Catorce años es la edad perfecta para sacar buenas calificaciones en la escuela, hacer amigos, tener los primeros amores de verano y, por supuesto, iniciar a pensar con miras hacia el futuro.
En el caso de Antonio Barbeau y su mejor amigo Nathan Paape, la adolescencia, lejos de ser esa etapa divertida, experimental y exploratoria, se convirtió en un periodo de desarrollo marcado por la traición, el crimen y la codicia.
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¿Qué podría ser más importante que pasar tiempo con la bisabuela? Aunque las respuestas a esta pregunta podrían ser ilimitadas, en el caso de este par de amigos, la respuesta es tan desconcertante como aterradora: el dinero.
Sus nombres quedarán por siempre marcados en la memoria de los habitantes de Sheboygan Falls, Estados Unidos, y no precisamente por protagonizar travesuras propias de adolescentes en plena etapa de desarrollo; todo lo contrario, serán recordados por perpetrar, quizás, uno de los más perturbadores crímenes de la historia de esta ciudad idílica del estado de Wisconsin.
Un enemigo muy familiar
Sheboygan Falls era para el 2012, tal vez, el lugar soñado por todos para vivir: no se trataba de una gran área metropolitana en la que abundaba la delincuencia, sino más bien era zona densamente poblada en la que los índices de criminalidad eran bajos, por no decir inexistentes.
Con pintorescas tiendas y restaurantes que se alinean en las calles de la zona comercial y frondosos árboles que salpican las serpenteantes carreteras de la zona residencial, nadie podría, siquiera, llegar a imaginar que hace más de una década esta amigable ciudad se veía conmocionada por el atroz asesinato de Barbara Olson, una mujer de 78 años que fue, cruelmente, apuñalada hasta morir.
Más que el sanguinario y despiadado crimen, lo que realmente conmocionó a los habitantes de esta ciudad estadounidense fue la revelación de la identidad de los perpetradores del asesinato: se trataba, nada más y nada menos, que de Antonio Barbeau -quien fuese el bisnieto de Barbara- y su amigo Nathan Paape, dos típicos adolescentes de Sheboygan Falls que una fatídica tarde de 2012 no solo decidieron acabar con la vida de Barbara, sino también con la suya propia.
El 17 de septiembre de 2012 fue una fecha amarga para la historia de Sheboygan Falls pero, sobre todo, para los familiares de Barbara y Antonio.
De acuerdo con el portal Inside Mystery, el par de adolescentes pidió a la madre de Nathan que los llevara a la casa de Barbara, la bisabuela de Antonio; no obstante, lo que en un inicio parecía ser una amigable visita, terminó convirtiéndose en un brutal asesinato.
Cuando la madre de Nathan condujo por la arbolada calle de Westwynde Bluffs hasta la casa de Barbara, no lo sabía, pero estaba llevando a los adolescentes camino a una condena segura: con un martillo y un hacha, escondidos en sus mochilas, Antonio y Nathan planeaban asesinar a la mujer, robar el dinero y empeñar sus joyas.
Una vez perdieron de vista a la madre de Nathan, trataron de colarse por el garaje de Barbara; pero, para su infortunio, no lo lograron. Fueron descubiertos por la mujer de 78 años quien, amablemente, los invitó a adentrarse en la casa.
Fue solo cuestión de que Barbara les diese la espalda para que la masacre comenzara.
“Inicialmente, la golpearon con el extremo romo del hacha, luego con el martillo y, finalmente, con la hoja del hacha incrustándose tan profundamente en su cráneo que literalmente fue necesario que ambos muchachos la sacaran”, detalló Steven Riffel, quien fuese jefe de policía de Sheboygan Falls, en llamada telefónica con el medio CNN.
Aunque su plan original era arrojar el cuerpo en un área boscosa cercana, arrastrar el cadáver de Barbara resultó más difícil de lo que esperaban; por lo que solo la movieron hasta el garaje, donde un par de días después, la encontró su hija Judy.
Los adolescentes tomaron el automóvil de la bisabuela de Antonio y se dirigieron a una bolera cerca de Sheboygan, no sin antes saquear la casa, hurtar 155 dólares en efectivo y llevarse algunas joyas. Un mísero pata botín para el perturbador crimen que habían tenido que perpetrar por él.
¿Qué podían hacer dos adolescentes con la módica suma de 155 dólares que robaron a una bisabuela que acababan de asesinar? Comprar pizza y, por qué no, marihuana.
Para ser tan solo unos adolescentes, su crimen fue, por mucho, sofisticado: dentro del coche, abandonaron las pocas joyas que habían saqueado de la casa de Barbara con la esperanza de que alguien robara el vehículo desbloqueado y luego se viera implicado en su asesinato.
”Creo que lo que es importante señalar aquí es que para dos adolescentes, este es un delito increíblemente sofisticado. La planificación previa, la planificación posterior, comprar cosas para deshacerse de las huellas dactilares, dejar el automóvil para que posiblemente pudiera ser tomado por otra persona, a quien luego se le culparía por el crimen”, señaló Burke Strunsky, del departamento fiscal del distrito, en diálogo con CNN.
Un crimen que pagaron caro
Solo bastaron 12 horas después del descubrimiento del cadáver para que las pistas llevaran a los verdaderos responsables del asesinato de Barbara. La ropa ensangrentada en la casa de Nathan y el bolso de la mujer que habían arrojado en una alcantarilla fueron solo algunos de los indicios que llevaron a la captura del dúo de jóvenes.
”Me siento mal por la familia. Sé que lo aman. Pero este tipo de crimen no puede quedar sin respuesta y ser explicado por un trauma cerebral”, dijo el fiscal de distrito, Joe DeCecco, cuando el Tribunal trató de justificar el delito de Barbeau alegando una lesión cerebral por un accidente automovilístico, en 2009, que lo dejó con un trastorno cognitivo no especificado.
Nathan Paape fue declarado culpable de asesinato en primer grado y sentenciado a pagar 31 años de prisión -podrá ser elegible para libertad condicional en 2043-; mientras que Antonio Barbeau fue condenado a 36 años de prisión con la posibilidad de ser elegible para libertad condicional en 2048, es decir, cuando tenga 50 años.
“Sé que no muestro mis emociones. Yo mismo no estoy seguro de por qué, pero eso no significa que no lo haga... Le quité a la madre, abuela, hermana, amiga de alguien. No tenía derecho a hacerlo. (...) Debido a esta acción que decidí tomar, arruiné tantas vidas”, dijo Barbeau en el juicio, al tiempo que mostró su arrepentimiento ante lo ocurrido.