h
h
Patricia del Río

Navidad está por llegar y en nuestro querido Perú los pastores no van a Belén, los peces no beben en el río y las campanas sobre campanas no se escuchan en ninguna parte. 

Luego de que se revelara que Odebrecht le pagó a la empresa Westfield Capital de PPK más de 700 mil dólares por consultorías, cuando nuestro presidente era ministro de Estado, podemos ir olvidándonos por un tiempo de nuestras noches de paz. La situación crispada por la que atravesábamos acaba de pasar de endeble a peligrosísima, y ante una situación tan delicada como esta, nuestro país necesita, más que nunca, instituciones fuertes que actúen con cabeza fría y prudencia para tomar medidas justas y proporcionadas. Sin embargo, los últimos enfrentamientos del Congreso con el fiscal de la Nación y con el Tribunal Constitucional no nos ofrecen mucha esperanza.  

Un poder Ejecutivo en capilla, un Ministerio Público amenazado, un Tribunal Constitucional contra las cuerdas y un Poder Judicial al que se le considera héroe o villano, dependiendo de a quién le ajusta las clavijas, es el peor escenario para enfrentar una crisis que afecta directamente al presidente de la República pero repercute perversamente en la vida de todos los ciudadanos.  

Ante este vacío de poder, el hueco lo va a copar la bancada mayoritaria de Fuerza Popular y ahí está nuestro mayor problema: lo que se viene. Las posibilidades de un juicio político contra el presidente para declarar su vacancia o de una renuncia están a la vuelta de la esquina, y si tal cosa ocurre, el fujimorismo pasará de fortachón a todopoderoso. Lo preocupante es que en este contexto resulta difícil pronosticar si será capaz de dejar de actuar con sed de venganza y asumirá el rol responsable y sensato que tanto vamos a necesitar. 

Si nos atenemos a lo que hemos visto hasta ahora, podemos abandonar toda esperanza. La prepotencia, la arbitrariedad y el insulto han sido la marca registrada de Fuerza Popular. De acuerdo con que esos son pecados veniales si los comparamos con que un presidente le mienta a la nación en medio de uno de los escándalos de corrupción más grandes del mundo, pero eso no quita que nos enfrentamos a la aterradora posibilidad de que el partido de los Fujimori vuelva a confundir liderar con mandonear, autoridad con prepotencia y democracia con dictadura. 

¿Qué podría controlar la altísima fiebre de poder que amenaza con apoderarse de la bancada naranja? Por un lado, la vigilancia ciudadana y, por otro, el balance de poderes. Con un TC firme que ponga freno a cualquier intento de violar nuestra Constitución, con un Ministerio Público independiente al que no se le pretenda dirigir las investigaciones, con un Poder Judicial sólido al que no se le vapulee cada vez que aplica una medida o da permiso para una diligencia podríamos recuperar la confianza en un futuro que inevitablemente será agitado, pero que no tiene por qué ser caótico.