— “Cada historia de amor acaba en tragedia si esperas lo suficiente” (“The Handmaid’s Tale”).
Lo ”The Last of Us” cuenta en su tercer episodio pudo incluirse en cualquier serie de muertos vivientes y funcionar. Una historia de amor clásica, que aprovecha todos los recursos disponibles, con actuaciones brillantes de inicio a fin. Que sirve, además, como piedra angular para sostener mucho de lo que vendrá y que también muestra el verdadero corazón de la serie, que no es acerca de la sobrevivencia. No nos engañemos, aquello fue una estrategia comercial. Esta es una historia de amor.
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Joel (Pedro Pascal) y Ellie (Bella Ramsey) siguen su camino, esta vez con rumbo al refugio que tiene los recursos para llegar a las Luciérnagas. Tras unos minutos con ambos, la historia retrocede 20 años al pasado y presenta a Bill (Nick Offerman), un preparacionista que, ante el brote del cordyceps, se atrinchera en su barrio con cercas, trampas y un circuito cerrado de vigilancia. Él parece contento, tranquilo en su nueva vida.
No mucho después llega a su puerta Frank (Murray Bartlett), quien cae en una de las trampas. El amor entre ambos no tarda en surgir, pasando años juntos. En el camino conocen a Joel y Tess (Anna Torv), quienes se convierten en su único vínculo con el mundo exterior, en sus únicos amigos. Más años pasan, y con la vejez llega la enfermedad. Frank, que quiere morir bajo sus propios términos, tiene un plan para dejar el mundo y Bill, en medio del dolor, decide morir junto a él en un doble suicidio.
Ellie y Joel llegan a la casa días, semanas después posiblemente. Toman lo que necesitan y se van para encontrar al hermano de Joel, Tommy, que fue miembro de las Luciérnagas.
La historia más vieja del mundo
Los párrafos anteriores, exiguamente narrados, no captan lo que transmite este episodio. Tras empezar con unas pocas escenas de Joel y Ellie, “The Last of Us” hace una transición brutal, al mostrarnos el esqueleto de un bebé ejecutado por los militares en los inicios de la pandemia. Pero ver a ese mismo bebé, vivo y junto a su madre antes de dirigirse a su ejecución, es un trauma grande, un punto y aparte para contar la historia central del capítulo.
Las historias de amor han estado en la televisión desde sus orígenes. Historias de amor heterosexual, casi todas. De ahí que, en principio y por la costumbre, el encuentro de Bill y Frank no pareciera tener la connotación romántica. Pero eso cambia al poco rato, no tanto por los diálogos, sino por las performances. Primero, el lenguaje corporal de Offerman, que transmite sus dudas en la forma que tiene de caminar, mirar y guardar silencio. Es un tipo recio, pero los matices de la performance cuentan un cuento distinto a lo que dicen sus palabras.
El complemento a la dureza de Bill está en el Frank de Murray Bartlett, quien aprecia la comida y el vino con regocijo y, maravillado por el orden en la vida de Bill, es el elemento nuevo en quien no se sabe si confiar o no. Al principio no es del todo posible saber cuáles son sus intenciones, cómo hará para quedarse en esa casa cuando la alternativa es arriesgarse afuera entre militares e infectados. El cómo Frank adivina la orientación sexual de Bill es gracias a un conjunto de señales, donde ninguna tiene más peso que la otra, sino que todas confluyen al clímax de este primer acto: cuando Bill toca el piano y canta “Long Long Time” (1970), de Linda Ronstadt, la historia de un corazón roto que no puede olvidar al amor previo. Luego vienen los preparativos para el sexo, algo breve (inusual para HBO, que se hizo famoso por incluirlas en abundancia), pero que pone las reglas claras sobre el inicio de la relación.
Entonces el episodio empieza con los saltos temporales, los momentos difíciles de un romance donde una de las partes es luminosa, abierta al cambio, y la otra, sombría y paranoica. La serie lo deja claro con el almuerzo con Joel y Tess, quienes se ven medianamente conformes con sus vidas a pesar del dolor por el que han pasado los primeros años de la pandemia. Donde Tess y Frank conectan con una amistad incuestionable, Joel y Bill se reconocen mutuamente como personas desconfiadas y siempre en guardia. El paralelo entre ambas historias de pareja, no digo de amor porque eso solo está confirmado en los dueños de la casa, es algo que recompensa al espectador después.
Los años pasan. Las trampas de Bill cumplen su cometido de alejar a los atacantes, con lanzallamas y cercas electrificadas. Y Frank, vital como él solo, comparte con el ser amado las fresas de una cosecha reciente. De vez en cuando, al fondo, la música de Gustavo Santaolalla cuenta lo que no alcanzan a decirse con la imagen: los pequeños acordes de guitarra cuando ambos están frente al jardín y, años después, la secuencia musical donde se casan y que refuerza la tristeza del adiós de un amor que nació de la masacre, la de soldados a civiles, de zombies a personas.
La verdadera tragedia
El fin de la historia de Bill y Frank no es trágico, algo típico en los romances homosexuales y que ha merecido amplias críticas. Lo que Fred Waterford dijo en “The Handmaid’s Tale” aquí no se cumple. Es un final, sí, triste, como toda historia de pareja con altas y bajas, pero donde la sensación final es de plenitud. La tragedia viene después, ya cuando ambos han muerto y Joel y Ellie llegan a la casa y la adolescente camina sin tener idea de los sentimientos que se vivieron allí mientras el mundo se caía a pedazos. En la casa encuentra la voluntad final de Bill.
“Solía odiar al mundo, y estuve feliz cuando todos murieron. Pero me equivoqué, porque había una persona que valía la pena salvar. Eso es lo que hice. Lo salvé. Y luego lo protegí. Por eso hombres como tú y yo existimos. Tenemos un trabajo qué hacer”, escribió Bill y luego, en la misma carta, menciona a Tess en el contexto de protegerla, asumiendo que Joel la amaba. Algo que, por las palabras de la sobreviviente en el episodio previo, no es exacto.
Y así la serie amarra, de momento, la historia de Bill y Frank con la de Joel y Ellie, donde el sobreviviente que no pudo proteger a la mujer que lo amó, que tampoco pudo salvar a su hija, puede redimirse por medio de Ellie, llevándola con las Luciérnagas. Pero todavía no llegamos a lo trágico.
Ya con Joel y Ellie en la camioneta, ella reproduce un cassette que resulta ser la versión original de “Long Long Time”, que Joel reconoce. La historia de un amor que no se olvida, que bien podría representar los sentimientos de Tess ante la no correspondencia de Joel (Living in the memory of a love that never was ‘Cause I’ve done everything I know to try and change your mind), una forma sutil que tiene la serie de recordarle al protagonista su incapacidad para amar y los efectos que causaron en la otra parte (And I think I’m gonna miss you for a long long time). Qué más trágico que no poder cambiar lo que ya pasó, y que todo a tu alrededor te recuerde el error.
Pero la canción también significa otra cosa, para lo cual hay que recordar lo que se dijo en el primer episodio, los mensajes con los que Frank se comunicaba con Tess: años 60, no ocurre nada; años 70, pasa algo nuevo; años 80, peligro. La canción de Linda Ronstadt es de los años 70. Y en la vida de Bill y Frank, lo nuevo fue el amor. Ahora, veinte años después, quién sabe qué de nuevo habrá mientras los protagonistas se alejan y al fondo, una ventana abierta es lo último que vemos de una casa donde por mucho, mucho tiempo, hubo algo.
Describir lo ocurrido ya es suficiente halago con un producto que se sostiene por sí mismo. Un episodio hermoso, sencillo en su realización, pero con múltiples significados para una audiencia ávida de buena televisión y de conexiones al juego, pero no por adaptar lo que pasó (la historia de Bill y Frank es muy distinta en PlayStation), sino por lo que implica en el futuro. Pero ese es terreno de los crueles SPOILERS y, a estas alturas, enterarse de lo que viene sería otra tragedia.
Pensamientos sueltos
- Además de ser el mejor episodio de la serie hasta el momento, “Long Long Time” es el que ofrece las mejores frases. “Nunca tuve miedo antes de que aparecieras”, “Ser más viejos significa que seguimos aquí”, “Tú fuiste mi propósito”. Craig Mazin puso el chorizo sobre la mesa y dijo aquí mando yo. Y así fue.
- Entre las múltiples posibilidades que abre el tercer episodio, es lo bien que funcionaría “The Last of Us” como una serie antológica, con episodios no conectados entre sí que cuenten historias ambientadas en el apocalipsis del cordyceps.
- Si antes la carrera por el Emmy a Mejor serie dramática estaba entre “Better Call Saul”, “Succession” y “House of the Dragon”; “The Last of Us” entra al ruedo gracias a este episodio.
INICIO DE SPOILERS
- Cuando Ellie dice que la camioneta parece una nave espacial, ya la serie crea una conexión con lo que veríamos en una temporada futura y que contrasta con la actual relación de los dos protagonistas.
- Asimismo, la ventana, que enmarca a Ellie y Joel alejándose, es un paralelo con el final del segundo juego, que representa otra historia de amor. Una distinta a la de Bill y Frank y que sí podemos considerar trágica, pero no por las razones tradicionales.
FIN DE SPOILERS
- El momento Pedro Pascal del episodio: cuando sale a la calle para leer las palabras de Bill sobre Tess. ¿Se puede llorar sin lágrimas? Sí, y Pascal lo demuestra en ese momento.
- La próxima semana debería haber más acción en la serie, según el adelanto del cuarto episodio.
Puedes ver nuevos episodios de la serie todos los domingos por la noche en HBO Max.
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