En su intento de rediseñar la relación de Estados Unidos con América Latina, el presidente Joe Biden eligió como su principal diplomático para la región a un experimentado embajador: Brian Nichols.
El nombramiento de Nichols, de 56 años de edad, como subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental fue aprobado este lunes por el Senado estadounidense.
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Ex embajador de Washington en Zimbabue, Nichols ya ha trabajado previamente en distintos cargos vinculados con Latinoamérica y el Caribe.
Nichols, quien fue nominado por Biden en marzo, buscará construir una agenda entre EE.UU. y sus vecinos del sur marcada por temas calientes como la migración, la pandemia de covid-19 o la revisión de la estrategia hacia Venezuela y Cuba.
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A continuación, tres datos sobre el nuevo subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental.
1. Experiencia en temas de política y drogas
Nichols nació en 1965 y tiene una carrera diplomática de más de tres décadas, que incluyó una misión como embajador estadounidense en Perú entre 2014 y 2017.
Antes de eso, Nichols se desempeñó entre 2007 y 2010 como jefe adjunto de misión en la embajada de Washington en Colombia, donde supervisó la entrega de más de US$500 millones de EE.UU. para seguridad y desarrollo, y atendió asuntos políticos en México y El Salvador.
También supervisó los programas antinarcóticos del Departamento de Estado de 2011 a 2013 y coordinó las políticas de EE.UU. para los países del Caribe entre 2004 y 2007.
“Yo lo describiría como un funcionario de carrera con muchísima experiencia en la región y también en otras partes del mundo”, dice Arturo Valenzuela, quien en el gobierno de Barack Obama ocupó el puesto que ahora ocupará Nichols, a BBC Mundo.
Valenzuela conoció a Nichols en el Departamento de Estado y lo define como “una persona inteligente” que “sabe que las cosas se tienen que manejar de forma diplomática”.
“Siempre confié mucho en él por su profesionalismo, es una persona de un trato amable”, señala.
2. Afroestadounidense crítico de la violencia de Estado
Valenzuela también describe a Nichols como alguien “que tiene posiciones claras y está dispuesto a expresarlas”.
Una señal de ello pudo verse el año pasado durante la ola de protestas contra el racismo y la brutalidad policial que surgió en EE.UU. tras la muerte de George Floyd, un afroestadounidense bajo custodia policial en Minneapolis.
“Como afroamericano, desde que puedo recordar, supe que mis derechos y mi cuerpo no eran totalmente míos”, escribió Nichols en un mensaje difundido en internet cuando era embajador en Zimbabue
“También siempre supe que Estados Unidos, concebido en libertad, siempre ha aspirado a ser mejor —una ciudad resplandeciente en una colina— y por eso he dedicado mi vida a su servicio”, agregó.
El mensaje fue visto como un gesto atípico de un embajador reclamando por derechos para la población negra de su país en momentos en que el gobierno de Trump trataba las protestas como fomentadas por extremistas o “adversarios extranjeros” como Zimbabue.
Pero Nichols también dedicó un reclamo explícito “al gobierno de Zimbabue para que termine la violencia patrocinada por el Estado contra manifestantes pacíficos, sociedad civil, líderes laborales y miembros de la oposición”.
La actitud del embajador molestó al partido del gobierno de Zimbabue, que lo calificó de “matón”, lo acusó de fomentar protestas en ese país y amenazó con expulsarlo.
Ahora Nichols se convirtió en el primer afroestadounidense en liderar la diplomacia de Washington para Latinoamérica en cerca de cuatro décadas.
3. Asume su mayor reto profesional
Nichols tiene por delante un desafío gigantesco.
El gobierno de Biden pretende establecer con América Latina una relación diferente a la de su antecesor Donald Trump —quien priorizó casi en exclusivo el corte de la migración a EE.UU.— y colocar sobre la mesa regional asuntos como los derechos humanos o el calentamiento global.
Biden también busca atacar los problemas que causan la emigración desde Centroamérica, como la pobreza o la violencia, y encargó de esos esfuerzos a su vicepresidenta Kamala Harris.
Sin embargo, el aumento del flujo migratorio hacia EE.UU. es un tema cada vez más sensible para la Casa Blanca: para fines de julio, casi 1,3 millones personas habían cruzado la frontera. De estos, 95 mil eran menores sin padres o tutores.
EE.UU. ha logrado logró acuerdos con México, Honduras y Guatemala para que esos países aumenten la movilización de sus fuerzas de seguridad intentando detener a los migrantes en su periplo hacia el norte.
Biden ha prometido destinar US$4.000 millones en cuatro años a atacar problemas que a su entender causan la emigración de Guatemala, El Salvador y Honduras, como la corrupción, la violencia o la falta de oportunidades económicas.
En medio de este escenario, Nichols es llamado a encabezar la diplomacia de EE.UU. hacia una región golpeada especialmente por la pandemia de covid-19 y el desplome económico.
Algunos observadores se preguntan cuánto margen tendrá realmente Nichols para articular una nueva agenda con Latinoamérica, que por ejemplo mejore la cooperación con el sur y relance la presión para que haya elecciones en Venezuela.
Farid Kahhat, un experto peruano en relaciones internacionales, recuerda que si bien América Latina no es una prioridad de EE.UU., Biden fue un enviado regular a la región siendo vicepresidente del gobierno de Barack Obama entre 2009 y 2017.
También señala que el actual secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, ha trabajado con Biden en temas de política exterior durante años.
“Nichols es un diplomático de carrera. Como tal, al margen de sus propias ideas, sigue los lineamientos que define el Departamento de Estado”, dice Kahhat a BBC Mundo.
“Creo que, en realidad, lo que esto augura es que serán Antony Blinken y el propio Biden quienes definan la política hacia la región”, concluye.
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