La mitad de su historia centenaria (se fundó en México el 7 de mayo de 1924) fue un partido de excluidos. No solo estaba inhabilitado para llevar candidatos; sus dirigentes pasaron años a salto de mata, escondidos o exiliados. Hasta se popularizó un concepto lúgubre para sus remembranzas: ‘de las catacumbas’ se le llama a los periodos antes y después del Frente Democrático Nacional que puso a José Luis Bustamante y Rivero en la presidencia (1945-1948).
Esa es la épica lastimera de las primeras generaciones del APRA. Pero no les pidan a los apristas de hoy que se consuelen con eso. Los de familia militante han oído historias de sus abuelos perseguidos; pero su experiencia de apristas jóvenes, treintones, cuarentones y hasta sesentones es la de haber visto a su partido llegar dos veces al poder, tener un alcalde de Lima, bancadas importantes, gobernar y vetar.
Los reveses que ocurrieron durante y después del primer gobierno de García les fueron recompensados con la vuelta de este en el 2001, en la que quedó segundo, y con su triunfo en el 2006. En los siguientes periodos tuvo una presencia reducida en congresistas (4 en el 2011, 5 en el 2016), pero decisiva en la política nacional. Un aprista, Enrique Cornejo, quedó segundo en Lima en las elecciones municipales del 2018.
Triunfos y estigmas
Estas generaciones de apristas que vieron a su partido en el poder también padecieron los trances de la política corrompida y judicializada. No solo les tocó nuevas derrotas, que son habituales en la vida partidaria; sino que padecieron la estigmatización y los pleitos intestinos que llegaron hasta a sabotear elecciones internas y candidaturas. Mercedes Aráoz, la candidata presidencial invitada para el 2011, renunció en medio de una de esas broncas.
Junto al fujimorismo, el aprismo es el grupo que más anticuerpos ha avivado. Alan García, su único líder que llegó a Palacio de Gobierno –Haya de la Torre vio siempre frustrar ese afán, ya fuera porque lo proscribieron o porque hubo golpes de Estado para impedirlo-, se disparó para evitar que lo detengan.
El suicidio de García es de un impacto tal que si los ajenos no acabamos de procesarlo; los propios apristas menos. Aunque se ‘extinguió la acción penal’, la controversia ha seguido siendo alimentada por sus antagonistas y por testigos de los casos de sus coimputados que cuentan, de refilón, que el expresidente habría recibido aportes y coimas de Odebrecht.
Los apristas contemporáneos de García prefieren ver una continuidad entre la persecución durante los tiempos de las catacumbas y los procesos judiciales contra su líder. Para las nuevas generaciones que piden ‘renovación’ y lamentan las maniobras infraternas entre sus mayores, todo esto es más complejo y más confuso. Respetan y hasta agitan el nombre de García, quien se les acercó en sus últimos meses de vida cuando estaba con impedimento de salida, y han saludado la afiliación de su primogénita Carla García Buscaglia; pero también deploran la corrupción que no pueden negar achacándosela a la cacería de brujas anti aprista, y recelan de las broncas dirigenciales que los afectan.
Solo para mencionar un célebre duelo: el que protagonizaron Mauricio Mulder y Jorge del Castillo en el Congreso pasado, llegó a las portadas. Que ellos votaran divididos en la primera moción de vacancia de PPK no fue tan dramático, conocidas las diferencias entre la bancada (Del Castillo y Luciana León defendieron a PPK). Mayores consecuencias tuvo que el lío de facciones acabara en que una de ellas, la de Del Castillo, impugnara unas elecciones internas. Por ello, la dirección del partido, desde el 2017 en manos del secretario general Elías Rodríguez, se vio impedida de tomar algunas decisiones. O, simplemente, no quiso validar las acciones de otras facciones del partido.
Por ejemplo, en el 2018, se llevaron a cabo unas elecciones internas para elegir candidato a la alcaldía de Lima. Ganó Renán Núñez pero no fue reconocido por la dirigencia y, por lo tanto, no pudo inscribir su candidatura en el JNE. El APRA estuvo ausente en esa campaña limeña.
MIRA: Se frustró la inscripción del candidato aprista a la alcaldía de Lima.
Núñez ha salido elegido como el número 2 en la lista por Lima, detrás de Carla García. Pero ambos y decenas de otros militantes que ocupaban puestos en las listas se han quedado ahora con los crespos hechos al enterarse –la mayoría de ellos, por los medios- que sus listas no fueron inscritas ante el JNE. Sólo llegó a registrarse la plancha presidencial encabezada por Nidia Vílchez y las listas de Arequipa, Junín y de peruanos en el extranjero.
Este acto inconcluso, si el JNE no les permite completarlo, implicaría otra debacle, sumada a la derrota del 26 de enero del 2020, cuando no lograron saltar la valla. Esa vez, el resultado no hacía perder la inscripción del partido. Esta vez, un resultado similar sí tendría necesariamente ese efecto. Quedaría como consuelo que, gracias a la reforma política parcial, ahora es menos arduo inscribir un partido pues hay que presentar unas pocas decenas de miles de afiliados en lugar de las más de 700 mil firmas que presentaron el Partido Morado, Podemos y los últimos inscritos a la vieja usanza.
El riesgo de ‘baja’ del APRA del establishment de partidos oficiales sucede el mismo año en el que Alianza Lima bajó a la segunda división. Dos viejas y vigentes instituciones descendiendo a la categoría de proyectos de aficionados. El golpe es de tal envergadura para los apristas que, en estos días, se han reunido restregándose culpas y haciendo un despliegue de estrategias legales para que el JNE les reconozca el derecho de acabar la inscripción de todas sus listas regionales.
Como me dijo el atribulado personero José Pimentel –el primer sindicado como responsable de la inscripción tardía-: “Queremos que se respete el principio de equivalencia. Así como en la mesa de partes [se dijo que no la habría este año, pero se abrió pocos días antes del 22 de diciembre, fin del plazo de inscripción], si empiezas el trámite antes de las 12, pero ya estás adentro, te reciben; así debe ser en el sistema virtual”. O sea, Pimentel quiere que se les aplique el principio por el cual si cierra el banco a la hora señalada igual atienden a los que quedaron adentro.
El partido no me quiere
Conocidos los antecedentes, desde las catacumbas hasta las broncas infraternas, la noticia de la inscripción fallida fue recibida con sospecha. ¿El sistema del JNE se cayó para los tardones, el personero metió la pata o -esta era la teoría conspirativa- los viejos dirigentes en pugna sabotearon la inscripción?
La sospecha no solo flotaba entre los ajenos. Carla García tuiteó esto en la tarde del 23 cuando se oficializó la noticia: “Con tristeza informo que los candidatos que ganamos las internas apristas y representamos a la militancia al parecer no hemos sido inscritos ante el JNE por la actual dirigencia. Exigimos la inmediata renovación y reorganización del APRA”.
MIRA: Carla García planteó que el personero del partido dé un paso al costado.
Nidia Vílchez fue más prudente y prefirió no abonar en público a la teoría del boicot implícita en el mensaje de Carla. Lanzó un video anunciando que pediría explicaciones internas. Pero sí sospechó de un boicot pues, según me cuenta un dirigente aprista, lo insinuó en un chat del partido. Horas después de sus primeras reacciones en que se la veía más molesta con su partido que con el sistema, Vílchez dio un giro y pasó a emprenderla contra el organismo electoral, defendiendo la tesis de que el personero fue víctima de una aplicación lenta y fallida.
Luego volvió a su posición inicial, llegando a plantear un cambio de personero, pero un plenario de emergencia el día jueves decidió respaldar a Pimentel. Por cierto, cambiarlo hubiera equivalido a patear el tablero ante el JNE, donde él está acreditado. Probablemente, según mis fuentes, este irá acompañado a la audiencia del lunes de un abogado que ejercerá la defensa del partido .
La página Soy Aprista acusa enfáticamente a Pimentel de saboteador. Conversé con él. Fue parte del equipo de defensa legal de García y lleva algunas temporadas en la personería. Me contó que había ingresado información usando la aplicación del JNE desde el día 18, y que cuando quiso volver a cargarla el mismo 22 de cierre del plazo final, el sistema estaba lento y le tomó mucho tiempo registrarlo todo.
Para su desgracia, el partido había acordado centralizar la inscripción de todas las listas (algunos comités lo hicieron por su cuenta y por eso están inscritos), lo que complicó su trabajo. Para remate, el mismo 22 en la noche, le comunicaron de candidatos que renunciaban y otros que les faltaba información; obligándolo a hacer ajustes contra el reloj. Una organización que hace cambios temerarios en sus listas, a pocas horas de cerrarse el plazo, padece de dirigencias sin firmeza y de afiliados inseguros.
Respecto a la apelación ante el JNE, que debe verse en la audiencia del lunes, Pimentel me mencionó el artículo 2 de la Constitución, que reconoce la participación política como un derecho humano, y la sentencia de la Corte IDH en el caso Petro versus Colombia de julio del 2020. Gustavo Petro fue alcalde de Bogotá y se le juzgó e inhabilitó para concluir su mandato en un proceso que la corte determinó que había atropellado sus derechos políticos. Como parte de sus consideraciones y recomendaciones, la Corte IDH estableció que el ejercicio de la política debe estar protegido respecto a injerencias administrativas y judiciales en un sabio balance.
En este trance que vive el golpeado aprismo ha intervenido, de saque la polarización de la antipolítica que castiga a quienes estuvieron en el poder con sospechas de corrupción. El aprismo asociado a la controversia sobre García y a la oposición congresal durante los últimos gobiernos es duramente castigado por la mayoría que piensa que García, por lo menos, permitió la corrupción en su mandato, y luego sus congresistas se dedicaron a obstruirlo todo.
Frente a este estigma, la consigna de renovación parecía la promesa de un giro revitalizador encarnado por nuevos cuadros; pero a estos les faltó posicionarse y descentralizarse. A fin de cuentas, Mauricio Mulder fue el más votado de sus candidatos en el 2020 y la candidata Vílchez fue ministra del segundo gobierno de García, lo que demuestra que el legado de Alan y de su generación sigue siendo aplastante para el partido.
Otra ironía, para el APRA y para nuestro sistema político, es que este trance de inscripción sucede luego de una amplia votación en las elecciones internas. Viendo la información difundida por la ONPE sobre participación de afiliados en sus comicios internos, realizados la mayoría de ellos el mismo domingo 29 de noviembre, el APRA solo tuvo un 6.9%. Pero, con un padrón de 121,671 militantes, ello significó que fueron 13,764 personas a votar. Solo Acción Popular superó ese número. Los otros partidos tienen padrones más pequeños.
Mira: Así fue la participación de los militantes en las elecciones internas.
Una fuente aprista me dio la siguiente información, elaborada a partir de datos del JNE: el 58.36% de sus afiliados son hombres y el 41.64% son mujeres; lo que está por debajo de la mayoría de partidos, aunque no es una diferencia extrema. Lo que sí llama la atención es que solo el 0.6% tenga entre 18 y 29 años, el 65% entre 30 y 59 años, y el 33.48% son mayores de 60. Estos porcentajes fueron calculados a partir de un padrón de 214,749 afiliados, antes de ser ajustado para las internas. Otra tarea pendiente del partido es reestructurar y sincerar su padrón, para que los jóvenes no tengan una participación tan disminuida.
Si el JNE no acepta la apelación aprista, Nidia Vílchez no tendría chance de saltar la valla, sin lista de Lima ni de las regiones del Norte donde el partido tiene arraigo. En ese caso, su renuncia sería razonable. Si el JNE les da luz verde, también enfrentan un panorama complicadísimo: Vílchez está en la categoría de ‘otros’ en la última encuesta de intención de voto de Ipsos. La fragmentación excesiva de candidaturas es ominosa para el aprismo.
Sea por inminente negativa del JNE o por el juicio de las urnas en abril, si el PAP perdiera su inscripción, le quedan suficientes militantes, razones e historia para volver a inscribirse. Si se consumara esa derrota, la renovación tendrá más sentido.
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