“Hay una línea que cruza todas las cifras, que es la decepción y la desesperanza”, sostiene el analista político Enrique Castillo. Según la más reciente encuesta de , un 89% de peruanos considera que el país va sin un rumbo claro, al tiempo que la desconfianza en las instituciones es transversal y se registra en todos los ámbitos y niveles, desde el Congreso, los partidos, el Gobierno, entre otros.

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El estudio —efectuado a escala nacional, entre el 7 al 11 de marzo— recoge que únicamente el 8% cree que el país tiene un rumbo definido. Mientras que el rechazo a las instituciones es contundente y preocupante, pues abarca no solo a los tres poderes del Estado —la propia jefa del Estado, Dina Boluarte, mantiene un precario 4% de aprobación—, sino a los órganos autónomos (como los judiciales y electorales). Todo ello, ad portas de un proceso electoral que se convocará en abril próximo.

“La población siente que estamos sin rumbo porque está absolutamente decepcionada. De la presidenta, de los ministros, y porque ve que no asumen ninguna tarea real relacionada con su sector. Si tiene esa percepción y esa desaprobación hacia la presidenta, los ministros, hacia el Congreso, hacia los partidos, hacia la fiscalía, hacia el Poder Judicial, es lógico que sienta que el país está a la deriva”, subrayó Castillo a este Diario.

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El analista político Pedro Tenorio incidió en que “la población constata a diario que las autoridades en general –no solo en el Gobierno central– están faltando al cumplimiento de sus funciones básicas”, sin brindar “la estabilidad que el país requiere”. “El caso más evidente es el de tantos ministros, hoy convertidos en voceros y escuderos de la presidenta. No se les conoce por su gestión, sino por qué tanto la apoyan públicamente”, dijo.

Agregó que la inseguridad que se vive en las calles y la sensación de impunidad sobre quienes son acusados de graves delitos y aún así continúan inamovibles en sus cargos “profundizan el desaliento entre la población”. “Veo la aprobación de la presidenta y, por ejemplo, la subida del sueldo mínimo, que en otro momento habría servido para aumentar su aprobación, no ‘movió la aguja’ en absoluto, con lo que se ve que sus problemas son —políticamente— muy de fondo”, apuntó.

Análisis…
El problema de fondo, por Urpi Torrado

Los resultados de las encuestas suelen generar reacciones diversas. Algunos tienden a ignorarlos cuando no muestran cambios significativos, como ocurre con la aprobación a la presidenta Dina Boluarte, que se mantiene en 4%. Sin embargo, asumir que el país funciona con normalidad solo porque la economía muestra signos de crecimiento es un error. Pensar que no hay consecuencias políticas o sociales es peligroso, especialmente cuando el 89% de los peruanos cree que el país no tiene un rumbo claro. Operar en piloto automático supone la existencia de un destino definido, pero en este caso la sensación generalizada es que no hay dirección.

Minimizar el malestar ciudadano y la desconfianza institucional es arriesgado porque, aunque pueda parecer contenido, tarde o temprano aflora. La falta de liderazgo y de respuestas concretas solo alimenta el desencanto y erosiona la confianza en las instituciones. Al comparar con agosto del 2023, se observa cómo la desconfianza sigue creciendo, el Congreso pasó de 75% a 81% en la última medición. El Gobierno también sufrió un golpe en credibilidad, pasando de 64% a 75%. Pero el problema no se limita a la clase política. La desconfianza hacia el Jurado Nacional de Elecciones aumentó de 43% a 53%, mientras que el Tribunal Constitucional pasó de 48% a 56%. Esta tendencia se repite en las demás instituciones evaluadas.

Este deterioro no es solo un problema de imagen o percepción, tiene efectos concretos en la legitimidad de los procesos democráticos. Si la ciudadanía no cree en quienes dirigen el país ni en los organismos encargados de garantizar el orden y la estabilidad, el impacto trasciende la política y se extiende a la estructura misma de la sociedad. Se instala la idea de que nada funciona y que nada se puede cambiar, debilitando el compromiso ciudadano y aumentando la apatía electoral.

El problema de fondo no es solo la falta de confianza en las instituciones, sino el impacto que esto tiene en la esperanza de los peruanos. La pérdida de confianza no se queda en la esfera política, afecta las relaciones interpersonales, las dinámicas económicas y la forma en que los ciudadanos proyectan su futuro. Sin un horizonte claro, se debilita el sentido de comunidad y el orgullo de pertenencia.


*Urpi Torrado, CEO de Datum Internacional

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Justamente, el analista José Carlos Requena afirmó que los números denotan “la percepción de un gobierno sin rumbo y de una clase política con prioridades distintas a solucionar los temas que realmente interesan a la población”.

“Dan sus energías más a solucionar sus problemas que los de la población. El eje de las declaraciones de los ministros, por lo general, tiene que ver con defender a Boluarte. Y lo mismo en el Congreso, las leyes que han dado son para protegerse. Esos no son los problemas reales de la población. La población esperaría que se solucionen los temas de inseguridad, que se solucionen los temas de transporte, todas las cosas de infraestructura que hemos estado teniendo el último tiempo. Y eso no está pasando”, puntualizó.

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