Cuando Hugo Chávez falleció, en el año 2013, muchos pensaron que sería el principio del fin del chavismo. Una estructura de poder basada en el personalismo no podría subsistir con el líder muerto. Pero ese análisis falló. Chávez tenía todo planeado. Su relación cercana con Cuba le permitió darse cuenta que, así como la revolución castrista, el movimiento bolivariano en Venezuela debía permanecer con él o sin él.
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Por eso, antes de morir eligió a Nicolás Maduro como su sucesor. Aunque al principio no parecía ser el más idóneo, con los años el exsindicalista y excanciller supo empoderarse y neutralizar a sus rivales, además de capear los momentos más críticos gracias a una cúpula que lo sostiene y que, sobre todo, mantiene una red clientelar que opera en todos los sectores y esferas del país.
La cohesión entre los distintos partidos que conforman el oficialista Gran Polo Patriótico ha permitido que hayan cerrado filas en torno a Maduro, pese a las diferencias internas que han tenido. “Esta es una relación donde todos trabajan para mantener a Maduro, y Maduro trabaja para mantenerlos a todos”, dice a El Comercio el consultor político en Caracas, Andrés Silva.
El aliado más obvio ha sido la fuerza armada. Los militares han sido el corazón del chavismo y el régimen ha sabido recompensarlos con altísimos beneficios económicos y puestos claves en ministerios y organismos del Estado, incluyendo el sector petrolero. Maduro tiene en su aliado más incondicional al general Vladimir Padrino López, uno de los hombres más poderosos de Venezuela. Ministro de Defensa desde el 2014, es el que mantiene a los militares a raya por si alguno se atreve a salirse del redil.
De hecho, la mitad de los 301 opositores considerados presos políticos son efectivos de las fuerzas armadas, según la ONG Foro Penal.
El analista venezolano Miguel Ángel Martínez Meucci, profesor de estudios políticos y doctor en Conflicto Político y Procesos de Pacificación, señala a este Diario que las Fuerzas Armadas venezolanas no son instituciones jerárquicas con una línea de comando que va desde la cúspide hasta los estamentos más bajos de la cadena de mando. “Están atomizadas en una cantidad de grupos que responden a criterios territoriales y políticos. No es una fuerza armada convencional, sino cumplen tareas de vigilancia política o de control territorial”, explica. Por eso, añade que no queda tan claro si las fuerzas armadas vayan a seguir a Padrino López en caso que él decida cambiar de opinión.
- 12 ministerios, de los 34 que hay en Venezuela, están en manos de militares, incluidas carteras importantes como Petróleo, Energía, Defensa, Relaciones Interiores y Comercio.
- 50 altos oficiales venezolanos, activos y en retiro, figuran en la lista de sancionados por Estados Unidos.
“Es importante aclara que las fuerzas armadas en Venezuela no ejercen ese papel de árbitro político, como en otros países de América Latina”, precisa Martínez Meucci.
Pese a la vital importancia de los militares, no son ellos los que solamente mantienen a Maduro en el poder. “Las fuerzas armadas son solo una parte del apoyo que tiene”, comenta Silva.
Y es que hay más actores que forman parte del engranaje del madurismo. Está la facción de Diosdado Cabello y la de los hermanos Delcy y Jorge Rodríguez, además de una ficha fundamental: la primera dama Cilia Flores.
Aliados por conveniencia
La relación entre Maduro y Diosdado Cabello siempre ha sido compleja. No es un secreto que se distanciaron luego de que Chávez eligiera a Maduro para sucederlo, dejándolo al exmilitar en un segundo plano. No obstante, Cabello siguió tejiendo una importante red de influencia en el régimen gracias a los puestos claves que su familia consiguió en instituciones estatales, como el Seniat (Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria) que es controlado por uno de sus hermanos.
Sin embargo, la grieta con el mandatario se amplió cuando el presidente pasó al retiro a 53 militares que eran cercanos a Cabello con el fin de neutralizar su influencia.
El capitán -que tiene fuertes vínculos con las fuerzas armadas por su pasado militar- controla aún el PSUV, el partido oficialista, y fue uno de los brazos importantes de la reciente campaña electoral. Se le suele decir el “número dos del chavismo”, pero en realidad no forma parte del círculo íntimo de Maduro. El presidente sabe que lo necesita, y Diosdado necesita seguir cerca del poder para no terminar tras las rejas: la DEA ha ofrecido 10 millones de dólares por él por, supuestamente, participar en una “conspiración narcoterrorista corrupta y violenta entre el Cártel de los Soles y las FARC”.
“La rivalidad entre Maduro y Diosdado siempre se ha mantenido, pero en el fondo los dos han entendido que es mejor estar juntos que peleados, porque si se pelean el sistema puede colapsar”, señala Martínez Meucci.
El círculo íntimo
Una familia clave en la cúpula del madurismo es la de los Rodríguez Gómez. Los hermanos Delcy y Jorge han sido baluartes durante los años de Hugo Chávez, y su influencia ha crecido más con Nicolás Maduro convirtiéndose en los líderes de la facción civil. Ambos han tenido cargos muy importantes en los 25 años del chavismo y son vistos, por muchos, como los herederos del régimen en caso de que Maduro salga del gobierno.
La familia del aún mandatario también forma parte de esta cúpula de hierro. Cilia Flores, llamada la ‘primera combatiente’, fue procuradora general de la República y fue la primera mujer en presidir la Asamblea Nacional bajo los mandatos de Hugo Chávez. Se dice que es una de las personas más influyentes en el régimen y no deja de acompañar a su esposo en todos los actos públicos.
Tareck El Aissami era uno de los funcionarios más poderosos y cercanos a Nicolás Maduro. Llegó a ser vicepresidente, ministro de Petróleo y presidente de PDVSA, la estatal petrolera. Pero su tiempo de bonanza terminó en el 2023 cuando sorpresivamente anunció su renuncia a PDVSA, luego de descubrirse una trama de corrupción por un desfalco de 23 mil millones de dólares.
Durante casi un año no se supo nada de él, pero finalmente fue arrestado en abril pasado acusado de traición a la patria, apropiación de patrimonio público y tráfico de influencias.
Los vínculos de El Aissami, de familia siria, permitieron reforzar los lazos de Maduro con Irán y Siria, dos de los aliados del régimen.
“Hay un juego de poder entre los militares, los civiles, los cubanos (que ya no se ven tanto como antes, pero siguen siendo influyentes), además de los intereses rusos e iraníes. Es una madeja muy extraña, con ramificaciones con actividades delictivas. Es un gobierno que no se ocupa de las políticas públicas, y donde cada uno tiene que cuidarse del que está al lado”, asevera Martínez Meucci.
Efectivamente, es una maraña extraña y muy opaca, pero eficiente para sus intereses que ha logrado echar raíces y que no cederá tan fácilmente su cuota de poder. No sabemos por cuánto tiempo más.