Sea quien sea elegido presidente del Perú, Pedro Castillo o Keiko Fujimori, lo cierto es que tendrá que gobernar para todos los ciudadanos, tanto para los que votaron por su propuesta como para los que prefirieron el proyecto derrotado. En ese sentido, apostar por un discurso divisor y maniqueo, donde los que marcan un símbolo son los buenos y los que no, los malos, es una pésima jugada, toda vez que entraña alienar a grupos a los que indefectiblemente tendrá que servir y liderar quien alcance su objetivo electoral. Asimismo, distrae de la discusión más importante: la viabilidad de las propuestas que estos aspirantes al sillón de Pizarro quieren implementar en el país.
Así las cosas, el ‘terruqueo’ a los seguidores de Pedro Castillo, o el hecho de describirlos como “ignorantes”, es absurdo y poco constructivo. Y también lo es que se pretenda definir el balotaje que se avecina como una “lucha entre el patrón y el peón, entre el amo y el esclavo”.
A propósito de la primera actitud, la candidata Keiko Fujimori ha anunciado que su campaña no tomará ese rumbo –aunque seguro existirá una brecha entre sus intenciones y el comportamiento de sus simpatizantes y el fragor de la campaña–. El señor Castillo, en cambio, parece confiar en la vieja consigna marxista de agudizar las contradicciones y ha insistido en más de una ocasión con describir la segunda vuelta como “una competencia entre ricos y pobres”.
Más que dividir a los ciudadanos, sin embargo, lo interesante sería escuchar, con detalles, cómo los candidatos enfrentarán los problemas que ellos han identificado en el país. La representante de Fuerza Popular ha centrado mucho de su campaña en “salir a atacar” el COVID-19 y en la reactivación económica. ¿Cómo lucirá exactamente lo primero y qué medidas concretas tomará para lo segundo? El candidato de Perú Libre, por su parte, se refiere a luchar contra las desigualdades y a defender a los más pobres del país, pero ¿cómo pasará del dicho al hecho en caso de que llegue al Gobierno?
Las fórmulas a las que apela el plan de gobierno que el partido de Pedro Castillo presentó al Jurado Nacional de Elecciones hacen difícil imaginar cómo alcanzará sus metas. De hecho, su objetivo de ejecutar estatizaciones de “sectores estratégicos”, su meta de condicionar cómo las grandes empresas invierten sus ganancias y su manifiesta admiración por dictadores como Fidel Castro y Vladimir Lenin hacen evidente que su inspiración viene de modelos que, de manera reiterada, han sido muy útiles para generar pobreza, no para reducirla. En pocas palabras, más que detenerse en la precisión doctrinaria de su discurso, debería demostrar la pertinencia de lo que busca implementar. Eso es lo que esta campaña necesita.
Tampoco sirve de nada insistir en la ilusión de que la riqueza de uno (de los que, en palabras de Castillo, “tienen mansiones [y] que se han hecho dueños de todo”) es la causante de la pobreza de otros. Si algo ha demostrado el modelo económico vigente, es que se puede reducir dramáticamente la pobreza al mismo tiempo que los grandes empresarios tienen éxito en sus actividades. Apuntalar la generación de riqueza, sobre todo tras los estragos de la pandemia, será una de las obligaciones del próximo Poder Ejecutivo y es importante que se explique con detalle cómo se buscará eso, con manejo de estadísticas y con metas claras, no con mensajes flamígeros ante los medios de comunicación.
Tras una primera vuelta que ha desembocado en un Parlamento harto fragmentado y tras una campaña en la que se ha buscado agitar aquello que divide a los peruanos, les toca a quienes disputarán la segunda vuelta enfocarse en los problemas que afligen al país. Insistir en lo que nos separa solo hará difícil la tarea del Gobierno y excluirá a quienes se valoren como derrotados a partir del 28 de julio.
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