Obligada a abandonar su hogar y su trabajo, Budhini Manjhiyain, una mujer de una tribu del estado indio de Jharkhand (al este del país), pasó toda su vida en el exilio.
Manjhiyain, que murió en noviembre, tenía sólo 15 años cuando fue condenada al ostracismo por su tribu, los santhals. ¿Su delito? Engalanar al primer primer ministro de India, Jawaharlal Nehru, hace 63 años.
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Según las costumbres Santhal, el intercambio de guirnaldas es similar al matrimonio.
Manjhiyain -y las dificultades que soportó- eran casi desconocidas, pero su muerte ha despertado un renovado interés en la mujer descrita por algunos como "la primera esposa tribal de Nehru".
Muchos ciudadanos de Jharkhand exigen que se levante un monumento en su honor, junto a una estatua que existe en el pueblo de quien fuera el primer gobernante del país tras su independencia de Reino Unido.
Desenterrando la historia
Poco sabe sobre los primeros años de vida de Manjhiyain. Su página de Wikipedia es escasa y se creó sólo después de su muerte.
En ocasiones un periódico o un sitio web escribía sobre ella, pero la información era incompleta.
En 2012, un diario incluso informó erróneamente que había muerto y que había vivido sus últimos años en una oscuridad y una miseria impenetrables.
Fueron estas inconsistencias las que empujaron a Sarah Joseph, una escritora afincada en el estado sureño de Kerala y que escribió un libro inspirado en la vida de Manjhiyain, a encontrar a la mujer y "devolverla a la vida".
Joseph dijo que cuando conoció a Manjhiyain en 2019, le resultó difícil comunicarse con ella porque no hablaban un idioma común.
"Sin embargo, la entendí completamente", aseveró a la BBC.
Manjhiyain creció en Dhanbad, una pequeña ciudad ubicada en el corazón de las minas de carbón de Jharkhand, una tierra exuberante de colinas onduladas donde las tribus constituyen una cuarta parte de la población.
Ella estaba entre los miles de trabajadores empleados en el ambicioso proyecto de Damodar Valley Corporation (DVC). Este fue el primer "proyecto polivalente" del país e incluía una red de presas, centrales térmicas e hidroeléctricas que sentaría las bases de la India moderna.
Nehru lo describió una vez como "la noble mansión de la India libre".
Pero construirlo fue igualmente controvertido. Miles de pobladores, la mayoría de los cuales eran miembros de tribus locales, fueron desalojados de sus tierras ancestrales para dar paso a las obras.
Cientos de aldeas, incluida Kabona, donde vivía Manjhiyain antes de ser condenada al ostracismo, quedaron sumergidas.
El pequeño gesto que cambió todo
En 1959, Nehru anunció que inauguraría una de las presas, llamada Panchet. Para su sorpresa, la dirección de DVC eligió a Manjhiyain y a un colega para dar la bienvenida al primer ministro y entonces todo salió mal.
En la ceremonia, se pidió a Manjhiyain que le pusiera una guirnalda de flores al mandatario. Sin embargo, lo que no esperaba era que Nehru le devolviera el presente juguetonamente.
El gobernante también insistió en que la joven de 15 años presionara el botón para iniciar oficialmente las operaciones de la central hidroeléctrica.
Esa noche, cuando Manjhiyain regresó a su pueblo, no sabía que era la última vez que volvería a casa.
El jefe de la aldea la llamó y le dijo que al ponerle guirnaldas a Nehru se había convertido en su esposa. También la acusó de haber roto el código Santhal que prohíbe a las mujeres casarse con un extraño y, para expiar su ofensa, tuvo que renunciar a todo e irse.
Los santhals son una tribu pacífica y sus miembros viven en pequeñas comunidades muy unidas y siguen sus propios códigos rituales.
Una de esas reglas prohíbe a sus miembros casarse fuera de la comunidad y los infractores son castigados habitualmente con el ostracismo social. Sin embargo, activistas aseguran que la práctica se utiliza a menudo como herramienta para oprimir a las mujeres.
A los hombres santhals se les permite emigrar en busca de trabajo, pero a las mujeres jóvenes y solteras rara vez se les deja abandonar sus aldeas. Aquellas que lo hacen por necesidad económica a menudo se convierten en objeto de desprecio y discriminación.
Manjhiyain sabía que si se iba, nunca podría regresar. Intentó resistirse y razonar con el jefe de la aldea, pero el veredicto de la comunidad fue rápido y contudente: para ellos ya se había convertido en una marginada.
"Nadie la ayudó. Recibió amenazas de muerte de su propia gente", relató Joseph.
Indefensa, la joven de 15 años recogió sus cosas y se fue.
A la deriva
La inauguración de la presa fue aclamada como un hito en la historia de India.
Si bien Manjhiyain apenas fue mencionada en las reseñas periodísticas de la época, un diario reparó en “la joven Santhal” y la describió como la primera trabajadora "en poner una presa en funcionamiento" en India.
Fue por esta época cuando se ganó el título de "esposa tribal de Nehru", dijo Joseph.
La tragedia es que Manjhiyain no tenía ni idea de esto: estaba ocupada tratando de sobrevivir a los meses más angustiosos de su vida, soportando el ostracismo y la pobreza abyecta, añadió su biógrafa.
"Todo el mundo leía sobre ella, pero nadie ayudaba. No tenía adónde ir", explicó la autora.
Las cosas empeoraron en 1962 después de que DVC la despidiera sin motivo y la obligara a trabajar por un salario diario.
El primer ministro no supo del sufrimiento que causó a la mujer. Una situación irónica, por cuanto Nehru es considerado como uno de los principales exponentes del progresismo y el pensamiento moderno en India.
Hallando la felicidad y la paz
Pasaron años antes de que apareciera un rayo de luz en la vida de Manjhiyain (la línea de tiempo exacta no está clara) y fue cuando conoció a un hombre llamado Sudhir Dutta.
Dutta trabajaba en una mina de carbón en el vecino estado de Bengala Occidental, donde la mujer vivía en ese momento. Los dos se enamoraron y se casaron.
Joseph aseguró que la pareja vivió en la pobreza y Manjhiyain intentó, sin éxito, recuperar su trabajo en varias ocasiones.
No fue hasta 1985 que dos periodistas, investigando su historia, se acercaron a Rajiv Gandhi, nieto de Nehru y entonces primer ministro, explicó la autora.
Finalmente, después de dos décadas, Manjhiyain recuperó su trabajo en DVC y trabajó allí hasta su jubilación.
"Pero, para empezar, ¿cuál fue su culpa? Esa pregunta sigue sin respuesta", admitió Joseph.
Manjhiyain, sin embargo, dejó atrás su traumático pasado.
"Lo que le pasó a mi abuela estuvo mal, pero durante sus últimos momentos ella no se quejó y estuvo en paz", dijo su nieto al periódico “The Indian Express” después de su muerte.
Joseph dijo que construir su estatua no cambiará el pasado, pero podría ayudar a recuperar su historia.
El caso de Manjhiyain refleja la lucha de miles de otras mujeres indias, cuyos sueños son aplastados bajo el peso de las tradiciones patriarcales y las intensas presiones sociales.
Pero también representa a millones de personas que son desplazadas y olvidadas en aras de la modernización, dijo la autora.
"Ella es el símbolo de todas las víctimas del desarrollo. Recuperarla es una necesidad histórica y política", zanjó Joseph.