Por una vez, victimicémoslo. Se lo debemos tras tantos años de ignorarlo como político y tratarlo de borracho contumaz. Alejandro Toledo es el ‘punching bag’ más golpeado por el discurso antipolítico. Ha hecho mérito al ser el primer presidente del milenio acusado de recibir una coima pura y dura –con pruebas de Odebrecht al canto- que superó los $20 millones. De la rabia hemos pasado a la risa y la rubricamos con memes. Acabo de hacer una consulta por WhatsApp sobre su caso, y en lugar de un saludo de despedida, recibo un sticker con el ‘Cholo’ invitándome a compartir un ‘margarito’. Lo veo bien y ni siquiera es él, es una composición de Carlos Álvarez, un referente ineludible para entenderlo.
No se burlen y piensen, por unos minutos, en este melodrama: no lo devolverán a su patria sino que lo sacarán, quizá para siempre, de su patria adoptiva, de su zona de confort, en la que se formó desde que fue a estudiar su pregrado universitario alrededor de 1965 (ver “Alejandro Toledo no quiere dejar su patria” del 14/3/23). Allí tiene residencia, allí está Eliane con igual arraigo, allí están sus mejores amigos, aquellos que ayudaron a pagar su fianza de $500 mil para que lo dejen en libertad –pandemia mediante- en marzo del 2020.
Martin Carnoy, fue quien más pagó y fue el primero que firmó, hace un mes, la carta dirigida a Anthony Blinken, el secretario de estado (canciller) de EE.UU., clamando que no lo extraditen por razones humanitarias. Fue su mentor en Stanford y es su amigo entrañable. Pero ya es un octogenario que difícilmente podría visitarlo si lo encarcelan en el Perú. Quizá sí pueda hacerlo, en nombre de los patas, Eric Bredo, a quien conoció en Stanford en los 70. Es otro de los íntimos que aportó para su fianza, en su caso $50 mil (o es lo que le dio la defensa de Alejandro para que aporte, vaya uno a saber). Bredo, doctor en educación, es el que brinca con los dos brazos por delante, en las fotos y el video difundido por RPP tras su última visita a la corte de Thomas S. Hixson el viernes 7.
Pero Eric Bredo no pudo tapar el patetismo de su amigo ni con todos sus dedos. Allí lo vimos, aplastados él y Eliane por las circunstancias, con una bolsa de plástico en la que tal vez llevaba –me lo hace ver Liliana Michelena, periodista peruana que sigue el caso desde San Francisco- artículos esenciales por si lo detenían. Quizá Hixson buscaba un subterfugio para no acatar la orden, expedida a última hora, como en las películas, en la que una instancia superior, el Tribunal de Apelaciones del Noveno Circuito de la Corte de Estados Unidos, le daba un último suspiro a Alejandro. No le ha dado la razón, solo tiempo, 14 días para que presente un recurso de fondo que tiene muy pocas probabilidades de triunfar. Por ahora, Alejandro sigue libre.
Un aparte sobre Karp: ha perdido la mitad del brío injuriante con el que se solía prodigar ante nosotros. Sino hubiera sido por los brincos de Bredo, quizá la cercanía de la cámara le hubiera sacado alguna grosería; o tal vez hubiéramos visto con más claridad su abatimiento. Lo extraordinario de esta pareja es que, tras peleas violentas que quedaron registradas en atestados policiales, se separaron en los 90. Ella se fue a Israel, dejando a su única hija Chantal con Alejandro. Volvió, preocupada, cuando él estuvo por unos días de rehén en la residencia del embajador japonés en 1996 y de ahí se inició un proceso de reconciliación que acabó en un segundo matrimonio en plena campaña presidencial del 2000. No se han vuelto a separar desde entonces. Ni en las fotos accidentadas. Recién lo harían si lo extraditan. Nadie cree que Karp se arriesgue a ser capturada, pues tiene requisitoria en el Perú.
‘The last mile’
La última milla, la delgada línea azul, la campana salvadora; son las varias figuras con las que los condenados se acercan a cumplir la pena fatal en un país que la mantiene. Alejandro pelea su extradición como si fuera la pena de muerte. Ayer nomás, Hixson -quien ya había dejado muy en claro que la extradición procede- tuvo que acatar el recurso de última hora que la Novena Corte de Apelaciones expidió a favor del extraditable. Algunos se asombran de que la corte vuelva a reconsiderar un caso sobre el que el Departamento de Estado no ha titubeado.
La decisión política ya se tomó y el gobierno gringo quiere que Toledo venga al Perú. La carta que firmaron Francis Fukuyama, Larry Diamond, Carnoy y Steven Levistky no hacía objeciones de derecho y de debido proceso; apuntaba a argumentos humanitarios y políticos: ellos pedían que no envíen a un anciano de 79 años, con salud resquebrajada, a un país políticamente crispado. Conversé con Levitsky y me reiteró que pensaba que Toledo era un corrupto que debía ser juzgado en el Perú, pero no por ahora.
En ‘la última milla’ ya no pesan los argumentos de justicia, esos ya se agotaron. No va a aparecer algún testimonio o prueba de su inocencia que estuviera oculta por años. Eso solo sucede en las películas. Los recursos que ha conseguido a su favor son solo dilatorios. ¿Pero porqué no han tenido efecto en las autoridades políticas y sí en los jueces federales? Podría aventurar esta respuesta: el departamento de estado conoce bien la situación de cada país; más no los jueces que lo hacen a través de las noticias y pueden tener aprensiones y prejuicios sobre enviar a alguien a enfrentar la justicia en un país ‘south of the border’. Dejemos a Hixson a un lado, pues conoce muy bien el caso desde que le tocó verlo por primera vez en 2017, y habría corregido sus prejuicios sobre el Perú, si los tenía. La defensa de Toledo también lo quiere a un lado. Ha pedido que el caso pase de la Corte del Distrito Norte de California, la de Hixson; a la Corte de San José, también cercana a su residencia.
Una gran ironía en todo esto, es que Toledo pelea por quedarse en un país donde, si lo detienen, sus condiciones carcelarias serían más severas que en Perú. Ya pasó por ello cuando estuvo preso entre julio del 2019 y marzo del 2020 en la cárcel de Santa Rita. En ese entonces su defensa difundió un informe del psiquiatra del penal, Dave Schatz, donde este decía: “He visto un desplome en el interés del Sr. Toledo por mantener sus condiciones de aseo e higiene (…) He visto una marcada desmoralización, junto a un incremento significativo en su ansiedad y depresión”. No se puede dudar de que la estaba pasando mal. Un hombre hedonista ama su libertad más que un político ideologizado, cosa que nunca fue Alejandro.
En el Perú, no hay una decisión oficial sobre qué cárcel le esperaría. Según ha declarado el ministro de Justicia, José Tello, eso lo va a decidir una junta del INPE. Pero lo previsible es que vaya a la Diroes, junto a Alberto Fujimori y Pedro Castillo, donde las condiciones son mejores que las de cualquier otra prisión. Pero él, Eliane y su defensa legal, no están pensando en Lima; están peleando su última posibilidad de que se quede libre en California. Tal vez, en un momento de realismo, o melancolía prospectiva, Alejandro piense en los familiares y amigos peruanos que podrían visitarlo.
Margarita Toledo, su más cercana y querida hermana, quien lo ayudó a criar a Chantal, ya murió en el 2018. Sus únicas hijas, Chantal y Zaraí, no las hemos visto ni asomarse ni pronunciarse sobre la suerte penal de su padre. Todo sugiere que han tomado prudente distancia. El único del que podríamos estar seguros de que lo visitaría en la Diroes, es su abogado Roberto Su. En los últimos años la defensa legal se ha concentrado en los EE.UU. Acá no había mucho que alegar o sustentar, pero si vuelve pronto, Su –se lo consulté y me lo ha confirmado- estará muy activo. De hecho ya lo está, pues me contó que el 23 de marzo hubo una audiencia por el caso Camargo Correa y el juez Richard Concepción Carhuancho rechazó el pedido fiscal de prisión preventiva. Sobre el caso central, el de Odebrecht, que es por el cual se le extraditaría, Su lo considera paralizado porque José Domingo Pérez no habría cumplido con investigar a unas 4 empresas relacionadas al caso, y que la defensa lo considera necesario. En fin, cuando llegue a Lima, ya nos enteraremos, junto al propio Alejandro, de quiénes son sus verdaderos amigos.