Durante los 70 años de reinado de la reina Isabel II, las quejas republicanas aparecieron de vez en cuando, pero el afecto y el respeto de que gozaba hicieron que el movimiento para acabar con la monarquía tuviera dificultades para causar una impresión duradera.
Ahora, con su muerte y la llegada al trono de su hijo Carlos, mucho menos popular, los republicanos creen que el fin de esta institución milenaria podría estar más cerca.
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“La reina es la monarquía para la mayoría de la gente. Después de que ella muera, el futuro de la institución está en serio peligro”, dijo a principios de este año Graham Smith, director ejecutivo del grupo de campaña Republic. “Puede que Carlos herede el trono, pero no heredará la deferencia y el respeto que se le otorga a la reina”, agregó.
Smith y los antimonárquicos de ideas afines sostienen que la familia real no tiene cabida en una democracia moderna y que mantenerla es asombrosamente caro. Los funcionarios de la realeza afirman que la institución cuesta a cada británico menos de una libra (1,15 dólares) al año, pero Republic afirma que su verdadero costo para la nación es de unos 350 millones de libras al año.
La riqueza global de la familia también es difícil de calibrar debido a la naturaleza opaca de sus finanzas y lo que posee directamente. Un análisis de Reuters de 2015 sugirió que tenía activos nominales por valor de casi 23.000 millones de libras en ese momento.
Las encuestas han demostrado sistemáticamente que la gran mayoría de los británicos respaldan la monarquía, y el apoyo a la propia reina se mantenía en niveles similares o superiores.
Los republicanos aceptaron que no tenían ninguna posibilidad de cambiar el sistema mientras ella estuviera viva. Sin embargo, las encuestas también han mostrado que el apoyo está disminuyendo, especialmente entre los británicos más jóvenes, y que Carlos es menos popular. El apoyo a la subida al trono del hombre de 73 años también ha fluctuado, y algunos sondeos sugieren que mucha gente cree que la corona debería pasar a su hijo mayor, el príncipe Guillermo.
La mayor popularidad de Guillermo y su esposa Kate podría ayudar a contrarrestar los movimientos hacia la abolición de la monarquía en Reino Unido y en el extranjero. Los periódicos británicos de gran tirada han acogido con entusiasmo a los duques de Cambridge, que aparecen regularmente en sus portadas mientras desempeñan funciones reales y benéficas por todo el país.
Un antiguo asesor de la realeza dijo que los miembros más jóvenes de la realeza tenían más conocimientos sobre los medios de comunicación que la generación anterior, y que se dedicaba una enorme cantidad de planificación y cuidado para asegurar que su trabajo y su personalidad brillaran.
En un mundo que cambia rápidamente, la estabilidad de una institución tan antigua como la monarquía es algo en lo que la gente puede confiar. Un asesor dijo que la familia real proporcionaba “una especie de ancla” para el país, especialmente en tiempos difíciles.
Sin embargo, ni siquiera Guillermo y Kate son inmunes a las críticas, ya que una reciente gira por el Caribe se vio ensombrecida por las protestas sobre el pasado imperial de Reino Unido.
En los últimos años, Republic ha intensificado su campaña en las redes sociales y con vallas publicitarias. Smith y otros republicanos llevan tiempo argumentando que cuando los británicos se enfrenten a la realidad de Carlos como rey, el apoyo a la monarquía en su conjunto disminuirá. Smith ha dicho que tras el funeral de la reina, él y otros activistas presionarán con fuerza para que haya un referéndum sobre el futuro de la institución.
“Es una oportunidad para hacer campaña, pero no va a ser una campaña fácil”, dijo. “Vamos a tener que trabajar duro para conseguir ese referéndum”.
No hay un camino claro para eliminar la monarquía en Reino Unido, que no tiene una Constitución codificada que establezca los pasos. Sus opositores argumentan que si la opinión pública se vuelve abrumadoramente en contra, la familia real no podría continuar.
La única vez que se interrumpió la línea real fue en 1649, cuando el rey Carlos I fue juzgado por alta traición, condenado y ejecutado, dando paso a un breve periodo de república inglesa. Éste terminó en 1660 con la restauración de la monarquía, que ya presagiaba el establecimiento de una institución con poderes muy reducidos con respecto a la anterior.
Puertas afuera
El estatus de la monarquía podría verse amenazado no solo en Gran Bretaña. A pesar de que la mayor parte del imperio británico se disipó durante el reinado de Isabel, Carlos sigue siendo el jefe de Estado de otros 14 reinos, entre ellos Canadá, Australia y Nueva Zelanda. La popularidad y la admiración por la reina habían mantenido casi siempre a raya el republicanismo, pero es probable que la cuestión se reavive ahora con renovada energía.
La decisión de Barbados de prescindir de la reina como jefa de Estado en noviembre de 2021 fue vista como un impulso para la causa republicana. Otros reinos como Jamaica y Belice han indicado que querían seguir su ejemplo y la realeza ha dicho que no se interpondría en su camino.
“Quiero decir claramente, como he dicho antes, que el acuerdo constitucional de cada miembro, como república o monarquía, es una cuestión que debe decidir cada país miembro”, señaló Carlos en una cumbre de la Commonwealth en junio de este año. “El beneficio de una larga vida me aporta la experiencia de que acuerdos como estos pueden cambiar, con calma y sin rencor”.
En Australia, el 55% de los votantes apoyó el mantenimiento de la monarquía en un referéndum en 1999, pero los últimos sondeos muestran una imagen contradictoria sobre el ánimo actual. Una encuesta de 2020 sugería que el 62% quería un jefe de Estado australiano, mientras que un sondeo de enero de 2021 descubrió que sólo el 34% quería una república.
“Tengo mucho respeto por la monarquía constitucional, y si no está rota, no veo la necesidad de arreglarla”, dijo el ex primer ministro australiano Scott Morrison cuando el segundo hijo de Carlos, el príncipe Enrique, y su esposa, Meghan, visitaron Australia en 2018. Sin embargo, la decisión de Harry y Meghan de renunciar a los deberes reales en 2020, y más tarde de criticar al Palacio de Buckingham y acusar a un miembro de la realeza no identificado de racismo, podría jugar en contra de la realeza. El gobierno laborista de centroizquierda de Australia nombró al primer “ministro adjunto para la república” del país cuando llegó al poder este mes de junio.
En Canadá, las últimas encuestas sugieren que cerca de la mitad de los canadienses creen que el país debería poner fin a sus vínculos con la monarquía con la muerte de Isabel. Sin embargo, los expertos afirman que eliminar la monarquía de la Constitución canadiense podría resultar difícil, lo que podría obstaculizar cualquier movimiento inminente hacia una república.
En Nueva Zelanda, donde los votantes rechazaron en un referéndum en 2016 cambiar su bandera nacional para eliminar la Union Jack -la bandera del Reino Unido-, las encuestas muestran un público dividido, con los más jóvenes inclinándose por una república.
La primera ministra, Jacinda Ardern, dijo en marzo de 2018 que esperaba que Nueva Zelanda se convirtiera en una república en el transcurso de su vida, pero que no era un asunto al que el gobierno diera prioridad. Reaccionando a la muerte de la reina el jueves, Ardern dijo: “No hay duda de que hoy se cierra un capítulo (...) ella era extraordinaria”.