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La esperanza de las comunidades en Madre de Dios: cómo el cacao y la castaña cambian vidas y luchan contra la minería ilegal
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Con un calor que fácilmente excede los 35 grados encontramos a Ana Luisa Mishaja Posho (42) trabajando en su parcela del bosque. Estamos en la Comunidad Nativa Ese’Eja de Infierno, a unos 30 minutos de Puerto Maldonado, Madre de Dios. Para llegar a este destino hirviente —que rinde culto al nombre de su comunidad—, Ana debe cruzar el río Tambopata en bote por unos 10 minutos. Aquí, junto a su esposo, dedican todo su tiempo y trabajo a sus plantaciones de cacao desde hace cinco años, cuando comenzaron a sembrarlo. El año pasado fue su primera cosecha, sus primeros 12 kilos de cacao, digamos, silvestre, que después fueron injertados.
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Eso sí, hay mucho esfuerzo de por medio, pero están contentos con los resultados cada día mejores para su familia y miembros de la comunidad: “Antes me dedicaba a sembrar plátano y maíz, hasta que nos incentivaron a también optar por el cacao porque la rentabilidad es mayor. Claro que demora más, pero en la cosecha se puede recuperar el dinero”, nos dice Ana. Los árboles de plátano y frutos circundantes ayudan dándole la sombra necesaria para su crecimiento.
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Mientras los mosquitos y las hormigas se divierten picándonos, la productora nos cuenta sobre su día a día. Después de alistar a sus hijos para el colegio, se va a trabajar a la chacra. Diariamente, limpian sus plantas y las podan, preparándolas para la cosecha. Mantenerlas bien es una manera de darles amor.

Así como ella, en la Comunidad Nativa Ese’Eja de Infierno 19 familias trabajan con el cacao como producto principal. Solo el año pasado vendieron, entre todos, 2.230 kilos de cacao seco fermentado. “Este año, esperamos llegar a los 4 mil kilos”, afirma Yessenia Apaza, directora de la sede en Madre de Dios de Conservación Amazónica - ACCA, una organización que brinda soporte técnico a comunidades —como Infierno y Puerto Arturo—, para que se organicen, sean guardianes de sus bosques y, con sus propios recursos forestales no maderables, generen ingresos dignos sin dañar el bosque, más bien en armonía.
La Comunidad Nativa de Infierno viene produciendo —además de sembrar, fermentar y secar su propio cacao— un chocolate de alta calidad. Se trata de la marca Wipa (‘águila arpía’ en la lengua ese’eja) que trabajan en sociedad con la cooperativa Agrobosque. Son chocolates bitter al 70%, con nibs caramelizados y castaña. También hay chocolate 100% para taza. Puede comprar estos chocolates comunicándose con Ysabel Mishaja Shajao al 982 670 287 o en el correo isabelmishaja@gmail.com. Instagram: @wipa.peru.

Yessenia nos cuenta que cada planta de cacao da en promedio, oficialmente, entre 30 y 40 cocos; sin embargo, en Infierno se vive una experiencia religiosa: “El año pasado hemos contado 80 en una sola planta, desde abajo, llenecito. En la parcela de Ysabel Mishaja [otra mujer productora de cacao] contamos 115. Ella es quien tiene los mayores frutos de cacao. La poda es muy importante”, sostiene la experta. Con la asesoría permanente de ACCA, han aprendido los procesos detrás de un buen chocolate: ellos mismos fermentan sus semillas y las ponen a secar. Y ahora tienen su propia marca, Wipa, que en lengua ese’esa se refiere al águila arpía de la selva.

Trabajar bajo la estrategia del sistema agroforestal es una idea positiva y de gran impacto en Madre de Dios. Yessenia nos explica que siguen este modelo: “No hacemos monocultivos, el sistema agroforestal implica un conjunto de especies tanto forestales como agrícolas que permite devolver al bosque la combinación de todo. A las plantas con las que ya venimos trabajando [plátano, maíz y arroz] les sumamos cacao, cítricos y otras especies como la palta. No botamos ningún árbol, sembramos en los espacios que no se están usando”, asegura. Los resultados tienen a todos contentos y con muchos planes.
El reino del añuje
Al igual que el cacao, la castaña es uno de los frutos más apreciados en Madre de Dios. De hecho, un 20% de la población se dedica a esta actividad, familias enteras recolectan castañas entre los meses de enero y marzo beneficiando a más de 40 mil personas. Encontrarse en el bosque con la inmensidad de un castaño, alojarse bajo su sombra milenaria o abrazar sus troncos que pueden tener más de 3 metros de ancho, es una de las experiencias más gratificantes.

En el bosque de la Comunidad Nativa Puerto Arturo encontramos castaños de más de 500 años, viejos testigos de nuestra historia. Recorrimos las parcelas de este bosque junto al experto castañero Martín Huaycuna Flores (66), fundador de la Asociación Forestal Indígena de Madre de Dios (Afimad).

“En 2008 trabajaba como castañero en mi comunidad, Tres Islas, y al tener mi parcela me di cuenta de que los comerciantes acondicionaban los precios y los castañeros recibían pocos beneficios del trabajo, era injusto”, recuerda Martín. Fue así que pensó en la colectividad. Comenzó con cuatro comunidades en Afimad, ahora son 11, de las cuales seis se dedican a la castaña. También se involucran en piscigranjas, artesanías, turismo, reforestación y otras actividades. “Antes de la castaña, la principal actividad económica era la madera, ahora hemos demostrado que se puede tener mayor beneficio con menor inversión, se acaba la tala ilegal y otros perjuicios generados a los bosques”, sostiene.

Su objetivo es mejorar la calidad de vida de las comunidades: “Hoy es diferente, pasaron de una economía precaria, que no les permitía ni comprar un cuaderno —nos dice Martín—, a tener profesionales indígenas mejorando cada día”. Además, al tener mayor campo laboral, los jóvenes pueden evitar trabajar en la minería ilegal, uno de los mayores desafíos ambientales de la región.

Ahora mismo no es temporada de recolección de castañas. Mientras esperan, no se quedan quietos: limpian los suelos y caminos, les dan mantenimiento a sus canastas de recolección (hechas a mano con fibras de la planta tamishi), se alistan para la temporada. Además, los guacamayos aprovechan en disfrutar las nueces de la castaña así como pequeños y poderosos añujes, principal aliado de las semillas de la castaña. Con sus poderosos dientes, este roedor rompe los cocos, come sus nueces y entierra otras hasta olvidar dónde las dejó. Así, van creciendo nuevas plántulas, garantizando su existencia.
El bosque se puede aprovechar de muchas maneras sin dañarlo, incluso con antiguos saberes que se están olvidando y dándoles valor a sus plantas, como lo hace la técnica en farmacia Lita Canelos Canelos (36), también de Puerto Arturo y de la comunidad indígena quechua-runa, quien además se dedica a la recolección de castañas. “En la parte baja del bosque ya no hay plantas medicinales, debemos recurrir al fondo del monte para rebuscar y seguir atendiendo a la gente”, nos comenta Lita desde su local en la comunidad, rodeada de las plantas medicinales que prepara al momento. Tiene caña-caña para la fiebre (ver imagen), rabo de coto (una liana) para las fracturas, aceite de suri como frotación y miles de secretos del bosque que busca perennizar.

Estos son algunos ejemplos de cómo convivir con el bosque, aprovecharlo y respetarlo, para que nuevas generaciones también puedan abrazarlo. //
-La castaña amazónica ‘Bertholletia excelsa’ ha sido consumida desde tiempo antiguos. Fue descrita en 1807 por el naturalista Alexander von Humboldt y el botánico Aimé Bonpland. A comienzos del siglo XX, se inicia su exportación.
-Un árbol de castaña produce aproximadamente 300 frutos del tamaño de un coco. Dentro de cada uno se encuentran aproximadamente 15 castañas. Los castaños alcanzan la madurez a los 15 años y pueden llegar a medir más de 60 metros de alto.
-2,5 millones de hectáreas o el 30% de la superficie de Madre de Dios sostiene árboles de castañas. Es el producto bandera de la región Madre de Dios.
-Respecto a la exportación de castañas, el año pasado los principales mercados de destino fueron Corea del Sur, Estados Unidos, España y Alemania.
-3 años atrás las comunidades de la Asociación Forestal Indígena Madre de Dios (Afimad) comenzaron a exportar sus castañas.
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