¿Qué tienen en común el café y el cacao, además de ser dos de los placeres más cotidianos y universales que existen? Podríamos señalar lo obvio: el color de los productos, para empezar. O tal vez su origen: ambos son granos que se transforman, se potencian a través del secado y el tostado. Luego están las zonas geográficas donde se encuentran las variedades más preciadas (Sudamérica, en ambos casos). Incluso los sabores y aromas -afrutados, cítricos, vainillas, entre otros- y un punto preciso de acidez los agrupa en los mismos perfiles en el paladar. Pero no es eso.
Hay algo que tanto el café como el cacao poseen, y es una cualidad extraordinaria, rarísima: probarlos nos hace felices inmediatamente. Por un breve momento en el tiempo, ese primer sorbo de café y o el mordisco que le metemos a una barra de chocolate ayudan a que la existencia sea un poquito más llevadera, y eso ya es bastante. Describir lo que se siente cuando se degusta un café de especialidad, o un bombón hecho con cacao en su estado más puro bordea lo celestial. Así de poderosos son.
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La relación que el chileno Felipe Aliaga y la estadounidense Amanda Wildey cultivan con el café y el chocolate -respectivamente- va un paso más allá del antojo: la suya es una pasión que cambió el curso de sus vidas. Ambos productos se hicieron imprescindibles para ellos, y Felipe y Amanda se volvieron imprescindibles el uno para el otro. A algo como eso solo puede llamársele amor. Felipe y Amanda lo llaman El Cacaotal.
Mientras Amanda Wildey comenzaba -sin saberlo- un proyecto que iría creciendo de manera exponencial, Felipe se aventuraba a perderse en el corazón de la selva peruana para aprender más de café. Ambos llegaron a esta tierra -cada uno por su parte- con hambre de conocimiento y ganas de hacer, de sembrar. En el sentido más amplio de ese último verbo.
El Cacaotal nació en manos de la antropóloga y catadora estadounidense como un pequeño estante de chocolates en una bioferia de San Miguel, en abril de 2017. Aliaga, técnico agropecuario, ya había decidido instalarse en el Perú para seguir explorando las posibilidades de nuestro café, una curiosidad que arrastraba desde su natal Chile. En esos años ella vivía en Lima y él en Cusco; a pesar de que Amanda viajaba mucho a la selva, ninguno de los dos podría haber imaginado que sus destinos terminarían coincidiendo. Quizá fue el café o quizá fue el chocolate: dos años más tarde, el flechazo fue inevitable.
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Hasta antes de Felipe, Amanda no tomaba café. Podría decirse que la conquistó con un espresso. Los catadores se conocieron a través de un amigo en común en 2019, cuando él trabajaba al frente de una cafetería limeña y ella se había mudado a un pequeño espacio en Barranco con su marca. El siguiente paso para el crecimiento de El Cacaotal era hacer pruebas de maridaje entre café y chocolate. La química fue instantánea, tanto en la barra como fuera de ella.
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Desde entonces, ambos extranjeros enamorados del Perú dedican todos sus esfuerzos a la investigación y difusión de cafés y cacaos de especialidad. Un renovado local barranquino es su centro de operaciones, tanto para la venta al público como para sus catas. Hay café de distintos orígenes (sur, centro, norte), diferentes procesos (lavado, natural, honey) y perfiles de sabores que van desde lo espaciado hasta lo floral, terroso o herbal.
Los chocolates se elaboran con cacao de 14 regiones (Tumbes, Piura, Cusco, entre otras) y porcentajes que van de 50% a más del 90%, además de singularidades como trozos de nuez, nibs de cacao, café o fruta liofilizada. Tanto en la tienda como en la web de El Cacaotal el cliente puede elegir todas las características que busca en cada uno de estos productos, y esa es una de las cosas más interesantes sobre este formato.
“Definitivamente lo que hace especial al Perú es la diversidad. Es un país con mucha variedad y tiene climas muy distintos: los cafés de Cajamarca no tienen nada que ver con los de Cusco, por ejemplo”, explica Felipe Aliaga. “Hay personas a quienes podría llamarles la atención que seamos extranjeros, pero nosotros no vendemos café chileno ni chocolate ‘gringo’. Conocemos a todos los productores que están detrás y nuestro principal interés es ayudar a que la cadena se fortalezca”, finaliza sobre su concepto.
Felipe y Amanda han recorrido -y siguen recorriendo- buena parte del Perú en búsqueda de granos de cada vez más calidad. El viaje para ambos, sin embargo, recién acaba de empezar.
Más información:
Instagram: @elcacaotalperu
Dirección: Jirón Colina 111, Barranco
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