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Un silencio que pesa: los TCA en adolescentes
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El 10 de setiembre se conmemora el Día Mundial de la Prevención del Suicidio, pero ¿qué hay de un factor de riesgo del que poco se habla? Los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) están estrechamente vinculados: en el 2024, Essalud reportó que el 40% de los adolescentes hospitalizados en el Almenara padecía un TCA. ¿Por qué seguimos reduciendo su importancia cuando tenemos adolescentes pidiendo auxilio en silencio?
Los TCA no son un simple deseo de adelgazar. Van más allá de dejar de comer e incluyen conductas dañinas: atracones, ejercicio extremo, vómito inducido o uso de laxantes. Lo que conllevan es doloroso: profunda angustia, autoestima quebrada, inestabilidad emocional y aislamiento social. Invisibilizar esta realidad alimenta el estigma.
La cultura de la delgadez es cómplice. La filósofa Magdalena Piñeyro manifiesta que “la delgadez está asociada al éxito”. En este contexto, donde se promocionan dietas “rápidas” y medicamentos “milagrosos”, se normalizan los síntomas de un TCA, dificultando la detección temprana.
Reducir los TCA a una “dieta” o “elección personal” es un error. ¿Qué tan libre es una elección cuando está condicionada por redes sociales, presión familiar, burlas y comentarios disfrazados de preocupación? Pensar en los TCA como decisión minimiza sus dimensiones.
Los TCA no son “capricho” ni “estilo de vida”: son trastornos que requieren apoyo desde familia, escuela y comunidad. El silencio está costando vidas. Nombrar los TCA, visibilizar sus raíces y acompañar a quienes los padecen es nuestra responsabilidad social.

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