Si hay una certeza en medio de esta incertidumbre generada por la pandemia es que nadie quiere morir en otro lugar que no sea esa extensión de tierra que llamamos país, ciudad, casa. La nueva normalidad a la que nos obliga el COVID-19 incluye aceptar que pasarán meses antes de que podamos viajar sin miedo. Aunque el turismo interno y el global se reactiven gradualmente, a muchos nos costará volver a subirnos a un bus o a un avión frente al temor de contagiarnos y morir lejos. Y pensar que antes de todo esto soñábamos con viajar, escapar lo más lejos posible de la rutina y ahora, en cambio, es esa rutina la que nos sostiene y nos mantiene con la cabeza ocupada, pensando en un día a la vez.
En setiembre del 2019 planifiqué mis vacaciones del 2020 con un destino claro: Nueva York. Elegí el mes de mayo, que es cuando el clima se torna inmejorable en la ciudad que nunca duerme. Planeaba asistir a una función de “Plaza Suite”, una comedia clásica que sería protagonizada desde el 13 de marzo en Broadway por la actriz Sarah Jessica Parker junto a Matthew Broderick, su esposo, en el emblemático Teatro Hudson durante 17 semanas. Mayo. Nueva York. Sarah Jessica Parker. La tríada de mi escape perfecto de la rutina.
Soy hincha de SJP —como llaman sus fans a la actriz — desde el 2000 cuando hacía el papel de Carrie Bradshaw, la protagonista de “Sex and the City”, una serie de TV que terminó hace 16 años y que me sé casi de memoria. El personaje es recordado por su glamour y las vicisitudes de su vida sentimental, pero también por el amor que siente por su ciudad, por todo lo que le ofrece y le permite hacer como mujer independiente y liberal junto a sus tres amigas.
Tras el atentado del 11S, la quinta temporada estuvo dedicada a la Gran Manzana. En uno de los capítulos, Carrie dice sobre Nueva York: «El lugar perfecto para estar soltera, la ciudad es tu cita». Y así como el personaje que la encumbró a ícono de la moda, SJP es una neoyorkina de corazón. Vive en West Village, el mismo barrio donde transcurría gran parte de la serie.
Amigas de TV
A lo largo de las ocho temporadas que tuvo la serie desde 1998 al 2004 y sus dos películas aprendí a querer e idealizar a Nueva York. Pudo ser “Desayuno en Tiffany’s”, “Cuando Harry conoció a Sally”, “Annie Hall”, “Serendipity” o “Tienes un e-mail”, por nombrar algunas películas filmadas en esta ciudad, pero, tras ver la serie y otras que también la tienen como locación, creo que, sin temor a equivocarme, “Sex and the City” es la que mejor nos muestra esta ciudad a las mujeres.
Antes de que se pusiera de moda el término sororidad, esta serie nos demostró el valor del apoyo entre mujeres. Marilyn Yalom y Theresa Donovan Brown incluyen en su libro “Entre Mujeres: una historia de la amistad femenina” a “Sex and the City” entre los programas que empezaron a contar la amistad de mujeres en la televisión. A diferencia de “Friends”, todas las protagonistas son mujeres que se dan soporte en sus búsquedas de romance, felicidad y éxito profesional en una ciudad convertida en su más grande cómplice.
“La sororidad quizás ya no tenga la intensidad política que tuvo en los años sesenta y setenta, pero ha entrado en la conciencia de las mujeres como una fuerza positiva, en especial ahora que las parejas heterosexuales ya no son tan permanentes. Ya sea que estén casadas, sean solteras, divorciadas o viudas, muchas mujeres encuentran en sus amigas, individual o colectivamente, oídos receptivos frente a sus necesidades emocionales además de palabras de consejo”, se lee en “Entre Mujeres”.
Nueva York: deseos y recuerdos
“Las ciudades son un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje; son lugares de trueque, como explican todos los libros de historia de la economía, pero estos trueques no lo son solo de mercancías, son también trueques de palabras, de deseos, de recuerdos”, escribió Italo Calvino en “Las Ciudades Invisibles”. Y eso es para mí Nueva York: deseos y recuerdos que deben repetirse.
Como la primera vez que estuve allí, planeaba realizar largas caminatas por Central Park y visitas interminables al Museo Metropolitano de Arte (MET), el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) y al Guggenheim. En mi lista también estaban esperar el atardecer en el puente de Brooklyn, sentarme a leer en las escaleras de la Biblioteca Pública de Nueva York, comer algo en el elegantísimo The Plaza Hotel, ir por un cup cake al Magnolia Bakery y muchas otras cosas más que me llevaran a recorrer los sitios que a Carrie le gustaban. Así es esta ciudad y sus placeres: ya todo lo hemos vivido aunque no hubiésemos estado antes en ella.
“Nada es más gozoso que reconocer: en NY, el viajero ya conoce lo que va a ver, antes de verlo. Ya lo ha visto, miles de veces, en pantallas diversas. El viajero ya vio todo eso en películas y no sabe si las películas son perfectamente realistas en su imitación de NY o si NY imita perfectamente a las películas (…)”, según Martín Caparrós en “La Guerra Moderna”.
Y, por supuesto, también pensaba hacer una vez más el Tour Sex and the City que aún sigue realizándose. En el 2016, doce años después de que terminara la serie, yo hice ese tour en un bus rosa junto a decenas de mujeres ansiosas por llegar hasta la puerta de la casa de Carrie y tomarse la foto de rigor. Había en el grupo dos hombres con cara de no entender nada.
El inicio de la pandemia
En el mes de febrero compré mi ticket para la función de “Plaza Suite” del 14 de mayo. En los primeros días de enero, la ciudad de Wuhan, en China, ya luchaba contra el COVID-19, pero para el resto del mundo era una crisis sanitaria lejana. Seguí con la reserva de hotel, los pasajes aéreos y planificando actividades. En la segunda semana de febrero se confirmaron las primeras muertes por este nuevo coronavirus fuera de China.
En los primeros días de marzo, Lombardía, al norte de Italia, se convirtió en una de las regiones fuera de Asia más afectadas por la intensidad del brote del virus. El 11 de marzo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) denominó la propagación del virus como una pandemia. Ese mismo día, el presidente Martín Vizcarra declaró emergencia sanitaria a nivel nacional por 90 días y a los pocos días se cerraron las fronteras.
Nueve días después, el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, dispuso la cuarentena en el estado debido a la alta cantidad de contagiados que entonces sumaban 34 mil. Se había convertido en el nuevo epicentro mundial de la pandemia. El rostro de la ciudad bulliciosa y cosmopolita cambió: los comercios y las escuelas fueron cerrados y se instaló un hospital de campaña para pacientes con COVID-19 en el Central Park. Se prohibieron las reuniones. Por las noticias pude ver a SJP, como el resto de mortales, haciendo compras en un supermercado para aguantar el confinamiento. Su cuñada dio positivo a coronavirus. Luego, ocurrió lo mismo con el productor de “Plaza Suite”. Supe entonces que mi sueño de ver a SJP en el teatro había acabado. La obra solo tuvo algunas funciones durante el mes de febrero en Boston. El estreno del 13 de marzo en NY nunca llegó a darse.
La función debe continuar
El 13 de abril recibí un correo anunciando que la función de “Plaza Suite” que reservé había sido cancelada y se iniciaría el proceso de reembolso del monto que pagué. El crecimiento de infectados no se detuvo pese a la cuarentena, por lo que las medidas de confinamiento en todo el estado se han prolongado hasta el 15 de mayo. Se estima que de un total de 19.4 millones de residentes, unos 2.7 millones de neyorkinos han tenido coronavirus y lo han superado.
El sábado 18 se realizó el “One World: Together At Home”, un evento organizado por la Global Citizen y la OMS que recaudó casi US$128 millones para luchar contra la pandemia. Participaron diversos artistas, entre ellos Sarah Jessica Parker, quien agradeció especialmente a los médicos y profesionales de la salud. “Son héroes y estamos muy agradecidos por el sacrificio que hacen para que la sociedad esté a salvo", dijo.
Todos intentamos sobrevivir un día a la vez contra este virus que ha paralizado el mundo. Y en esa lucha están inmersos los héroes en los hospitales y en las calles, las autoridades que intentan cuidarnos, los artistas que seguimos y que usan sus redes sociales para animarnos y cada una de las personas que habitan las ciudades que amamos. Solo por ellos merece la pena soñar en todo lo que nos gustaría hacer cuando esto acabe incluyendo pensar en cuál será nuestro próximo destino a visitar. Aunque pase mucho tiempo para concretar deseos y crear nuevos recuerdos, yo la tengo clara. Próxima estación: NY.