Renato Cisneros

Lo desgarrador tiene un sonido mutable. Aparece en la voz sombría de un padre rabioso que cuenta que se enteró del asesinato de su hijo por una transmisión en vivo de las redes sociales. O en el susurro triste de una abuela que evoca al nieto de quince años cuya vida fue segada por una bala que –disparada a larga distancia– lo impactó entre un hombro y el cuello.

O en el grito iracundo de una hermana que narra cómo su hermano, luego de salir de casa a recargar su celular, acabó muerto por un proyectil lanzado por un fusil de asalto. O en la protesta indignada de una mujer que corrió al hospital al enterarse de que su esposo se encontraba allí, en la sala de operaciones, después de que una bala le destrozara los riñones, el hígado y el páncreas, y que a las horas regresó a su casa sola, convertida en viuda, cargando en una bolsa los órganos malogrados por la pólvora que le extirparon a su compañero. Ese mismo día, a esa mujer le esperaba otra desgracia: la pérdida de los mellizos que llevaba en el vientre, que no soportaron la falta de sangre que ella había donado más temprano esperando salvar al marido.

Todas esas voces tienen nombres propios y un contexto común: las protestas sociales desatadas en varias ciudades del país en diciembre de 2022, luego del fallido golpe de Estado de Pedro Castillo y la asunción presidencial de Dina Boluarte. Aquellas movilizaciones fueron reprimidas por la policía y el Ejército con desproporcionada violencia (aunque no tanta como la sugerida por el abogado Ernesto Blume, según confesión propia), y producto de esa acción desmedida, veintidós compatriotas que salieron a manifestarse acabaron muertos (un número que escalaría en los primeros meses del 2023).

Minuciosas investigaciones periodísticas, como las ofrecidas por IDL Reporteros u Ojo Público, han brindado detalles de esos crímenes. También el periodista Américo Zambrano ha recogido los pormenores de cada una de esas historias en su valioso libro Nuestros muertos (Aguilar, 2024). Esos reportajes –escritos, fotográficos, audiovisuales– han sido cruciales para que los peruanos sepamos lo que sucedió en ciudades como Apurímac, Ayacucho o Juliaca. Recuerdo haberlos leído y visto con el corazón en la boca, haciéndome preguntas que no han sido resueltas acerca de la injusticia, la desigualdad, el racismo, el odio y el abuso de poder.

Sin embargo, recién hace unos días, después de escuchar el quinto y sexto episodios del podcast documental “El estallido invisible”, he comprendido mejor la terrible magnitud de lo ocurrido a fines de 2022 en esos pueblos que casi siempre son noticia por razones trágicas. Ahí se oyen, en primerísimo plano, las voces de los heridos, el ruido de las balas, los pedidos de auxilio, las súplicas de los deudos, el recuento sonoro del horror. También se oye la opinión de diferentes autoridades y el comentario de varios analistas, todo envuelto en una narración –a cargo del actor Pablo Saldarriaga y la poeta Valeria Román– que no es indiferente al relato y que no duda en tomar posición cuando corresponde.

El material es tan potente, tan impactante que tendría que escucharse en parlantes de gran tamaño, día y noche, en las plazas y oficinas públicas del Perú hasta que el ciudadano más indolente (el ministro de educación, por ejemplo) quede mínimamente sensibilizado. La contundencia de los testimonios haría que el defensor más obtuso de argumentos como «se mataron entre ellos», «son terroristas» o «eso les pasa por violentos», acabaría cuestionando las versiones que hasta hoy ha dado por ciertas. Porque así como es innegable que en esas protestas hubo individuos que provocaron destrozos y cometieron delitos – y que debieron ser identificados, detenidos y encarcelados–, también es innegable que los agentes del orden dispararon contra ciudadanos desarmados que no estaban en la primera línea de la movilización; es más, algunos ni siquiera participaban de ella.

Bajo la dirección de Gonzalo Benavente (creador de La Revolución y la Tierra) y Grecia Barbieri, y con la música de Santiago Pillado, el Estallido invisible se estrenó el pasado 10 de octubre con un primer episodio que intenta explicar cómo diablos el país engendró la crisis política y social en la que aún naufraga. Para lograrlo, el guion se remonta al 2016, pero también viaja al siglo pasado, e incluso más atrás, con el fin de explicar la raíz de los encontronazos de la actualidad. En muchos pasajes, esa narración se alterna con fragmentos esenciales de libros de Manuel Scorza, Magda Portal, María Emilia Cornejo y Mario Vargas Llosa, cuyas reflexiones luminosas, y en algunos casos proféticas, le brindan a cada episodio una hondura que el oyente agradece.

Este podcast demuestra cuán fundamental resulta para una sociedad como la nuestra revisar el pasado reciente, pero poniéndolo en perspectiva, aislando los prejuicios y tensiones del momento. Quizá la revisión no alcanza para cerrar las heridas abiertas, pero sí para comprender su origen, haciendo visible por una vez lo que muchos quisieran borrar para siempre.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.



Renato Cisneros es escritor y periodista

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