en escena como esta. Con mucho aplomo ambos se encargan de enfrentar la batalla desde el punto de vista masculino. Y sacan adelante sus personajes pese a los clichés que se desprenden del texto.

Del mismo modo, Magali Bolívar y Patricia Barreto, encargadas cada una de más de un personaje, aportan diversas emociones sin perder de vista el trabajo conjunto.

Finalmente, una actriz que en último año ha crecido. Es Alejandra Guerra, quien en esta oportunidad parece estar llegando a una madurez que no deja de sorprender. Interpreta a Natalia: madre, ex esposa, futura amante, actriz fracasada, cantante. Sin duda, un papel complejo, aparentemente fuerte pero que en realidad está a punto de quebrarse. Guerra lo llena de sutilezas, no lo convierte en víctima ni en victimaria, simplemente lo vive.

Es una pena que una obra tan bien ensamblada como es “El continente negro” no tenga un escenario adecuado para su lucimiento. Porque aunque el Centro Cultural El Olivar tiene la mejor disposición para apoyar la cultura y el arte, su auditorio no logra ofrecer el mejor marco para una pieza teatral tan sofisticada.

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