Río de Janeiro. [EFE]. Caimanes, zorros, capibaras y hasta serpientes comparten terreno con deportistas y aficionados en el campo olímpico de golf de Río de Janeiro, un espacio visitado ahora con más frecuencia por animales salvajes por cuenta de la disminución del trasiego de personas por la pandemia de coronavirus.
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Mientras algunos temen encontrarse con estos particulares visitantes propios de la fauna brasileña, otros disfrutan de su compañía y hasta encuentran divertido el desafío de que la pelota caiga cerca de ellos.
Aunque la presencia de animales salvajes en el campo es habitual, con la llegada de la pandemia esta se ha incrementado, o por lo menos, eso aseguran los jugadores y aficionados que suelen asistir al terreno y que no han frenado sus prácticas por la llegada del nuevo virus.
El golf es uno de los pocos deportes que pueden practicarse sin miedo en esta época de pandemia, ya que no promueve las aglomeraciones por el enorme espacio al aire libre que brinda en su trayecto.
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Ubicado en la zona oeste de Río, este campo de más de un millón de metros cuadrados y considerado uno de los mejores del mundo fue construido para los Juegos Olímpicos de 2016 en un área de reserva ambiental.
Entonces, la zona sufría un alto nivel de degradación y llegó a servir incluso de basurero, pero con el levantamiento del campo olímpico fueron sembrados miles de árboles nativos y poco a poco el terreno ha ido recuperando su hábitat.
Además de los caimanes que nadan y se pasean por los alrededores de la laguna principal, hoy en día es habitual que los jugadores se encuentren en el campo con búhos, pájaros carpinteros, mariposas, micos y las capibaras, los roedores más grandes del mundo, también conocidos en Latinoamérica como carpinchos o chigüiros.
Los zorros cangrejeros también aparecen esporádicamente por el terreno, pero el mayor temor lo infunden las serpientes, visitantes poco bienvenidas por los jugadores que temen encontrarse a estas rastreras cerca de alguno de los 18 hoyos que componen el trayecto.
En total hay 290 especies catalogadas y todas circulan con libertad por la cancha de golf, porque “viven en su propio ecosistema”, explicó Camilo Pinto de Souza, biólogo del campo olímpico.
Por eso, ninguna especie requiere de tratamiento específico, aunque son aplicadas una especie de normas de convivencia en el campo, según el experto.
La prohibición de alimentar a los animales y la disposición de una señalización adecuada de las zonas por donde su presencia es más habitual, son algunas de ellas.
”La convivencia entre animales silvestres y los practicantes es muy armónica, las dos se integran”, aseguró este biólogo de 39 años.
”Los jugadores llegan temprano a las prácticas y es a esa hora en que los animales acostumbran a circular por el área, pero cada uno tiene su espacio para estar dentro del campo de golf”, agregó.
El golf, considerado uno de los deportes más elitistas del mundo, normalmente es practicado por quienes pueden acceder a costosas membresías en clubes de campos privados.
En Río, gracias a los Juegos Olímpicos de 2016, ese deporte puede practicarse gratuitamente en el campo olímpico, un espacio público que además de los jugadores que asisten a diario, pueden visitar quienes solo quieren disfrutar de la flora y fauna que allí se alberga.
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