
La publicación del cronograma para las elecciones del 2026 marca el inicio del fin del nefasto paso por el poder de la plancha de Perú Libre. Ello nos deja un país que ha perdido mucho de la ilusión de un mejor futuro colectivo y que se resigna al sálvese quien pueda y como pueda.
La posibilidad de que esto se revierta en el 2026 se reduce por las reglas del proceso electoral, siendo el principal responsable un Congreso que eliminó los filtros que impedían un aluvión de “partidos”. Así, a la fecha hay 41 inscritos y 32 que pueden subsanar observaciones hasta el día de la convocatoria, la que no puede pasar del 12 de abril.
Si en el 2021, con 18 candidatos, los dos contendientes que pasaron a la segunda vuelta obtuvieron sumados el voto del 19% de los electores hábiles, cabe suponer que esta vez la dispersión será aún mayor. Ello, cuando si algo necesitamos es un gobierno competente, sensato y honesto, pero a la vez fuerte por la cantidad de ciudadanos que lo respaldaron y capaz de construir una mayoría sólida en el Congreso.
La única salida que encontraron para reducir las consecuencias de tamaña irresponsabilidad fue que, si los partidos van solos, la valla electoral, para no perder su inscripción, sea del 5% y que suba al 6% para alianzas de varios partidos.
Hay que ser realistas. La posibilidad de que con esta curita haya varias alianzas y de múltiples partidos que reduzcan significativamente las candidaturas presidenciales es casi inexistente. Cada vez que se pregunta sobre ello la respuesta estándar es “estamos conversando con varios, pero no hay nada definido” y, si se pide precisiones, el cliché es “preferimos no revelarlo, para no perjudicar el proceso”.
Complica más conseguirlo cuando contra toda lógica la competencia entre precandidatos (que se dará en muy pocos partidos) se hará recién en las primarias de noviembre, cuando las alianzas tienen que haberse inscrito en mayo.
Por lo dicho, me parece realista asumir que habrá entre 40 y 50 candidaturas presidenciales y sus correspondientes para el Senado y Diputados.
¿Quiénes buscarán nuestro voto? Para empezar, las diez organizaciones que consiguieron representación en el Congreso. A ellas se suman congresistas en funciones que tienen ahora su partido, por ejemplo: Unidad y Paz de Roberto Chiabra o Voces del Pueblo de Guillermo Bermejo.
Se añaden los “históricos” que han logrado su reinscripción, notoriamente el Apra, el PPC y el Frepap. También los excandidatos a la presidencia en el 2021 que van a la lid bajo nuevas banderas, por ejemplo: Hernando de Soto con Progresemos, Yonhy Lescano con Cooperación Popular y Verónika Mendoza con Nuevo Perú.
Varios otros fueron promovidos por funcionarios públicos que tuvieron notoriedad en su momento. Ejemplos: Pedro Cateriano (Libertad Popular), Fiorella Molinelli (Fuerza Moderna), Jorge Nieto (Partido del Buen Gobierno) y Alfonso López Chau (Ahora Nación). Asimismo, sin cargo, pero con mucho poder, Nicanor Boluarte (Ciudadanos por el Perú).
Hasta los golpistas pueden terminar candidateando si culminan su inscripción. Pedro Castillo tiene a Todo con el Pueblo y Aníbal Torres a Adelante Pueblo Unido.
Al menos a mí, los líderes ‘visibles’ de muchos de los demás inscritos o en proceso de serlo, me son absolutamente desconocidos.
Si llegamos a los 50 partidos inscritos y pocas alianzas, requeriríamos saber, al menos, el nombre de 45 candidatos a la presidencia y de sus vicepresidentes; estos últimos porque usualmente terminan gobernándonos.
Si eso ya linda con lo imposible, sepamos que, por ejemplo, en Lima tendremos 1.620 candidatos a diputados haciendo propaganda (45 x 36) y 1.530 candidatos al Senado (45 x 34).
Si ya la sensatez nos abandonó, que esta vez la suerte nos acompañe.

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