Donald Trump siempre se jacta de su astucia y su dureza, y la próxima semana usará sus puñetazos verbales en el primer debate con Joe Biden para las elecciones del 3 de noviembre en Estados Unidos.
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“Es como un combate en el ring. La misma cosa, un poquito menos físico, apenas”, dijo días atrás, comparando el duelo del martes con un encuentro de Artes Marciales Mixtas (MMA).
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Pero 35 días antes de las elecciones, los mensajes a veces contradictorios y confusos del presidente, de 74 años, podrían jugarle una mala pasada contra su oponente demócrata, de 77.
¿Su punto fuerte? Su capacidad para imponer sus propias reglas.
Como en el ejercicio del poder, Trump pretende en el debate liberarse de las tradiciones que se han ido arraigando en estos enfrentamientos desde el primero organizado hace 60 años, en Chicago, entre el demócrata John F. Kennedy y el republicano Richard Nixon.
Trump es “único”, comenta a la AFP Aaron Kall, profesor de la Universidad de Michigan y coautor del libro “Debating The Donald”.
“No hay una receta para confrontarlo”.
Cambio de tono
Al 45º presidente de Estados Unidos le encantan los focos pero está acostumbrado a estar solo en el escenario, como en sus mitines de campaña donde ocupa, con verdadero talento, todo el espacio.
El expresentador de “reality shows” ha participado en 14 debates políticos en su vida: 11 durante las primarias republicanas en 2015-2016 y tres contra quien fue finalmente su rival, Hillary Clinton.
Ahora, rezagado en las encuestas, debe aprovechar la oportunidad de la cita en Cleveland, Ohio.
Pero él mismo se puso en una posición incómoda con ataques personales de inusitada virulencia y burlas durante meses sobre el estado de salud física y mental de su oponente, a quien presenta como un anciano un poco perdido, manipulado por su entorno y por “la izquierda radical”.
“El Dormido Joe ni siquiera sabe dónde está o qué está haciendo”; “ni siquiera sabe que está vivo”, ha dicho sobre el exvicepresidente de Barack Obama, en la política desde hace décadas.
Pero una de las razones por las que ganó hace cinco años las primarias republicanas es que puso el listón muy bajo, insistiendo en que era un novato en la política contra gobernadores y senadores experimentados.
En los últimos días, por lo tanto, ha intentado un espectacular giro de 180 grados en su estrategia.
“El que es el favorito es El Dormido Joe”, dijo a principios de esta semana. “Yo soy el que no tiene experiencia, solo he estado haciendo esto durante unos años, él ha estado en la arena por más de 47 años”.
¿Falta de entrenamiento?
Otro obstáculo para el magnate neoyorquino: el primer debate siempre es una trampa para el presidente saliente, metido desde hace cuatro años en la burbuja de la Casa Blanca.
En Washington, todo el mundo recuerda el mal desempeño de Obama el 3 de octubre de 2012 frente al republicano Mitt Romney. Tenso, cansado, con los ojos clavados en sus notas, a menudo se enredaba en respuestas largas y tortuosas.
No faltan ejemplos similares. Jimmy Carter contra Ronald Reagan en 1980, George H.W. Bush contra Bill Clinton en 1992: a muchos presidentes que buscan un segundo mandato les ha ido mal en los debates.
“A menudo carecen de formación, no siempre han tenido tiempo para prepararse (...) y tienen a su alrededor muchos aduladores y gente que duda en contradecirlos”, explica el profesor Kall.
Trump podría, de hecho, tener menos experiencia que su oponente: debatió por última vez en octubre de 2016.
Biden, en cambio, participó en 11 debates entre junio de 2019 y marzo de 2020, el último de ellos contra el senador de izquierda Bernie Sanders, un oponente formidable.
Queda otra interrogante importante: ¿cómo reaccionará el exvicepresidente demócrata ante Trump?
Si bien la dinámica será diferente en muchos aspectos, el precedente de 2016 estará en la mente de todos.
En un libro publicado tras su derrota en noviembre de 2017, Hillary Clinton recordó su segundo debate contra Trump, en San Luis, Misuri, en octubre de 2016.
“No importa por dónde caminara, él me seguía de cerca, mirándome, haciendo muecas”, escribió Clinton en su libro “What Happened”.
“Fue increíblemente incómodo. Literalmente me respiraba en la nuca. Se me puso la piel de gallina”.
¿Qué hacer en estas circunstancias? Conservar la sangre fría, estar “tranquila, sonriente”, o darte la vuelta, mirarlo a los ojos y decirle: “Retrocede, chico malo, lárgate”.
La excandidata demócrata dice que eligió la primera opción. Pero enfatiza que a menudo se pregunta si no debería haber optado por la segunda.
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