Este quinquenio legislativo parece estar decidido a romper todos los récords negativos posibles. Pero el más peligroso de todos podría ser el elevado número de cambios de camisetas. En apenas tres años de gestión, en El Comercio hemos identificado casi 90 cambios y todo hace indicar que aún quedan varias movidas por verse en lo que resta del período.

Existen dos eventos coyunturales que han contribuido a esta situación. El primero ocurre todos los años, entre junio y julio, debido a la elección de la que, además, viene acompañada de las negociaciones por las presidencias de comisiones. La lógica es bastante matemática: cuanto más miembros tenga una , mayor es la posibilidad de obtener un cupo en la Mesa Directiva, y aumenta su posibilidad de presidir más comisiones (e incluso exigir tener el control de los grupos más codiciados). Este año, esto se ha visto reforzado con la coyuntura del cronograma electoral que arrancó el pasado 12 de julio, con el cierre de afiliaciones, lo que obligó a varias definiciones partidarias.

Pero deberíamos abordar la problemática del cambio de camisetas desde la flexibilidad reglamentaria que le permite a un congresista mudarse hasta de cinco bancadas en apenas tres años (es el caso de Segundo Acuña). Todo esto parte del error que se cometió en el 2016 al modificar la reforma aprobada para evitar el transfuguismo. En ese entonces, el Tribunal Constitucional objetó la norma del y los parlamentarios aprovecharon eso para flexibilizar la normativa.

El reglamento solo permite mudarse entre bancadas “por motivos de conciencia”. Sin embargo, las renuncias nunca son motivadas ni fundamentadas, solo se limitan a consignar la frase “por motivos de conciencia” y estas son aceptadas sin mayores reparos por la Oficialía Mayor.

La solución debería pasar por restaurar una normativa más drástica, que impedía conformar nuevas bancadas con nombre y recursos propios. Todo aquel congresista que quiera renunciar debería conformar un grupo especial para fines prácticos de presentación de proyectos y garantizar su participación en las comisiones (aunque esto lo garantiza el mismo reglamento).

Algunos especialistas coinciden en que se debería ir más allá y apostar por una reforma constitucional para habilitar que la renuncia a una bancada pueda abrir paso al ingreso del accesitario del partido. No es errado cuando se alega que el escaño pertenece al partido y no al congresista (puedes ser el más votado en una región, pero, si el partido no pasa la valla, no se obtiene un escaño).

No es factible pensar que este Congreso reformará el reglamento para moderar el transfuguismo sin control. Pero empecemos a poner el tema en agenda para el próximo quinquenio. De lo contrario, seguiremos viendo a los Pasos Perdidos como un mercado persa entre junio y julio de cada año.


*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Martin Hidalgo Bustamante es Jefe Editorial