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Luego de la revolución de la independencia del reino de España hace más de 200 años, los primeros peruanos libres escogieron ser una república en lugar de una monarquía constitucional. Sin embargo, la mayoría de la población en esa época era indígena (60%) y no gozaba de los mismos derechos civiles, políticos y económicos del resto de la sociedad. Ello llevó al historiador Flores Galindo a acuñar la frase “república sin ciudadanos”.
Las promesas de libertad, igualdad y bienestar de los primeros ideólogos peruanos de la república, luego de 200 años –lamentablemente– no se alcanzaron aún.Hoy en día, la ciudadanía votante no tiene altos niveles de bienestar. El ingreso mensual promedio del peruano es de apenas S/1.537, según la Encuesta Nacional de Hogares (Enaho) del 2024. Y el 30% de los votantes no tiene educación secundaria completa. Parece que seguimos siendo una “república sin ciudadanos” más que “ciudadanos sin república”.Cuando se constató que la presidenta Boluarte se mantendría en el poder a fines del verano del 2023, y que se seguirían políticas económicas más razonables que las ejecutadas por su predecesor Castillo, las expectativas empresariales –que mide el Banco Central sobre la economía para los próximos 12 meses– comenzaron a dejar el terreno pesimista y con el correr de los meses alcanzaron niveles máximos, no observados desde la prepandemia.
Los hombres de negocios –como la mayoría de la población– prefieren un cuadro de estabilidad política. Sin embargo, incluso si él o la mandataria –en este caso– no es muy popular, pero la economía sigue dinámica, las expectativas empresariales seguirán altas. Por ejemplo, la sola duración de la presidenta Boluarte permitió la adjudicación de concesiones y asociaciones público-privadas en montos no vistos desde antes de las crisis políticas (2016).Estas expectativas empresariales para los próximos 12 meses siguen en máximos, incluso para los meses de junio a noviembre del 2026, cuando ya tengamos un nuevo gobierno elegido y en plenas funciones.
Implícitamente, los gerentes que responden estas encuestas esperan que no gane un candidato de izquierdas y/o que no se atente contra el modelo económico. Se espera más bien un período de relativa mayor estabilidad política durante los próximos cinco años.
Pueden parecer buenos deseos; sin embargo, se fundan en el momento actual. En estas elecciones los votantes demandan seguridad ciudadana y más empleo. Estas banderas son usuales de las derechas más que de las izquierdas. Por ello, los vientos de la política corren –en esta ocasión– en favor de los candidatos de las derechas. A estas alturas, es probable que sean dos de este sector los que pasen a la segunda vuelta. Sin embargo, no se puede descartar que un candidato de las izquierdas crezca hacia fines del verano y pueda alcanzar a pasar a la segunda vuelta.
Si ganase un candidato de derechas, con un buen equipo de gobierno y con buenas políticas públicas, y se alcanza un período de estabilidad política, es posible que la economía peruana logre acelerarse, digamos, hacia un 4,2% durante el próximo período de cinco años. En su defecto, un candidato radical de izquierdas ahuyentaría a la inversión privada y la economía podría crecer, digamos, 1,8%. En el primer caso, al fin del período de gobierno la economía podría ser 22,8% más grande que al inicio de este. En el segundo caso, la economía sería apenas 9,3% más grande. Estos son dos mundos distintos. Ello tiene implicancias directas sobre el empleo, los salarios y la pobreza.
Todos los peruanos venimos votando desde apenas hace 45 años. Nuestra democracia es joven. Ojalá no nos equivoquemos masivamente y esta vez escojamos al mejor gobierno posible dentro del gran y modesto menú.

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