Javier Milei pasó de blandir la motosierra con la que simboliza el drástico recorte del gasto público a repartir apretones de manos. Dejó de defender controvertidas propuestas y de proferir insultos públicamente. Y temeroso de que la presidencia de Argentina se le escurriera de las manos, se arrimó a la “casta” de políticos que dice despreciar.
El candidato de La Libertad Avanza suavizó su tono a raíz de la primera vuelta electoral, a la que llegó como favorito de las encuestas y en la que finalmente quedó por detrás del oficialista Sergio Massa, quien fue el que aglutinó más votos.
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De cara al balotaje del 19 de noviembre, ha escondido los colmillos del león rugiente que lo representa en sus afiches de campaña.
El cambio empezó a tomar forma con el pacto que selló con el expresidente Mauricio Macri (2015-2019), un conservador que le ha dado el apoyo de un sector de la oposición a cambio de que modere su explosivo temperamento y su controvertido ideario. El objetivo es ampliar el abanico de votos que permitan a Milei sacar al peronismo del poder en los comicios más competitivos que se recuerden en años.
Pero surgen dudas acerca de si el economista, que aterrizó en la política tan solo dos años atrás proponiendo la drástica reducción del Estado y la libre portación de armas, es capaz de neutralizar la campaña del miedo en su contra que está incentivando Massa, a su vez ministro de Economía y dirigente político de larga trayectoria que está arropado por el potente aparato oficialista.
“Milei es un político nuevo, carente de profesionalismo, que por momentos parece que quiere tener más razón que ganar las elecciones... Se ve que le cuesta tener sensibilidad social para relacionarse y eso le afecta”, dijo a The Associated Press Lucas Romero, de Synopsis Consultores.
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En tanto, Massa, pese a ser cuestionado por los malos resultados económicos —con una hiriente inflación anual de casi 140% y una tasa de pobreza del 40,1%—, es a ojos de los analistas un político profesional y un candidato con aplomo ante un Milei al que tacha de peligro y salto al vacío.
El libertario intenta contrarrestar esa mala imagen. Sonriendo, caminó días atrás las calles de una localidad cercana a Buenos Aires mientras ondeaba una bandera argentina, enseña nacional que antes no aparecía en sus actos proselitistas copados por las amarillas de su partido con la imagen de un león.
El ultraderechista aparcó los insultos y abrazó y besó a la gente. Unos días antes tocó los timbres de las casas de un barrio capitalino para conocer sus problemas y hacerse “selfies”.
Es una estrategia electoral muy distinta a la de agresivas maneras, gritos y saltos en los escenarios que desplegó para la primera vuelta electoral del 22 de octubre, cuando se perfilaba como el favorito en un contexto de gran enojo de la sociedad con una dirigencia política incapaz de resolver los problemas.
El resultado no fue como lo esperaba y el ultraderechista fue sobrepasado por Massa, de Unión por la Patria, que sacó más de 36% de los votos. Milei rozó el 30% y Patricia Bullrich, aliada de Macri en la coalición centroderechista Juntos por el Cambio, alcanzó casi 24%. De ahí que se haya vuelto clave la alianza con el expresidente.
El triunfo del oficialista fue atribuido en parte a la gran movilización del peronismo en la populosa provincia de Buenos Aires advirtiendo que el libertario iba a rebanar los derechos y las ayudas sociales.
Milei dice que ha terminado el tiempo de las agresiones y está dispuesto “a barajar y dar de nuevo” para derrotar al kirchnerismo, el sector de centroizquierda en el seno del peronismo con el que identifica al ministro de Economía y del cual este último intenta despegarse.
A instancias de Macri, el candidato ultraliberal pactó el respaldo de Patricia Bullrich, dejando así a un lado sus pruritos contra la casta de políticos que, según ha denunciado, llevaron a Argentina a la decadencia en las últimas décadas.
Como símbolo de la tregua en una campaña llena de agresiones, Milei publicó en sus redes sociales una imagen de un león abrazando a un pato. Bullrich es conocida comúnmente como “Pato”, un apodo habitual de Patricia.
“Él tiene el apoyo de un electorado joven y debe morigerar algunas formas para incorporar al electorado de Juntos por el Cambio, integrado por segmentos adultos que son los más refractarios a apoyar a un tipo que va con la motosierra a los gritos y con los pelos todos parados”, apuntó Romero.
El ultraliberal debe atraer la mayor cantidad de votos anti peronistas de esa coalición, que está virtualmente fracturada. Pero el pacto con Macri y Bullrich ha levantado ampollas entre sectores centristas de dicha fuerza que llamaron a votar a Massa o en blanco.
El gran número de indecisos y el potencial voto en blanco de los que rechazan a los dos contendientes son clave en este balotaje.
Romero apuntó que para la primera vuelta, Massa fue efectivo advirtiendo que “Milei te aumenta los pasajes de colectivos (autobuses), trenes” para sacar votos entre los sectores peronistas de recursos económicos limitados. Ahora “dice que es un riesgo para la democracia, un riesgo institucional”, mensaje que está dirigido a los votantes de centro o centroizquierda de la coalición opositora.
Milei ha reducido las entrevistas en las que puede salir a relucir su belicoso carácter cuando es contrariado y temas espinosos como su rechazo al aborto, legalizado en 2020.
En una de ellas negó que, si llega al poder, vaya a poner en práctica la venta libre de órganos y la libre portación de armas, como ha defendido públicamente. “Son cosas que estaban malinterpretadas, ensuciadas”.
En otra se mostró nuevamente tenso y de mal humor. Fue cuando pidió a su entrevistador que silenciara “el murmullo” de los cámaras y de otros operarios del plató de televisión. “Veo que no cesan de hablar... Si yo le erro, a mí me destrozan públicamente y nadie va a decir que detrás había un murmullo que me estaba matando”.
Pese a esos traspiés, Milei intenta guardar la calma. “La campaña de Massa es humo”, decía el economista con un tono monocorde en un video, para luego afirmar que si llega a la presidencia “sigue la educación pública”, pero sin sindicalistas combativos que paralicen las clases. También “la salud pública, pero sin la vacunación VIP”, en alusión al escándalo de allegados al poder que tuvieron un rápido acceso a las vacunas contra el nuevo coronavirus.
Milei también se presenta como el candidato cercano a “los que se levantan todos los días a las 6 de la mañana para ganarse el pan con el sudor de su frente; a los que sufren los robos, los asesinatos” y acusa a Massa de ser el “candidato del establishment”.
“Tiene el poder del Estado, es socio del poder económico, tiene recursos ilimitados y una ambición de poder descomunal... Nos va a difamar... Va a intentar generar cizaña entre nuestras filas”, dice del peronista.
La campaña en búsqueda de la moderación también alcanza a libertarios allegados a Milei que ahora permanecen callados luego de haber llamado a romper relaciones con el Vaticano o defender la posibilidad de que los hombres puedan renunciar a su paternidad ya que hay mujeres que les “pinchan” los preservativos.
Diana Mondino, quien sería la titular de la Cancillería en un eventual gobierno liberal y es una de las pocas allegadas a Milei habilitada para hablar, salió a aclarar que “es muy importante la relación con el Vaticano”. Por su parte, el libertario no ha vuelto a insultar al papa Francisco, al que ha tildado de demonio encarnado en la tierra que defiende el ideario socialista.
En un intento por marcar un límite, Bullrich ha aclarado que no suscribe controvertidas ideas del economista como la ruptura comercial de Argentina con Brasil y China.
Las condiciones impuestas por ese sector opositor generaron la disconformidad de varios legisladores electos de La Libertad Avanza. Para atajar la diáspora de partidarios, Milei sostuvo que “no se negocian ninguno de los puntos” de su programa económico para atajar la inflación, como el cierre del Banco Central y la dolarización de la economía.
Según analistas, el debate televisivo del 12 de noviembre entre los dos contendientes será una prueba de fuego para el ultraliberal, ya que es considerado el inexperto ante un Massa acostumbrado a esas lides.
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