(Foto: El Comercio)
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Ricardo León

Para llegar hasta Caballococha, la capital de la provincia de Ramón Castilla, una de las localidades más remotas de la región Loreto, se debe navegar en los llamados ‘rápidos’ durante más de 12 horas desde la ciudad de Iquitos a través del río Amazonas. Conforme las embarcaciones se aproximan lentamente hacia la Triple Frontera, los caseríos son cada vez menos y los peligros son cada vez más latentes.

Esta es una de las localidades que en este momento tienen la mayor cantidad de autoridades provenientes del Frente Popular Agrícola FIA del Perú (), el más inesperado fenómeno del reciente proceso electoral. Además del alcalde, Rodolfo Díaz Soto, están el consejero Jesús Jambo y seis regidores municipales: Carlos Vega, Eleuterio Toledo, Hilario Arenas, Víctor Machacuay, Walter Witancort e Isolina Cruz.

Dos ex alcaldes, Marino Chávez (2003-2006) y Gregorio León (2007-2010) también pertenecen al movimiento ideado por su mesías fundador Ezequiel Ataucusi, fallecido en el año 2000. Caballococha es un bastión de esta organización religiosa con signos de mesiánico andino.

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Un punto caliente en la selva

En octubre del 2014, El Comercio viajó hasta esta zona días después de que se decretara estado de emergencia en toda la provincia tras una serie de hechos violentos. En los primeros días de julio de ese año, el mayor PNP Rudy Jim Falcón, de la Policía Antidrogas, murió cuando su equipo fue emboscado por un grupo de narcotraficantes armados. Los agentes ya habían destruido dos grandes laboratorios de droga en el sector de Panchococha y se dirigían hacia el tercero, cuando comenzaron a llover balas disparadas desde el monte. Una de ellas mató al mayor.

Ramón Castilla, y en particular Caballococha, son “puntos calientes” para las fuerzas del orden. “Es el lugar de descanso de los ‘narcos’”, dijo por aquel entonces el alcalde Julio Khan. “Es difícil para nosotros esta situación. Sabemos que aquí hay sembríos de coca ilegal en el pueblo, pero tenemos que mantener una cierta neutralidad. No podemos preguntar mucho ni a los policías ni a los cocaleros”, reconoció el ex alcalde Marino Chávez, quien a pesar de ya no ser alcalde seguía siendo una figura relevante para los israelitas que viven en el distrito.

Poco después, en el 2015, el periodista Álvaro Arce escribió en la revista Somos: “Una investigación de la policía brasileña detectó en enero del 2013 que israelitas asentados en Caballococha poseían o trabajaban plantaciones de hoja de coca y laboratorios clandestinos. El jefe de la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida Sin Drogas (Devida), Alberto Otárola, advierte que ‘se han establecido como el grupo socioeconómico más importante en la provincia de Mariscal Ramón Castilla. Están presentes en toda la cadena de producción del narcotráfico: siembra ilegal, preparación de pasta básica o clorhidrato de cocaína y lavado de activos’”.

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En este contexto de marginalidad geográfica y peligro común se concentra este núcleo del Frepap. La pregunta es cómo llegaron hasta allí, y las respuestas las han dado recientemente dos estudiosos del grupo.

Entrevistado por el periodista David Hidalgo, del portal Ojo Público, el antropólogo Juan Ossio, autor de “El Tahuantinsuyo Bíblico”, explicó: “(Ezequiel Ataucusi) se fue dando cuenta rápidamente de qué mensajes o discursos le permitirían legitimarse y encontró el tema de las fronteras vivas, la política del Estado para la colonización de las fronteras nacionales, que estaban al garete. A fines de los años 80, Ataucusi entendió que los israelitas ya no eran el grupo anónimo de antes, sino que ya tenían Centros de Capacitación Bíblica en prácticamente en todas las provincias del Perú y en una gran cantidad de distritos. Tenían 5, 6, 7 colonias, algunas hasta con 8 mil o 9 mil personas”.

También se refiere al tema el joven antropólogo Carlos Ernesto Ráez Suárez, autor de la tesis titulada “Liderazgos y legitimación: la organización y la congregación israelitas (2001-2014)”, recientemente entrevistado por el periodista Enrique Planas. Según Ráez, los israelitas “mantienen la idea de que el fin del mundo llegará después de que la palabra de su movimiento alcance “los cuatro rincones de la tierra”.

Uno de esos rincones de la tierra, en el sentido más literal posible, está en los inhóspitos límites nororientales de la Triple Frontera, allí donde gobierna el Frepap.


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