Editorial El Comercio

Estamos a pocas semanas de que se elija la nueva Mesa Directiva del Legislativo y, como todos los años, los voceros de las distintas bancadas presentes en el hemiciclo afirman que sería muy prematuro anunciar a estas alturas entendimientos entre ellas y candidaturas compartidas.

Se trata, por cierto, de afirmaciones que, sin sorprender, preocupan, pues cualquiera pensaría que una decisión tan seria tendría que ser el resultado de un largo proceso de negociaciones y planteamientos de lo que se quiere hacer durante los próximos 12 meses en ese poder del Estado. Eso es lo que se esperaría, sobre todo, cuando venimos dejando atrás una gestión como la encabezada por el congresista , de Alianza para el Progreso (APP), que no se caracterizó por su transparencia y que supuso, como tantas otras, la protección embozada de conductas individuales y colectivas de los llamados padres y madres de la patria que explican por qué la aprobación del Parlamento en las diferentes encuestas nacionales . La voluntad de dejar todo para el último momento es, en el fondo, una expresión de un ánimo de dejar también todo como está.

Dicho esto, hay que precisar que, por más que se los niegue, algunos cubileteos ya se vienen produciendo. Se los distingue, por ejemplo, en los afanes de los antiguos miembros de la bancada de Acción Popular , a pesar de las amargas discrepancias que antes los hicieron disgregarse. ¿Qué pasó allí? ¿Se extinguieron de pronto los motivos de la discordia? ¿O no será más bien que la posibilidad de alcanzar una plaza en la nueva Mesa Directiva constituye un incentivo demasiado atractivo como para insistir con los pruritos moralizantes que, en muchos casos, se proclamaron como motor de los alejamientos? ¿Las sombras que se cernían y se ciernen todavía sobre los legisladores elegidos en las listas se disipan con solo conservar fuera de la reformada bancada a Darwin Espinoza y a Jorge Luis Flores Ancachi? ¿No hay acaso otros integrantes de ella bajo la lupa de la fiscalía y la opinión pública por su presunta pertenencia al grupo de ‘Los Niños’ o los mochasueldos?

El discurso que podría sintetizarse en la formulación: “Nos hemos dado cuenta de que tenemos que estar a la altura de la responsabilidad que nos encomendó el electorado al colocarnos como un bloque en el Congreso” es penoso, porque es claro que esa misma verdad era evidente cuando decidieron romper unos con otros. La subsistencia de los problemas ya mentados es, además, probablemente la causa de que algunos de los miembros de la antigua bancada de la lampa prefieran todavía mantenerse alejados del resto de sus excompañeros.

Al mismo tiempo, escuchamos a la parlamentaria –probable carta de Renovación Popular en la fórmula que esa bancada vaya a respaldar en la elección de la Mesa Directiva– decir que no iría en una misma lista con representantes de Podemos Perú por su cercanía con (defensor, hincha y hasta hace poco abogado del golpista Pedro Castillo), pero estar dispuesta a extender la convivencia con Perú Libre (el partido cuyo líder, Vladimir Cerrón, se encuentra prófugo de la justicia), porque su hermano, Waldemar, “es una persona educada”. A veces, por último, los cubileteos tienen lugar dentro de las propias bancadas o partidos; como en APP, donde aparentemente se están debatiendo entre postular a Eduardo Salhuana, cuestionado por , o repetir el plato con Alejandro Soto, cuestionado por su gestión como titular del Parlamento, en la lista que vayan a apoyar.

Lo cierto, de cualquier forma, es que todas esas movidas no dan la impresión de tener por objeto el mejoramiento de la administración del Legislativo, sino solamente la conservación o adquisición de una dosis de poder a través de la conquista de un cupo en la Mesa Directiva que deberá asumir funciones antes del 28 de julio. Así las cosas, se anticipa, pues, una mesa que, una vez más, será rápidamente desaprobada por los peruanos de a pie.

Editorial de El Comercio

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