Mike Burke es un reconocido profesor de matemática de Habilidades Funcionales de GCSE, en la Penwith College, en el Reino Unido. Durante su juventud permaneció por 20 años dentro de la policía militar de los Estados Unidos y ocupó varios puestos como guardia en prisiones militares. Ya retirado y con el puesto de docente, comenzó a usar su tiempo libre para ver el programa The Detectorists. Fanatizado por lo que veía, quiso llevar su nueva pasión un poco más allá.
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Al igual que los protagonistas de la serie, Burke quiso convertirse en un buscador de tesoros, y solo era cuestión de obtener los elementos necesarios para comenzar a desarrollar un nuevo hobby. Su esposa Julie le dio el empujón que necesitaba y le compró para Navidad un Garrett Ace Apex, un detector de metales de alta tecnología, que le permitió descubrir un impresionante tesoro.
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“Todavía tengo escalofríos”, le confesó Burke al sitio ITV. Durante varios meses recorrió distintas zonas de Cornualles pero sin éxito. Apenas unos metales de poco valor y bajo contenido histórico se convirtieron en sus “trofeos”. Sin embargo, una tarde de aburrimiento lo llevó a probar el famoso detector de metales en su propio jardín.
En su casa existe una regla que, además, tenía sentido más allá de la petición. Su esposa es una jardinera empedernida y tiene una gran variedad de flores plantadas en la parte trasera de su casa. Él no podía usar su detector de metales ahí; cosa que tampoco le llamaba la atención ya que el constante movimiento de tierra hacía poco probable que encontrara algo. No obstante, las flores se habían marchitado y se acercaba el momento de replantarlas y traer nuevas. “Dado que nos estábamos preparando para sacar todo pensé que no iba a haber problema que entrara allí. El mes que viene, cuando empiece a plantar semillas de nuevo, no voy a poder hacerlo así que es ahora o nunca”, explicó.
Un tesoro en el patio
Así fue como arrancó y de la tierra empezó a desenterrar tesoros ocultos. Los primeros hallazgos fueron algo decepcionantes y con las manos llenas de barro apartó unas monedas antiguas y un poco de chatarra hasta que su detector de metales le dio la señal que necesitaba. Luces, ruido y un enorme “81″ en el lector le dieron la pauta para cavar. “Alrededor de 25 centímetros para abajo noté una pequeña mancha de oro o algo que se parecía bastante. No sabía si era una tapa de botella vieja pero cuando lo saqué era un anillo de oro”, contó sorprendido.
Al principio no sabía lo que era pero tras publicar su hallazgo en Facebook fue alertado de que se trataba de un gran tesoro. Como lo dice la normativa, tiene que informar su descubrimiento al Oficial de Enlace de Hallazgos local para que ellos realicen la investigación correspondiente. En el medio, se contactaron con varios expertos en la materia que les brindaron una opinión parcial, a falta de los peritajes oficiales.
Se trata de un anillo de huecograbado hecho de oro que pesa cerca de 12,8 gramos y cuenta con la imagen de Ceres, diosa romana de la agricultura tallada en una piedra preciosa de calcedonia. Aparentemente data de hace 2000 años y probaría la presencia del Imperio Romano en la zona de Cornualles.
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