"Así como Jesús deambuló 40 días en el desierto, Cuto lo hizo durante 10 años en las canchas"
"Así como Jesús deambuló 40 días en el desierto, Cuto lo hizo durante 10 años en las canchas"
Jaime Bedoya

Hay un sufijo que por excelencia remite a una doctrina, sistema o escuela de pensamiento: ismo. Ejemplos frescos de esto podrían ser el Castillismo, el Keikismo o el Cerronismo. En estos días aciagos un cuarto ismo se manifiesta como una esperanza alternativa. Este es el momento del Cutismo.

Por dicha denominación se alude a la ideología que se nutre del raciocinio de Luis “Cuto” Guadalupe, portento de peruanidad chinchana.

Se le llama cuto animal al que se le amputa la cola desde muy joven. Ese dato zoológico le ha bastado a para sostener que Guadalupe recibió dicho apodo “por su estilo rudo de ir a pelear las pelotas”. Lo que invita a pensar si es que la cola, o la ausencia de ella, tuviera algún papel determinante en la marca hombre a hombre.

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Así como Jesús deambuló 40 días en el desierto, Cuto lo hizo durante 10 años en las canchas. Buscaba un puesto, pero no funcionaba en ninguno. Se presumía que su humanidad sería una ventaja, razón por la cual un técnico le dio el apodo temporal de Obelisco, pero parecía tratarse de una torre sin talentos. Lo que se dice un paparulo.

Por descarte llegó a la noble tarea defensiva, ahí donde bulto es bulto. Desde esa posición conoció la gloria deportiva. Vistió los sagrados colores de la selección nacional, fue tres veces campeón con Universitario, y en la epopeya que definiría su filosofía, heroicamente campeonó con un equipo provinciano, el Juan Aurich de Chiclayo.

(Cabe resaltar que Juan Aurich fue un poderoso hacendado peruano alemán. Además de mecenas del equipo homónimo se bebió 300 libras de oro en champagne, según lo refiere un . Es una evidencia más de la fluidez y armonía con que el Cutismo se integra con lo que sea.)

Fue en el año 2011 que el modesto Juan Aurich se consagró campeón ante el presuntamente superior y siempre salado Alianza Lima. El triunfo se dio en dramática definición de penales, al cabo de los cuales la alongada humanidad de Cuto se vio rodeada de micrófonos y cámaras en el clímax de la euforia. Y entonces sucedió lo inexorable.

En medio de esa vorágine que reclamaba verbo e historia el chinchano empezó a declamar sobre el gramado del Coloso de José Díaz. Un monólogo único e incoherente estableció el alfa y omega del Cutismo.

- ¡La fe, la fe, la fe, es lo mas lindo de la vida!, decía el primer mandamiento de este evangelio donde apóstol y Mesías eran uno.

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La perorata decía . Condenaba la soberbia y la injusticia, enalteciendo como contraparte a la carapulcra y la sopa seca. Como el mismo Cuto ha referido, ese día el sintió que hablaba Dios. Un día en que Dios estuvo con descanso médico, diría .

Han pasado diez años y la vigencia del Cutismo sigue incólume. Mensajes evangelizando sus proverbios fueron vistos en las marchas anti Merino, y regresan ahora en el de Carrillo, Cueva y un desubicado Lapadula. Desde el templo laico de ,restaurante en La Perla que lleva su nombre y hace delivery, el Cutismo limpia, fija y da esplendor a lo único que nos queda. La fe.

Porque solo mediante la fe podemos creer que los vencidos en las elecciones finalmente aceptarán la derrota. Y solo mediante la fe podemos creer en que Castillo contralará a Cerrón.

Si el Cutismo no funciona aún nos queda su sucesor, el Lapadulismo. Que salvo error u omisión consiste en afrontar lo peruano con extravío, ilusión y un inocente entusiasmo a prueba de balas.

Funciona.

El slogan del establecimiento es “Tengo Hambre ¡Huye! “. No se sabe a ciencia cierta qué se quiere decir con eso.

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