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El piso no democrático del 2026
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La revelada disyuntiva de Hernando de Soto de mantener su candidatura presidencial por el partido Progresemos, siempre que este respete sus postulados democráticos o renunciar a la misma para evitar que sea usada como carreta para la llegada al Congreso de judicializados postulantes, debe zanjarse, angustiosamente, en los próximos días.
La otra disyuntiva que igualmente pone a prueba a un partido político como Perú Primero es si Martín Vizcarra retirará finalmente su candidatura presidencial, a causa de su inhabilitación política o seguirá desafiando a la ley, inclusive figurando en las encuestas, como la reciente de CPI, que le da el 15,1 % de preferencias.
Ni las tribulaciones de Hernando de Soto, para quien los “partidos-vientres de alquiler” no son un fenómeno nuevo por conocer, sino un viejo harto conocido ni la desvergüenza y algo más del expresidente Vizcarra, para quien parece no significar nada las nefastas consecuencias de sus reformas políticas, debieran llamarnos a sorpresa, pues son parte de nuestra falla histórica: no haber podido insertar la democracia en el cuerpo social del país, como los colonizadores españoles lograron insertar el cristianismo. Nos sobraron misioneros cristianizando nuestra sociedad. Nos faltaron políticos democratizándola.
Lo que pasa con De Soto y Progresemos y con Vizcarra y Perú Primero va más allá de la anécdota y la coyuntura. Cuántos casos más hay por revelar y por descubrir mientras el JNE se alista a pasar por su prueba de fuego: la disyuntiva de hacer lo que puede (lo más fácil) o hacer lo que debe (lo más difícil).
Una sociedad mayoritariamente no democrática como la peruana difícilmente va a producir ni menos garantizar a corto o mediano plazo el funcionamiento de un deseable y satisfactorio sistema democrático institucional. Tan democráticamente fallida es nuestra sociedad de base como democráticamente fallida es nuestra institucionalidad que la expresa.
Sin embargo, no nos engañemos: no estamos ante una sociedad no democrática que reclame dictaduras y autoritarismos per se y se muestre tolerante y complaciente con la supresión de las libertades, el abuso del poder y la afectación de los derechos humanos. Dada a elegir entre regímenes y situaciones de libertad y democracia y regímenes y situaciones de censura y opresión, ha optado siempre por lo primero.
Su reclamo es distinto: fiel a su idiosincrasia, reclama un caudillismo democrático, sincero y carismático, que respete su libertad, su propiedad y su bienestar, y resuelva los problemas del país que más directamente la afectan como la falta de acceso eficiente y equitativo a los más sensibles servicios.
El piso no democrático del 2026 electoral encierra precisamente el desafío de conocer mejor la profunda realidad social en la que se mueve el país, y de dar a la democracia el real y efectivo sentido que no la tiene, precisamente a la luz de esa realidad transformada difícil de entender.

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