Fuerzas policiales abatieron el jueves a “El Conejo”, enemigo público número uno de Venezuela, por cuya cabeza el chavismo había ofrecido una recompensa de un millón de dólares. El conocido delincuente Carlos Gómez Rodríguez, líder de una banda criminal que se dedicaba a sicariatos, secuestros, extorsiones, robos y piratería en ruta, cayó apenas días después de que uno de sus cómplices, el alcalde chavista Pedro Hernández, fuera detenido durante una operación anticorrupción en el seno del chavismo.
“El Conejo”, “El Koki”(abatido por la policía en 2022) y el Tren de Aragua, un grupo mafioso aliado de Gómez que se extendió por toda la región y que compite con la guerrilla colombiana del Ejército de Liberación Nacional (ELN) como la principal banda de crimen organizado de América del Sur, formaron parte del nuevo mapa de la delincuencia venezolana durante el mandato de Nicolás Maduro. Surgidos todos ellos de las entrañas del chavismo, protegidos por un arsenal de armas de guerra y con las redes sociales como su principal medio de propaganda.
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El almirante Remigio Ceballos, ministro de Interior, informó al país que también detuvieron a 36 delincuentes de la banda y decomisaron 16 armas de fuego con cargadores, explosivos, nueve coches, 14 motos, 41 radios portátiles, teléfonos celulares y un telescopio. “No permitiremos la presencia en nuestro territorio de terroristas armados”, subrayó el ministro, mientras en las redes sociales se propagaban, a modo de vendetta, las imágenes del rostro cadavérico y ensangrentando del malhechor.
En manos de la policía permanecen ahora lugartenientes y miembros de la banda desarticulada, como “Cabeza de Ajo”, “Orejón”, “Erizo”, “Pantera” y “El Menor”.
Como si se tratara de una versión reducida de Pablo Escobar, “El Conejo” construyó un “sofisticado sistema de control social”, según lo descubierto por la organización InSight Crime. Su banda puso en marcha una fundación, bautizada Pies Descalzos, con la que ayudaba a poblaciones populares con comida y medicamentos, pero que además usaba para atraer a jóvenes a través de actividades deportivas.
“Antes de ser abatido por los cuerpos de seguridad del Estado, El Conejo burló el llamado Sistema Defensivo Territorial, puntos de control, peajes y destacamentos de la Guardia Nacional Bolivariana en más de 600 kilómetros de trayecto entre el centro del país y el estado Sucre, donde se escondía”, destacó Rocío San Miguel, presidente de Control Ciudadano para la Seguridad y las Fuerzas Armadas. Durante sus años de actividad delictiva, expertos en seguridad y dirigentes opositores denunciaron cierta connivencia entre autoridades y estas bandas de delincuentes.
El propio Maduro reconoció el lunes pasado los vínculos de Hernández, alcalde chavista de Las Tejerías detenido durante la purga anticorrupción iniciada la semana pasada, con el criminal abatido. “Está comprobado plenamente en las investigaciones sus vínculos directos con la banda criminal del asesino El Conejo, sus vínculos múltiples, sus negocios, es una cosa increíble”, dijo el mandatario en una transmisión televisiva.
En cambio, el chavismo, a través del almirante Ceballos, prefirió recuperar este viernes el viejo discurso de los “vínculos” de la oposición con las bandas mafiosas, para lo que activaron a su “guerrilla comunicacional” en redes sociales.
“La actividad de estos grupos delincuenciales es promovida desde el extranjero con el envío de armas para generar zozobra en el país y tratar de desestabilizar la paz y la tranquilidad”, manifestó el ministro de Interior.
El alcalde Hernández figura en la lista de los dirigentes chavistas atrapados en las redes de la corrupción, como Joselit Ramírez, superintendente de las criptomonedas; el diputado y exministro Hugbel Roa; varios militares de Petróleos de Venezuela (Pdvsa) y jueces caraqueños. La guerra abierta en el seno del chavismo ha forzado la caída del todopoderoso Tareck El Aissami, hasta hace unos días ministro de Petróleo. Ramírez también era su jefe de despacho y Roa, uno de sus hombres más cercanos.