Tuvieron un éxtasis y un shock demasiado precoz. Julio Guzmán era un completo outsider y sus morados ni siquiera eran partido cuando se pusieron de moda en el verano del 2016. Funcionaban en el cascarón de Todos Por el Perú y a un mes de la primera vuelta del 10 de abril del 2016, estaban segundos en las encuestas con proyección de crecimiento en todos los estratos. Estábamos sorprendidos de que Julio, un técnico recién llegado a la política (fue viceministro de MYPES en el Mincetur y secretario general de la PCM, durante el gobierno de Humala), tuviese auspiciosa intención de voto hasta en el DE rural que apenas había visitado.
Y, ¡zas¡, la exclusión decretada por el JNE, por problemas de tramitología electoral, el 9 de marzo del 2016, le arrebató un ingreso a la 2da vuelta que estaba prácticamente asegurado. El trauma fue grande pero el duelo no duró mucho. Los morados salieron de él con la convicción de que en el 2021 tenían que correr con partido propio. Debían recuperar el tiempo excluido.
La maratón y los 100 planos
El Partido Morado nació oficialmente el 18 de noviembre del 2017 solo con el color. Necesitaban recolectar la friolera de 733 mil firmas, pues el JNE, por Ley 40414 de enero del 2016, elevó la valla a nivel nacional de 3% a 4% del total de votantes de las previas elecciones. El PM había nacido para postular pero tuvo que dedicarse a llenar planillones.
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Guzmán y su cúpula optaron por guardar silencio hasta tener la inscripción que aparecía como bien esquivo, pues cuando creían tenerla, el mismo aparato que los había excluido les anulaba planillones y pedía más y más firmas, mientras Podemos, el partido de los José Luna, lograba inscribirse con holgura. Llegaron a recolectar 1 millón 400 mil y ello consumió mucha energía y dinero (un ex morado me hace un cálculo de S/. 3 por verificación de cada una).
La campaña por las firmas empoderó a un nuevo personaje, el personero Marco Antonio Zevallos, que generó algunas asperezas en el ‘julismo’ fundacional. Zevallos, ex regidor de Susana Villarán, prometió cumplir la gran misión de inscribir el partido. Le recomendaron perfil bajo, pues está comprendido en las complejas investigaciones al ex cogollo villaranista por los aportes de Odebrecht a la campaña contra la revocatoria municipal. Según me cuenta una fuente morada, parte de la dirigencia esgrimía su pasado reciente para combatir la importancia que cobró entre los morados.
La inscripción por fin se logró en marzo del 2019, cuando las bases ya arrastraban la segunda frustración de no haber participado en las elecciones locales del 2018. Mayor razón aún para esperar con ansias el 2021. Guzmán rompió su silencio y empezó a declarar sobre temas coyunturales. El cogollo se reforzó con ingresos como el de la periodista Zenaida Solís. El joven abogado Rodolfo Pérez se afirmó como secretario general.
Como a todos los partidos que se preparaban al 2021, las elecciones al Congreso complementario los agarró de sorpresa. Los morados tomaron una decisión arrojada: Lanzar a sus mejores cuadros, a sabiendas de que ya no podrían postular en el 2021. Francisco Sagasti, que es de algún modo el ideólogo del partido y miembro clave del Consejo Ejecutivo Nacional (CEN) y del Comité Político (CP); Zenaida Solís; Carolina Lizárraga, ex candidata a vicepresidenta en la plancha del 2016; Daniel Mora, que era el secretario de organización, ocuparon los primeros puestos.
Una fuente morada, crítica de la cúpula, me dice que esa decisión se basó en demasía en el afán de Julio de asegurar su triunfo en el 2021 con una bancada sólida que vele por su candidatura.
A los cuadros propios se sumaron Gino Costa y Alberto de Belaunde, ex ppkausas que habían fundado una ‘bancada liberal’ de corta vida en el Congreso pasado. También se sumó Daniel Olivares que fue el publicista de la campaña del 2016 y luego estuvo en el gabinete de asesores del primer ministro Fernando Zavala. El jueves se anunció su afiliación. Le pregunté al secretario general Rodolfo Pérez, que también postuló a este Congreso, aunque sin suerte, si no les preocupaba la percepción de cierto sector de la ciudadanía que asocia a los morados al oficialismo. Le comenté, además, que me parecía ver esa preocupación por la marca propia, en los votos de algunos congresistas a favor del retiro de fondos de las AFP, a pesar de que Guzmán y el CP habían planteado votar en contra.
Rodolfo Pérez me dice: “No somos parte del gobierno, esa preocupación es irrelevante. Tenemos un espíritu crítico frente a él, aunque mucho no se le puede pedir”. También se lo pregunté a Zenaida Solís: “No nos preocupa que nos perciban lejos o cerca del gobierno. Tenemos la vocación de votar como bancada, no obstante en algunas ocasiones resulta imposible por la mirada de cada uno respecto a un tema”.
Pero me estoy adelantando. Los morados habían padecido otro shock en su corta vida y este, a diferencia del trauma de la exclusión, cuestionó por primera vez la candidatura ‘natural’ de Guzmán. A una semana de las elecciones del 26 de enero de este año, el programa “Panorama” difundió el ya célebre video en el que se ve a Julio apurar el paso a la salida de un edificio en el que un amago de incendio arruinó la reunión privada que sostenía con una amiga correligionaria.
Aunque ese mismo día, en “Cuarto Poder”, exigió respeto a su privacidad y explicó que la carrera fue a su auto a recoger unas llaves para atender la emergencia; la percepción de que huía despavorido de una escena que involucró hasta a los bomberos, fue mucho más poderosa que la nerviosa explicación y se instaló en la mayoría ciudadana, incluyendo a sus bases.
Para colmo, los morados ya se encontraban procesando un trauma menor, que fue la revelación de episodios de violencia familiar en el hogar del hasta entonces intachable general Mora. En comunicados institucionales y declaraciones de Pérez y otros candidatos, el partido pidió no votar por Mora y tuvo éxito en ese cometido. Guzmán no dio la cara para explicar personalmente el retiro del importante cuadro. Claro que ese es un momento difícil para un líder, pero también hubiera sido una gran oportunidad para templar emocionalmente su liderazgo.
A la extrañeza por el silencio del líder en el trance de Mora se sumó el reproche por protagonizar un escándalo que, sin duda, alteró los resultados que se pensaron serían algo más auspiciosos de lo que fueron. El PM obtuvo 9 curules, de los que solo 3 corresponden a regiones. Esta desproporción será fuente de tensiones y retos que veremos más adelante.
Tras los resultados menguados, según el cálculo de algunas bases, por responsabilidad de su líder; se esperaba que este se acercara, culposo, a ellas y que la cúpula lo acompañara en ese proceso. “En lugar de eso –me cuenta un exdirigente- se dijo que los morados de regiones no jalaban”. El escándalo y la actitud del líder y de la cúpula al hacer el balance electoral, provocó considerables disidencias.
Entre la desazón y la fatiga, no necesariamente asociadas al escándalo, se fueron alejando figuras claves del entorno llamado ‘julista’: la tesorera Micaela On Chong; el secretario de relaciones internacionales Jesús Tovar; el viejo amigo y empresario Gerwer Campero, uno de los principales aportantes del partido, junto a Roxana de la Cuba. Hasta María Teresa Guzmán, hermana de Julio, tomó distancia.
Algunos disidentes llegaron a compartir en las redes sus dudas sobre el futuro presidenciable del fundador. Por ejemplo, cito un post de un ex coordinador de los morados en Florida, Aníbal Vera Tudela: “El mismo día del video le escribí y le dije que diera un paso al costado (…), que ya luego tendría la oportunidad de rehacer su relación con el partido y con sus simpatizantes y que sería más fácil así; incluso le sugerí que colocara temporalmente a Carolina Lizárraga en la presidencia”. (“La dictadura monárquica de los Guzmán”, 20 de mayo del 2020).
Ese morado amargo de Florida estaba presagiando otro trance que ya comentaremos, el de la casi disidencia de Lizárraga. El triunfo en la maratón por conseguir cientos de miles de firmas, se vio amenazado por una carrerita de menos de 100mts planos. Los efectos aún se sienten.
¿Quieres ser morado?
Tras el escándalo, dominó el silencio de la cúpula. Guzmán no quería o no atinaba a reaparecer mostrando una lección aprendida o, simplemente, declarando como si nada hubiera pasado. Se percibió una suerte de vacío de liderazgo cuando, recién instalado el Congreso, las bancadas de Acción Popular, Alianza Para el Progreso y Somos Perú se pusieron a negociar los 4 puestos de la mesa directiva y las presidencias de comisiones. Sé, por fuentes de AP, que Guzmán no estaba disponible para negociar y, en lugar del PM, buscaron al polémico Podemos. Un miembro de la bancada morada me dice: “Fuimos zanahorias, los otros negociaban las comisiones y nosotros nada”.
Poco a poco reapareció Guzmán, procurando ser más afirmativo que retórico o monocorde, aumentó su presencia en las redes, en entrevistas y en los debates coyunturales. No se exponía con esa frecuencia desde que lo hizo, por breve tiempo, cuando celebró la inscripción del partido. En ese entonces le hice una entrevista en la que definió la opción morada como un ‘centro republicano’. La críptica definición motivó una reflexión sobre la necesidad de un lenguaje ‘cercano a la gente’. En los últimos tiempos, tuitea y retuitea, y hasta alguna vez ha provocado a Urresti, quizá con la idea de hacer training en esgrima electoral. Esa vez, por cierto, Urresti replicó evocando el amago de incendio, y allí quedó el breve round.
Instalado el Congreso, Guzmán decidió estar presente en las reuniones de la bancada y buscar el voto de consenso. Allí empezaron las primeras fricciones con congresistas que, contagiados del ‘voto de consciencia’ en otras bancadas, también querían votar de acuerdo a sus convicciones.
El verse en las encuestas detrás de los nuevos favoritos, George Forsyth, Salvador del Solar y Daniel Urrresti, también lo motivaron a dar la cara. En uno de los pocos guiños provocadores que se le conocen, invitó públicamente a Forsyth y Del Solar a enrolarse en el PM para competir –tal era el reto insinuado- en las internas. Por fin estaba encarando, medio en serio medio en broma, la imponderabilidad de su candidatura. En este giro indispensable lo acompaña su asesor Jonathan Reynaga, que estuvo a su lado en la campaña del 2016 y ha vuelto al redil.
Tengo aspiraciones de ser candidato presidencial, pero el Partido Morado está abierto para todos y todas. Si @George_Forsyth o @saldelsol, que no tienen partido ni organización, quieren inscribirse, militar y postular, con todo gusto. #JulioGuzmanCaraACara pic.twitter.com/8OH1UOOjYQ
— Julio Guzmán (@julioguzmanperu) June 30, 2020
Otra carrera hacia el 2021 es la que viven los morados para fortalecer su imagen fuera de Lima. Pérez me dice que el partido está bien distribuido en todo el país y que varios de los secretarios regionales postularon en los primeros puestos de sus listas respectivas al Congreso; pero los resultados obligan a fortalecerlas buscando alianzas con movimientos regionales.
Este punto es una inevitable fuente de tensiones, pues las alianzas implican necesariamente la postergación de algunos dirigentes morados por hábiles políticos que ya han sudado otras camisetas. Una fuente me cuenta que, con la participación de Carlo Magno Salcedo, quien fue personero antes de Zevallos, ha habido cambios forzados en algunas regiones como Huánuco, Ancash o Piura, con el desplazamiento de los morados primigenios. Los rostros que suman y jalan votos, tendrán una inevitable contraparte de resentimiento de los dirigentes desplazados. Súmese algo que es triste reconocerlo, pero es cierto en todos los partidos y más acendrado en algunas regiones: el protagonismo de Susel Paredes, ya anunciada como gran jale, arqueará cejas de algunas bases conservadoras.
El PM ha decidido no hacer ninguna alianza con otro partido inscrito (ello implicaría, con la nueva normativa electoral, aumentar la valla del 5% a un 1% adicional por cada aliado), pero sí ha hecho un acuerdo político con Fuerza Ciudadana (FC), partido que no está inscrito. Fuentes de FC y del PM me confirman que el acuerdo se empezó a forjar meses atrás. En el camino, la figura de Susel Paredes se alzó como candidata a primera vicepresidenta en la plancha presidencial. Por esa razón, Susel tuvo que afiliarse hace pocos días al PM, pues los candidatos a vices también deben cumplir el requisito de militar en un partido.
Una fuente de FC me contó que junto a Susel también se afilió su correligionario Segundo Flores, un cuadro tumbesino que encabezaría la lista por Tumbes. Si bien el partido tiene la opción de utilizar la cuota de 20% de invitados que la ley permite colocar en las listas sin la obligación de que estén afiliados; cuando la región tiene 2 o 3 curules, como Tumbes, ese cálculo porcentual es inexacto, por lo que se buscan solo afiliados para esas plazas.
El acuerdo mueve al partido hacia la izquierda, lo que no parece un mal cálculo si se tiene en cuenta que la derecha está actualmente sobrepoblada de candidatos. Sin embargo, ese cálculo no es tan importante como buscar el arrastre popular de figuras como Paredes y como otros independientes que han afiliado estos días (pronto harán el anuncio) y que seguirán sumando durante la campaña.
Los cálculos de ubicarse en el espectro popular tampoco estuvieron muy presentes en la pública decisión de Guzmán de oponerse a la ley de retiro de fondos de las AFP y luego, de la ONP. Allí primaron los técnicos y los programas, aunque ello causó serias fricciones con Carolina Lizárraga.
Una fuente cercana a Lizárraga me contó que el 26 de agosto, la cuenta de Twitter @SmartBeteta, publicó un hilo durísimo contra ella, criticándola por sus votos y recordando su pasado como funcionaria anticorrupción de Alan García, además de una investigación que se le hizo por supuesto desbalance patrimonial. Lizárraga, según mi fuente, tuvo la certeza de que ese tuit fue instigado por el propio Guzmán, quien veía en ella no solo a una indisciplinada, sino alguien con agenda propia y apetito faccioso.
Poco después, un incidente agravó las tensiones entre Guzmán, la cúpula y Carolina. Un asesor de la Comisión de la Mujer que ella preside, Jaime Villanueva, fue acusado, en un comunicado del partido, de ser el responsable de la filtración a la prensa de un chat entre Carlo Magno Salcedo y la fiscal Rocío Sánchez, encargada del sensible caso de los Cuellos Blancos.
Pronunciamiento del Partido Morado
— Partido Morado (@partidomorado) September 10, 2020
10 de septiembre, 2020 pic.twitter.com/DZJaMtJDsx
El chat era inofensivo, pero su exposición ponía en serios aprietos a la fiscal Sánchez. Se le pidió a Lizárraga retirar a su asesor. Ella se negó pues creyó en su inocencia y, en todo caso, pensó que tan o más responsable era Salcedo por haber expuesto entre los morados su conversación con la fiscal.
Sumados el hilo de la discordia con la intriga del asesor indiscreto, Lizárraga renunció públicamente al CEN y al CP del partido. Otra fuente morada, cercana a Guzmán, me dice que el incidente se está superando tras la decisión de Carolina de retirar, finalmente, al asesor, y cree que los ataques a Carolina se deben a intrigantes al margen de Julio.
Sin embargo, este enfrentamiento dentro de la cúpula con renuncia incluida (Lizárraga dejó el CEN pero no la militancia ni la bancada), delata nuevamente a un líder cuestionado en su afán de ser y parecer el candidato natural a la presidencia. Julio Guzmán tiene varias carreras que correr en pocos meses: afirmar su candidatura entre bases y correligionarios que se resentirán de los ajustes preelectorales, reafirmarse a nivel nacional frente a la ‘limeñización’ de la imagen morada, trocar la percepción de líder evasivo por la de alguien que encara los obstáculos.