Ahora que está terminando el 2023, mucha gente ve un futuro sombrío para su país y para el mundo. Pero, desde una perspectiva histórica, no se justifica tal pesimismo sobre el futuro a largo plazo.
Es cierto que el 2023 será recordado por acontecimientos horribles, como el ataque terrorista de Hamás y la guerra entre Israel y Hamás que se inició acto seguido, o el segundo año de la invasión no provocada de Rusia a Ucrania.
El ataque de Hamás, que mató a 1.400 israelíes, en su mayoría civiles, incluidos 240 jóvenes que asistían a un concierto de rock, fue uno de los actos de violencia más salvajes de los últimos tiempos. Los terroristas no solo mataron intencionalmente a civiles inocentes, sino que también tomaron como rehenes a abuelos y niños, violaron y mutilaron a mujeres y, según los socorristas, quemaron bebes.
Y también es cierto que hay amenazas tecnológicas y políticas en el horizonte cercano. Es probable que la inteligencia artificial multiplique enormemente las noticias falsas y produzca un mayor caos en todas partes. Y el expresidente estadounidense Donald Trump, un mentiroso compulsivo que intentó dar un golpe de Estado tras perder las elecciones del 2020, podría ganar las elecciones estadounidenses en noviembre.
Pero, a pesar de todos estos hechos preocupantes, el mundo está mejor que en siglos pasados. Vean los siguientes datos, que pueden encontrar en el sitio web Ourworldindata.org de la Universidad de Oxford:
Primero, aunque casi 200.000 rusos y ucranianos han muerto desde que Rusia invadió Ucrania en el 2022 –y cada muerte es una tragedia–, hay menos víctimas de guerras hoy que en el siglo pasado. Se estima que 7,1 millones de personas murieron en la Primera Guerra Mundial (1914 a 1918), 21 millones de personas murieron en la Segunda Guerra Mundial (1939 a 1945) y un millón murió en la guerra de Vietnam (1955 a 1975). Estas cifras contradicen a quienes afirman que el mundo es cada vez más violento.
Segundo, la gente vive mucho más tiempo. Por extraño que parezca, en 1900 la esperanza de vida media de un recién nacido en todo el mundo era de 32 años. Hoy son más de 71 años en todo el mundo y más de 77 años en los países desarrollados. Esto es el resultado, entre otras cosas, de importantes mejoras en la atención sanitaria del parto, el agua potable, los antibióticos, las vacunas y la nutrición.
Tercero, y aunque también nos suene extraño a muchos, la gente trabaja menos que antes. Nuestros antepasados trabajaban más de 70 horas a la semana, seis días a la semana. La semana de 40 horas es un fenómeno relativamente nuevo que comenzó a mediados del siglo XX.
Un número creciente de países –entre ellos Holanda y Dinamarca– ya tienen semanas laborales de 34 horas, o están a punto de adoptarlas. Y, con la reciente llegada de ChatGPT y otros programas de inteligencia artificial generativa, la mayoría de las tareas aburridas y repetitivas serán reemplazadas por computadoras.
A pesar de estas impresionantes señales de progreso humano, una encuesta anual de Gallup en 142 países muestra que el porcentaje de personas que sienten estrés, tristeza, ira y preocupación ha aumentado constantemente del 24% en el 2006 al 33% en el 2022. Quizás sea debido a la ansiedad causada por las redes sociales, o a una creciente epidemia de soledad, u otros factores, pero hay una ola de descontento en el mundo.
Mi respuesta a los pesimistas es hacerles una pregunta muy sencilla: si te duele una muela por una carie, ¿preferirías haber ido al dentista hace 200 años, cuando no había anestesia y te sacaban los dientes con una pinza, u hoy? Hasta ahora nadie me ha dicho que preferiría haber ido hace 200 años.
Además de dar una perspectiva histórica más acertada, el optimismo ayuda a vivir más y mejor. Un estudio del 2019 basado en más de 70.000 personas publicado por la revista de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos mostró que los optimistas viven entre un 11% y un 15% más que los pesimistas.
Otros estudios que cito en mi nuevo libro, “¡Cómo salir del pozo!”, muestran que las personas que piensan positivamente tienden a ser más enérgicas, productivas y felices que aquellas que piensan negativamente.
Es cierto que el progreso humano no es una línea ascendente continua. Hay altos y bajos, como la Segunda Guerra Mundial, y acontecimientos trágicos más recientes. Pero la tendencia histórica general es positiva. No debemos olvidar eso al entrar en el 2024. ¡Felices fiestas!
–Glosado y editado–
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