Sandra Pierantoni alguna vez quiso trabajar en Publicidad, así que estudió Diseño Gráfico. La cocina fue parte de su vida desde que tiene memoria (sus primeros recuerdos llevan el sabor de los postres que solía servir su madre en casa), pero jamás hubiese imaginado que aquel sería su destino. Era difícil hacerlo en la Lima de la década del ochenta. Y eso es algo que no olvida.
Aprendió las bases de la repostería clásica observando a una de sus hermanas. Sandra asimilaba todo atenta, mientras la veía preparar muchas de las recetas que hoy conforman su exquisito, casi inagotable repertorio. Un conocimiento que salió a relucir cuando abrió su primer restaurante, La Trattoria di Mambrino, junto a su esposo desde hace 34 años, Ugo Plevisani. El resto llegó con la práctica, con hijas que criar y alimentar, y con una inclinación natural por aprender constantemente. Por hacer cosas.
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Quizá eso explique mucho de lo que pasa en su día a día. Sandra Plevisani tiene 57 años y se ejercita religiosamente cada jornada; siempre prepara algo para su casa o para compartir en sus redes sociales; escribe recetas (en noviembre pasado sacó su último libro, “Cocina en Familia” de Editorial Planeta); hace concursos; y juega con sus perros, Ulises y Homero, su adoración. Últimamente, a raíz de la pandemia, Sandra pasa mucho de su tiempo junto a sus hijas -viven fuera, pero volvieron para pasar la cuarentena en Lima- y junto a su primer nieto. Se siente afortunada por todo eso, pero también ha vuelto a mirar las cosas de otra manera. En ese momento de su vida es que nos encontramos con ella.
Conversamos sobre sus reflexiones, sus lecciones y sí, también sobre ese famoso comentario en torno a un queque que disparó las vistas a su cuenta de Instagram. De lo que más hablamos, no obstante, es de su gran pasión por la cocina y cómo esta terminó convirtiéndose -sin haberlo buscado- en una suerte de salvación.
- La primera cuarentena te llevó a reunir una serie de recetas inéditas en tu último libro, “Cocina en Familia”. Después de todos estos años siempre encuentras la manera de seguir mostrando cosas nuevas.
En la cuarentena retomé muchas cosas. Para empezar, volví a tejer (eso está en el libro también). La gente no sabe que yo tuve un negocio de tejidos por diez años y les bordé muchas cosas a mis hijas. Ellas viven fuera y vinieron a pasar la cuarentena a Lima, así que casi todos los días cocino algo para comer juntos. Las recetas que están aquí son un resumen de eso: son mis recetas de cuarentena, lo que se prepara en mi casa. Panes, dulces, salados, salsas hechas con las hierbas de mi propio jardín, pastas frescas (diferentes tipos de ñoquis, tortellonis de zapallo loche). Todas las fotos las hicimos aquí, en mi cocina. Quería que fuese un libro práctico, económico y sencillo.
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- El libro salió a finales del año pasado. Los recetarios toman otra relevancia ahora que volvemos a estar en casa sin poder salir.
Se lo dirijo principalmente a toda la gente que ha emprendido un negocio gastronómico durante la primera cuarentena, que ha tenido que reinventarse, tener un plan B por muchos motivos: laborales, sentimentales, salud mental. Es una herramienta para poder cocinar en tu casa recetas que no sean difíciles. A veces hay que perderle el miedo a algunas cosas, empezando por la levadura para hacer pan.
- ¿Tú cocinas todos los días?
Sí, 24/7. Hago de todo, porque me piden un montón de tortas o postres para negocio. En mi casa yo decido qué se va a hacer para el almuerzo, y dependiendo de cómo esté mi agenda también me meto a cocinar; a hacer un aderezo, un puré… ahora con mis hijas en casa les encanta que yo les cocine. Y es la oportunidad perfecta para poder engreírlas.
- ¿De dónde sacas tanta energía?
Siempre he sido así. Ahora no puedo correr, porque he tenido ciática, pero empecé a montar bicicleta (me iba al mercado con mi mochila y compraba feliz) y me entreno todos los días en mi jardín. Me sirve para ordenar mis ideas. El deporte me da tranquilidad, me ayuda a comenzar el día con otra vitalidad. Lo segundo que me da energía es amasar la masa de los postres.
- Lo que vemos en tu Instagram es todo hecho por ti, entonces.
Tengo que probarlo todo. Sino cómo lo vendo.
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- Para una mujer tan activa como tú no debe haber sido fácil cambiar la rutina y quedarse en casa. ¿Qué te ha enseñado todo esto?
Estuvimos muy en familia. Ordené mi casa, de arriba abajo. Mi hija Valentina, que tiene 18 años, no creció en la época en la que yo trabajaba, lavaba, planchaba, trapeada… conoció a otra mamá, y ahora se sorprende. He tenido más tiempo de desarrollar otras cosas, a apreciar lo más simple de la vida. Eso es lo que uno disfruta. Ni siquiera pienso en qué me voy a poner: necesitas salud, un pantalón y un polo; punto. Hay muchos accesorios que ya no me son necesarios. Me he dado cuenta que poder ver a mis hermanas es un premio. A mis hijas no las veía hacía un año prácticamente, y ahora soy abuela. A veces uno ha vivido con una venda que la pandemia ha hecho que te quites.
- ¿Y esta segunda etapa?
Me sigo cuidando más que a nada, igual que a mi familia; mi esposo tiene 68 años y felizmente hasta ahora estamos sanos. Salgo a caminar todos los días para respirar un poco de aire, continúo haciendo mis cosas y esperamos que todo pase. En los restaurantes por lo menos podemos seguir con el delivery las 24 horas.
- Durante la pandemia tus redes sociales te han mantenido muy ocupada también.
He llegado a 250 mil seguidores en Instagram. Me gusta involucrar a la gente, hacer concursos, regalar cosas, libros, productos, los mandiles que hice en la cuarentena. Yo manejo mis redes personalmente pero con ayuda de mi hija Valentina, que es mi community manager. A veces quiero postear algo y ella me dice “no mamá, mejor así”. Yo no le hacía mucho caso a todo eso, pero mis hijas me dijeron que me ponga las pilas. Las recetas han enganchado con mucha gente.
- Pero también te han traído algún que otro problema. El año pasado un comentario en torno a un queque “para el sector C, D” te volvió tendencia en Twitter.
Fue un malentendido lo del queque. Les pedí a mis seguidores que me dijeran qué ingredientes tenían en casa, yo empecé con los ingredientes que tenía en la mía. Cuando me preguntaron no lo pensé de mala manera, sino en lo fácil que es para todos prepararlo. Solo pones harina, huevos, azúcar y te sale una maravilla. Yo soy muy consciente de las realidades, he visitado todo el Perú, he cocinado hasta en las cárceles. Hay recetas que algunos pueden hacer y recetas que no. Pero intento ser muy democrática en todo lo que comparto.
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- Si bien muchos te sienten cercana, para otros tu figura se siente algo más lejana, generas un fenómeno más bien “aspiracional”.
Lo mucho o poco que tengo lo he conseguido con mi trabajo; a mí nadie me ha regalado nada, y nunca me han caído las cosas del cielo. Cuando hago un concurso yo misma voy a entregar los premios a los ganadores, incluso durante la pandemia. Me parece que es un lindo detalle, porque la gente se pone súper contenta. Yo no le tengo miedo a nada, soy muy aventada. A lo único que le tengo miedo es a la enfermedad del cáncer que se llevó a mi hija Camilla. Una de las cosas más gratificantes que recibo es cuando me encuentro con personas que me dicen que tal o cual receta mía les ayudó a empezar con un negocio. No soy monedita de oro para gustarle a todo el mundo, y siempre va a haber comentarios malos.
- Tu nombre es una marca que después de más de tres décadas, quizá esté más fortalecida que nunca. ¿Qué te mantiene motivada?
Si uno no tiene una pasión, no sigues adelante. Yo soy muy disciplinada, mi padre era muy estricto, pero cuando haces lo que te gusta no se siente como trabajo. Cuando me pongo mi uniforme de cocinera me transformo. He tenido momentos muy difíciles con mi hija cuando me fui a Estados Unidos para su tratamiento. Terminé cocinando todos los días para 30 o 40 personas en el hospital, todos esperaban felices la hora de almuerzo. Esa pasión me ha salvado mucho la vida, me ha salvado de todos los momentos tan tristes. Sé que mi habilidad con la repostería me ha sacado adelante y soy optimista a pesar de todo.
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- Cuando abrieron el primer local de La Trattoria di Mambrino era 1987. Una época nada favorable para empezar un negocio en Lima.
Me casé y a los meses abrimos el restaurante (en la calle Manuel Bonilla) en Miraflores. Lo he visto todo, terrorismo, apagones, masking tape en las ventanas, la bomba del Banco de Crédito en Larco, la de Tarata… yo estaba en el restaurante cuando todo eso pasó. Lo que vi esa vez no lo he podido olvidar en mi vida. Los chicos del restaurante me decían que me vaya, que teníamos que salir de ahí. Luego pasó la enfermedad de mi hija Camilla durante dos años; regresé de Estados Unidos, tuve a Valentina (la menor). Siempre seguí adelante porque mi familia me necesita.
- Precisamente, tu último libro está inspirado en tu familia, pero también en esta etapa tan particular para todos.
Todos los rincones de mi casa están en el libro. Son recetas de mi día a día, hay tortas que nunca había compartido en ninguno de mis recetarios y otros platos de ese estilo. En la carátula están mis dos poodles, Ulises y Homero, porque han estado conmigo toda la cuarentena. Es muy especial para mí.
El libro
“Cocina en Familia”
Editorial: Planeta
Precio: S/.34.90
Número de páginas: 168
Puntos de venta: Plaza Vea y Vivanda
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