En un vuelo César Acuña leyó un artículo sobre la ‘Alliance for Progress’ o ‘Alianza Para el Progreso’, el programa de ayuda para América Latina que lanzó John F. Kennedy en 1961. De allí sacó el nombre para su partido. Era y es un empresario pragmático con plata para invertir en un partido que no debía ser ni de izquierda ni de derecha. En el 2011, se sumó sin complejos al ‘sancochado’ de PPK, así bautizado por el ‘ppkausa’ queriendo alabar la sustancia del caldo pero se malentendió pensando que se burlaba de la mescolanza de ingredientes.
Ni Acuña ni sus principales correligionarios le hacen asco al sancochado. Para esta nueva legislatura, han nombrado de portavoz al ex presidente del Congreso, Alejandro Soto; y de portavoz alterno a un recién afiliado, Jorge Marticorena, que viene de Perú Libre y de Perú Bicentenario. Lo entrevisté y me dijo que su agenda prioritaria es ‘atender los problemas principales de la gente’ y ‘dar estabilidad’. Ese es el discurso esencial del apepista contemporáneo y, por extensión, del congresista promedio.
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La mayoría de sus cuadros han llegado a APP tras cambios de postura, cálculos fríos y muchas ganas de participar en política sin perder su identidad ni casarse con algún credo, como aún les pasa (y les pesa) a izquierdistas y fujimoristas. Saben que se pueden ir del partido con la misma naturalidad con la que llegaron, como el ‘wayki’ Wilfredo Oscorima, por poner un solo ejemplo. Recientemente fue invitado a reafiliarse por Humberto Acuña, el menor de los Acuña, provocando fricciones internas. He aquí, en esta tensión con el ‘Nene’ (así le llaman los hermanos mayores), otra razón por la cual APP se hace amigo de tanta gente: Es una mezcla de empresa familiar con ‘federación de independientes’. Los amigos de la familia son amigos del partido y los socios de los militantes son socios del partido. APP creció en la intersección de dos fases: la descomposición de los partidos tradicionales y el boom de los ‘partidos puertas giratorias’. Cumple otro requisito esencial: no se basa en Lima sino en su proyección regional. Por todo lo anterior, los Acuña y sus partidarios intentan sobrevivir y saltar las vallas siendo los amigos de todos.
¿Y la pensión?
Con el tiempo a APP también le salieron alas ideologizadas (una apunta a la derecha, otra a la izquierda) y en el centro quedaron los más pragmáticos. El apepista por esencia reúne las tres posturas en sí mismo. El partido aprovechó una circunstancia particular para tener dos presidencias seguidas: Fuerza Popular decidió no presidir la mesa mientras dure este quinquenio y confía en APP más que en los otros aliados. FP apoyó la elección de Alejandro Soto, a pesar de los cuestionamientos que lo rodeaban y, aunque Keiko hizo público que no le gustaba Salhuana, respetó la decisión apepista.
La amistad con los ‘fujis’ se ha puesto a prueba con una bomba naranja: otorgar pensión vitalicia a Alberto Fujimori a pesar de impedimentos legales. Soto posteó escuetamente que no tenía nada que ver en el asunto, desmintiendo a Salhuana que echaba la culpa a su gestión. Sin embargo, el documento que otorgó razón a Fujimori lo firma la jefa de recursos humanos del Congreso, Haidy Figueroa, militante de APP. He indagado en mis fuentes apepistas y niegan haber influido sobre Figueroa. Más bien, sugieren que esta podría haber acatado pedidos de funcionarios ligados a FP.
La posición contraria de Salhuana, suavizada con la idea de pedir consultas en un plazo de 60 días, fue compartida por los vicepresidentes Waldemar Cerrón y Alejandro Cavero. Juárez votó en contra y se la dejó anunciar su derrota como un triunfo temporal. La pensión se mantendrá vigente hasta que termine una ronda de consultas con juristas y con la Oficina Legal y Constitucional del Congreso. Según mis fuentes, el jefe de dicha oficina, Jorge Luis Torres Saravia, no simpatiza con la pensión. No firmó la primera opinión legal en la que se basó la jefa de recursos humanos (en ese momento estaba desvinculado del Congreso y ha retomado su puesto). Es cercano a APP, pues ha sido asesor de Luis Valdez (actual secretario general del partido) y difícilmente va a contrariar el parecer de Salhuana que, por cierto, coincide con el de varios constitucionalistas que ya opinaron contra Fujimori. La oficialía mayor ha sido encargada de hacer la lista de consultados y la mesa tiene un plazo de dos meses para cerrar el tema.
Respecto de Dina, el dilema es más complejo. No solo los ata el MINSA del militante César Vásquez y la reciente embajada en España de Luis Iberico. Como gobernador de La Libertad, papá Acuña recibe permanente apoyo del gobierno. A cambio, la cabeza de APP, se ha convertido en una suerte de amuleto. Podríamos hacer un álbum suyo de fotos con Dina y los ministros, inaugurando cualquier cosa. Ahí comparece entre la sonrisa de compromiso, el sueño apenas disimulado o la sorpresa de ser gratuitamente ‘trolleado’ por el ministro José Arista que cometió un gazapo y se le ocurrió decir ‘ya estoy como el gobernador’. Atónito ante circunstancia tan insólita, se le ocurrió aplaudir provocando risas distendidas. Amigos así se conservan. La duda que flota sobre partido y bancada es qué tanto se les pegarán la desaprobación y los anticuerpos de sus juntas.