“Hoy se recupera la dignidad de Talara y la dignidad del Perú”, dijo el presidente Humala al poner la primera piedra en lo que será la nueva refinería de Talara.
¿En qué momento se había perdido la dignidad? No sabía que se había perdido la nacionalidad de Talara y Petro-Perú. Y, no obstante, el presidente exclamó en tono patriótico: “¡Basta ya! Talara y Petro-Perú es (sic) peruano (sic)”.
El jefe del Estado criticó la política privatizadora del gobierno de Fujimori y su pretensión de privatizar Petro-Perú y “extranjerizar Talara”. Recordó a Túpac Amaru descuartizado y aludió al eslogan velasquista: “El patrón ya no comerá de tu pobreza”.
No ha sido la mejor presentación del proyecto de modernización de la refinería de Talara. A no ser que por “modernización” el presidente entienda un retroceso hasta la década del setenta y el catastrófico resultado económico de la dictadura militar.
La modernización de la refinería es imprescindible. Y es imprescindible, además, convocar al capital privado y extranjero para ello. ¿O es que prefiere el gobierno financiar 3.500 millones de dólares?
El señor Humala sabe que eso no es posible. También sabe o debe saber que el capital nacional no maneja por sí solo este tipo de cifras. Por eso el esquema planteado por el gobierno solicita la participación del capital privado incluso en el accionariado de Petro-Perú.
El ex presidente de Petro-Perú Humberto Campodónico ha dicho que se debe reducir la apertura del accionariado que plantea la ley de hasta 49%. En todo caso, el gobierno debe explicar por qué se pasó de un 20% inicial a un 49%.
Lo más importante en este proceso es la transparencia: es importante ante la población y ante los inversionistas. Si se hace bien, el valor actual de la empresa aumentará luego del proceso de modernización.
Un esquema normal en estos casos es abrir una porción de acciones a precios actuales y reservar un segundo paquete para cuando la empresa valga varias veces más. A no ser que se quiera regalar el negocio a determinados particulares.
El Petro-Perú de hoy no es el Petro-Perú de Alan García I. Está conducida por técnicos y no por políticos. No vive del subsidio, y el negocio que plantea permite convocar el concurso de inversionistas privados.
El capital privado, sin embargo, debe concursar de la manera más abierta y transparente posible. Lo peor es un esquema de alianza de privados con el Estado a espaldas del mercado o de la población.
Lo determinante es el uso de los recursos. Eso no se puede hacer sin capital. El capital, como es obvio, no cae del cielo. Busca utilidad.
Una financiación a través de capitales privados tiende a la racionalidad de su uso. La financiación a través de mecanismos políticos nos aleja, en cambio, de esa disciplina.
El gobierno de Fujimori vendió grifos; el de Humala quiere vender acciones. La diferencia no está en el afán privatizador. Debe verse en el grado de transparencia.
A Túpac Amaru mejor hay que dejarlo descansar en paz.