Son las cuatro de la mañana en Kiev y la electricidad acaba de volver. Se irá de nuevo en dos horas, pero hay tiempo suficiente para cargar el celular y calentar algo de comida. Siempre en ese orden. Naun Flores siente que el teléfono es la extremidad más importante de su cuerpo cuando le permite oír –y con suerte ver– a su esposa y sus tres hijas.
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“Dos de ellas aún son niñas. Están en Alemania, pero gracias a Dios puedo comunicarme con ellas”, nos dice vía llamada de WhatsApp mientras camina entre la penumbra por las calles de la capital ucraniana. Ha salido a buscar Wi Fi, no tiene Internet en el sótano que por estos días es su hogar. “Estamos como en los años 80 en Ayacucho. Todo está oscuro... Cuando nos bombardean, por dos o tres días no tenemos nada”, nos cuenta librando su propia batalla con la mala señal.
Flores es peruano, pero lleva casi cuatro décadas en Ucrania. Poco después de la invasión rusa, su familia salió del país, él no pudo hacerlo porque tiene nacionalidad ucraniana y la ley de la guerra prohíbe a los hombres menores de 60 años dejar el país. “Yo me quiero ir. Estoy enfermo y me estoy haciendo tratamientos”. Hace 15 días intentó irse por la frontera con Moldavia, pero lo atraparon. Mientras espera una nueva oportunidad, Naun pasa los días “aguantando”. Vive en un búnker de su trabajo con un colega, donde “gracias a Dios” tiene electricidad por horas y calefacción para sobrellevar el invierno. Afuera, el día a día es cada vez más difícil. “Hay poco trabajo, pero la gente se mueve, vende comida, generadores, velas, lo que más hay es oscuridad”.
También es difícil ver el entusiasmo por la Navidad de años atrás. Naun dice que tras más de 300 días de guerra seguir el rastro a las fechas festivas es lo de menos. “Qué vamos a pensar en Navidad. Nosotros pensamos en cómo salir de esto, en cómo sobrevivir”.
Iván Figueroa es otro peruano que, como Flores, reside en Kiev. Pese a los ataques rusos que afectan la electricidad o la calefacción, trata de mantenerse positivo. Cuenta que sí hay preparativos para las fiestas de fin de año. Aunque debido a la economía de la luz no hay adornos luminosos, sí se han puesto árboles de Navidad en algunas plazas. “Los soldados han pedido que el espíritu navideño resista. Hay mucha pena, pero se trata de celebrar algo como una demostración de que la fuerza y el espíritu de los ucranianos no se dejarán vencer”.
Las lejanas Navidades
Figueroa se considera afortunado de tener a su familia y a casi todos sus amigos en el país. “En las ciudades donde hay bombardeos diarios, además de la falta de luz, agua o calefacción, muchos no tienen un techo donde vivir porque han destruido sus casas”. El peruano piensa en eso mientras mira las fotos de la Navidad y Año Nuevo pasados. Amigos reunidos en una larga mesa y un brindis entre él y su esposa en la cocina de su casa son tesoros que hoy aprecia más.
En Odesa, al sur del país, nuestro compatriota Nivio Ilich Huamán también ha buscado fotos. Tiene imágenes de un evento navideño en un colegio, de una celebración de su esposa y sus amigas en la entrada de un bar decorado con luces, y una postal luminosa de su esposa y sus dos hijos sonriendo en la cocina al lado de un panetón. En contraste, en las fotos que ha tomado recientemente prima la oscuridad.
Huamán pasará Navidad con su esposa y su hijo menor. El mayor quiso unirse al frente de batalla al inicio del conflicto, pero Nivio y su esposa lo sacaron del país y lo enviaron a Polonia, donde, contra los deseos de sus padres, se incorporó al ejército polaco. “Tuve que ir a Polonia, finalmente comprendió que podía tener otra vida y ahora está en Hungría”, cuenta Nivio, quien como nunca renunció a la nacionalidad peruana, puede entrar y salir de Ucrania.
Nivio dice que, aunque esta Navidad será diferente a la del 2021, mantendrá su tradición de ofrecer una pequeña reunión en su bar para compartir un panetón y chocolate con quien pueda ir. No importa que este año haya toque desde las 11 de la noche. “Yo no creo que la falta de electricidad interrumpa el espíritu navideño que uno tiene, aunque lógicamente la ciudad está completamente oscura”.
De nuevo en Kiev, Naun Flores dice que lo más espera esta noche es poder comunicarse con su familia. Para él, el ejercicio de ver fotos pasadas no es una opción. La mayoría las dejó en una casa en la que ya no están él, ni su esposa, ni sus hijas. “Tenía una foto de mis dos niñas tocando el piano en Navidad…”, y se hace un largo silencio. Esta vez no es la mala señal.