Martín  Tanaka

Vivimos en una situación de entrampamiento político, podría ser útil intentar descomponerlo un poco, para descifrarlo mejor.

En un extremo, tenemos a un sector de derecha extremista que nunca aceptó el resultado de las elecciones, que mantuvo la narrativa de un fraude a gran escala sin evidencia alguna, y que además, también sin mayor evidencia, denuncia la existencia de un sofisticado plan del comunismo internacional (¿?) para adueñarse del país e implantar un sistema totalitario. Este discurso tiene la ventaja de su simpleza y rotundidad, pero no es capaz de encauzar el rechazo que genera el de Pedro Castillo porque se pone prácticamente fuera de la legalidad constitucional y porque en realidad, su prioridad no es tanto controlar al Gobierno, sino sacar adelante una agenda conservadora. Además este sector, si bien tiene presencia callejera y extraparlamentaria (en algunos medios de comunicación y redes sociales, principalmente en Lima, en sectores medios y altos), tiene como limitación que su representación parlamentaria no solo está dispuesta a llegar a acuerdos con el ala más extrema de Perú Libre en cuanto a agendas conservadoras y “anticaviares”, sino también, por supuesto, priorizar su sobrevivencia como parlamentarios por encima de cualquier otra cosa.

En el otro extremo, tenemos a la izquierda más radical, expresada políticamente en Perú Libre. Este partido declara aspirar a una revolución socialista, inspirada en el marxismo-leninismo, pero en realidad no controla el Gobierno y tiene una bancada mucho más fragmentada y pragmática de lo que quisiera. Con todo, esa fuerza parlamentaria le alcanza para presionar al Ejecutivo para ocupar sectores del Estado, acceder al empleo público y fortalecer sus redes clientelísticas, así como para desplazar a sectores de izquierda más moderados, en curiosa alianza con la derecha extrema. Su líder Vladimir Cerrón debe ser consciente de que la agenda radical le alcanza para afianzar un espacio, pero que al mismo tiempo limita su crecimiento. Podría intentar construir un gran frente de izquierda para enfrentar a la derecha, pero parecen privilegiar sus rencillas de corto plazo con la izquierda más moderada.

Sectores de oposición al Gobierno desde posiciones liberales que cuestionan su ineficacia, sus concesiones a lógicas populistas, el desmantelamiento de la administración pública, y los claros indicios de corrupción al más alto nivel, buscan salidas institucionales, como el recorte del mandato del presidente y del Congreso, pero esto implica una reforma constitucional que debe ser aprobada por el propio , en el que prácticamente no tienen representación. Además, enfrentan el dilema de quedar subordinados a la derecha extrema si privilegian la oposición a Castillo, o desmarcarse de ella apareciendo como débiles y sin propuesta frente al Gobierno. Es el mismo problema que enfrentan sectores de izquierda institucionalistas, con el matiz de que afrontan el dilema de defender al Gobierno de Castillo por su origen popular y mayor respaldo relativo entre los más pobres de los embates de la derecha, pero aparecer como cómplices de sus fechorías, o intentar construir una alternativa, que no existe ahora, al carecer de fuerza parlamentaria propia.

El bloque castillista en el Parlamento, distante del cerronismo y de la derecha extrema, podría intentar construir una alternativa que implique forjar un Gobierno más eficaz y con una orientación de izquierda, pero claramente no tiene ni los cuadros ni las capacidades para construir una salida política de ese tipo. Y el propio presidente parece conspirar contra ese camino, que acaso sería el que más le convendría. Dada esta limitación, oscila entre juntarse con la izquierda extremista para enfrentar a la derecha, o con la derecha más moderada para criticar las tropelías del Gobierno. Pero es víctima de la falta de rumbo del propio presidente.

En general, como país democrático, deberíamos apostar por una dinámica institucional de relación entre Gobierno y oposición; por hacer que las instituciones de control funcionen para contrapesar, fiscalizar y limitar al Gobierno. Y presionar sobre nuestra representación en el Congreso para que ejerza sus funciones con propiedad.

Martín Tanaka Profesor principal en la PUCP e investigador en el IEP

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