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Dictadura y corrupción
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Juan Carlos I, que por un caso de corrupción abdicó el trono de España en favor de su hijo, el actual rey Felipe VI, dijo en una entrevista que Pinochet le pidió seguir el camino trazado por Francisco Franco, el tirano que duró muchos años en el poder. Felizmente Juan Carlos no le hizo caso y apoyó un proceso de democratización y modernización que colocó a la nación ibérica entre los diez países más desarrollados y progresistas del mundo.
Hay dictaduras que duran mucho por diversas circunstancias, en cambio otras caen y se restablece la democracia. En el Perú, nuestra política ha sido históricamente pendular. Hemos pasado de gobiernos democráticos a gobiernos militares o cívico-militares y viceversa. Hemos tenido golpes de Estado de diversos signos ideológicos. Los gobiernos militares en su mayoría fueron de derecha y apoyaron grupos oligárquicos, pero también tuvimos de izquierda. Hemos probado de todo.
Sin embargo, presidentes golpistas e incluso aquellos que se corrompieron en democracia han estado o están en prisión, lo que es una vergüenza, pero a la vez un resultado positivo por saber que en democracia se castiga a los golpistas y corruptos. El Perú es una nación paradojal y surrealista.
Pedro Castillo finalmente fue condenado por el delito de conspiración por intentar una rebelión contra la democracia que él disfrutó para llegar al poder, pero felizmente fracasó porque las Fuerzas Armadas no le hicieron caso y, como se sabe, no puede haber un golpe de Estado sin el uso de la fuerza.
Según una encuesta de Datum, el 41,9% estaría de acuerdo con “un líder que tome decisiones prontas, aunque para eso no respete las reglas”; sin duda, un porcentaje muy alto y peligroso para una democracia débil como la nuestra. Otro caso es el de Vizcarra, recientemente condenado por corrupción, que también cerró el Congreso, además del pésimo manejo que tuvo su gobierno para tratar la crisis que produjo la pandemia. Ese golpe velado por una interpretación jurídica inconsistente fue aprobado por la mayoría de la población.
El Perú sufre tres amenazas: una alta tendencia hacia el autoritarismo, la corrupción y el aumento de la delincuencia organizada, que deben resolverse sin atentar contra la democracia, sino dentro del Estado de derecho y el estricto cumplimiento de la ley.
No somos el único país donde hay presidentes en la cárcel, la corrupción no tiene ideología. Para que el Perú supere sus paradojas políticas solo se requiere una cosa: tener gobernantes democráticos, éticos y eficientes. Si vamos por este camino, habremos iniciado una nueva y mejor historia.

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