
Érase una vez —concretamente en los días mejores del año, la víspera de Navidad, el día de Nochebuena — en que el viejo Scrooge estaba muy atareado sentado en su despacho. El tiempo era frío, desapacible y cortante; además, con niebla. Se podía oír el ruido de la gente en el patio de fuera, caminando de un lado a otro con jadeos, palmeándose el pecho y pateando el suelo para entrar en calor.
No recuerdo bien el día exacto en el que me sumergí en “Cuento de Navidad” (“A Christmas Carol”) de Charles Dickens; solo recuerdo que tenía doce años y que esa historia del hombre egoísta, avaro y muy huraño que se transforma una Nochebuena —después de recibir la visita de tres fantasmas— en un tío solidario, compasivo y generoso me dejó para siempre una curiosidad. ¿Cómo es la Navidad en Londres? Este diciembre lo he descubierto. El tiempo es frío, correcto. El viento es cortante. Además hay niebla. Pero todo lo que uno vive es apacible. No exagero cuando digo que Londres en sí misma es un regalo. Que hay que caminar la ciudad, respirar los aromas, mojarse bajo la lluvia y mirar a través de la niebla.
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No importa cuántas horas o días estés ahí. Te sorprenderás mirando a un guardia real imperturbable en las afueras de Buckhingam y al minuto siguiente estarás envuelta por el silencio y la llovizna en un parque precioso como Green Park, donde los niños juegan a recoger hojas. Cenarás en Hide, un restaurante con estrella Michelin y te sorprenderás con cubiertos de huesos que pinchan láminas de cordero; al minuto siguiente, estarás bailando con personajes sacados de la ficción en el superconcurrido Soho, distrito que muchas ciudades en el mundo han querido imitar. Londres es la capital de la quietud y también del exceso. Del humor negro y del mutismo. Según el último ránking mundial de National Geographic, ocupa el puesto diez en visitas con 39 millones de turistas al año. A esa cifra nos sumamos también los peruanos con el primer vuelo directo a esta maravillosa tierra.
Viaje al centro de la historia
Lleguemos a un acuerdo: un viaje siempre será un bálsamo. Para la memoria. Para el alma. Para la propia historia. Hoy ya no existe visa para los peruanos y Latam acaba de inaugurar un vuelo que nos traslada a la capital británica en doce horas, hasta el aeropuerto de Heathrow, que es uno de los más congestionados en el mundo. Dicho aeropuerto tiene una peculiaridad: las aerolíneas pueden pasar décadas intentando aterrizar ahí con vuelos directos. En la puerta del avión en el vuelo inaugural —al cual asistimos— está Manuel van Oordt, el CEO de Latam Perú, quien no puede ocultar su emoción. Esperaron quince años para tener la luz verde en la ruta y este primer viaje es más que histórico: es un premio a la perseverancia. A unos metros, Mario Ruiz de Somocurcio, el capitán del vuelo, está más feliz que nunca. Cuenta que es la primera vez que una tripulación peruana aterrizará en la capital británica. El embajador británico Gavin Cook también ha llegado al aeropuerto para despedir personalmente a todos los pasajeros. Allá vamos todos: abrigados y con la curiosidad en la maleta.

Londres está en nuestro imaginario más de lo que somos conscientes. ¿No me crees? Saquemos cuentas. Si piensas en literatura clásica, llegas a Shakespeare y a Dickens y allí están los recorridos londinenses para los amantes de la célebre dramaturgia inglesa. “Todo el mundo es un escenario”, estuvo bordado en la bandera del teatro Globe fundado por el mismo Shakespeare y no le falta razón. Visitar el Globe es imprescindible si amas el teatro (aquí se escuchó “Hamlet” por primera vez, por nombrar un ejemplo). ‘To be or not to be, that is the question’.

Si has sucumbido ante la magia de Harry Potter, también puedes soñar que tienes tu escoba y puedes desaparecer en la estación de un tren. De hecho, puedes visitar el andén 9¾ en la estación de King’s Cross que ha sido crucial en la vida de Potter. Un tour a pie te llevará a seguir los pasos de grandes brujas y magos. Eso sí, camina con recelo.

Si has leído algo de historia universal, es imposible no repasar al Imperio británico una vez que llegas al palacio de Buckingham (residencia real gracias a la reina Victoria) o al castillo de Windsor, donde todo es un relato del poder y la gloria. La Corona ha desterrado a Harry —el hijo menor del rey Carlos III— de cualquier ‘souvenir’, pero sigue siendo parte de la tertulia. He preguntado a varios ingleses qué piensan y todos lo quieren a un océano de distancia. Molestos porque los trapos se lavan en casa, el disgusto ante Meghan Markle resulta evidente.

Pero no todo es realeza por aquí. También hay espacio para los símbolos políticos sin sangre azul. Sir Winston Churchill está omnipresente en calles, bares y curiosidades, hasta parece un rey. El recorrido a pie en su honor te lleva por las calles de Piccadilly, St James y Westminster. Los cuartos de guerra y los búnkeres subterráneos te trasladan a la Segunda Guerra Mundial y al significado del esfuerzo con sangre, sudor y lágrimas. Eso sí, lleva una bolsa para guardar los desperdicios mientras caminas por Londres porque no hay basureros en cada esquina. La comuna prefiere evitar atentados así que prácticamente los han desaparecido. No pasa lo mismo con los famosos teléfonos rojos que hoy solo sirven para los borrachos urgidos de un baño y, por supuesto, para las fotos de turistas. En los pasadizos del hotel Hyatt Regency London - The Churchill hay ilustraciones de todo tipo para el popular primer ministro. En el bar también hay cócteles en su honor, con gin y con whisky, como debe ser.

Ahora bien, si te gusta la música no podrás negar que a partir de los años sesenta los ingleses cambiaron las reglas del juego, incluso la manera de bailar. Los Beatles, los Rolling Stones, Queen, Pink Floyd, Bowie, The Smiths, Led Zeppelin, The Who y siguen bandas hasta hoy con Adele, la diosa. En Londres puedes satisfacer tu espíritu musical en demasía. Desde orquestas sinfónicas hasta bandas de rock. Si alguna vez aterrizas por la capital inglesa, presta mucha atención a los conciertos. En este viaje tuve la suerte de jugar con mi cerebro: asistí al concierto virtual de Abba Voyage donde los famosos suecos se convierten en avatares que cantan “Dancing Queen” ante un auditorio que no deja de bailar. Todos sabemos que no son ellos, que los cuatro suecos hace rato pasaron la base siete y nunca más subieron a un escenario desde 1982, pero a nadie le importa. Con un juego de luces diseñado para el asombro y una inteligencia artificial que supera las expectativas terminamos siendo “Reinas del baile” a los 17 años, como dice la famosa canción.

Literatura, historia, música, gastronomía. En la capital inglesa puedes cerrar los ojos y pedir el tour privado que quieras y el tipo de té que más desees. Tú decides. Puedes escoger los tours clásicos de turistas, o dejar que la curiosidad te guíe para encontrar rincones ocultos. Hice lo segundo y encontré lo que buscaba.
Un paseo por Savile row
Cuenta la historia que la última actuación en directo que hicieron Los Beatles fue en el número 3 de Savile Row. En la oficina de Apple que la banda fundó en 1968. Pero no he buscado esta calle por la banda inglesa (con su icónica fotografía en Abbey Road), sino por la reputación de sus sastres, que pueden demorar 50 horas en hacer un terno a la medida. En el número 15 de Savile Row está Henry Poole & Co., que se enorgullece de haber vestido a reyes y emperadores, pero también de haber inventado el “tuxedo”, “dinner jacket” o esmoquin (como quieras llamarlo). Ingresar al santuario del corte inglés es un verdadero lujo. Establecida desde 1846 como una célebre sastrería, fue la primera en instalarse en esta calle, donde la exquisitez siempre requiere de una cita previa.
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Puedes sentirte como un lord, un rock star o un miembro de la familia real; pero en tu billetera debes tener más de 5 mil euros, que es donde comienza el trato para cualquier terno básico. Joe Bretagne, el gerente de ventas de esta especie de museo, me ayuda a traspasar el salón oficial de Henry Poole y descendemos juntos al sótano donde se encuentran más de veinte sastres. “Cortando y cosiendo como manda la tradición desde hace 300 años y orgullosos de usar la mejor lana, lino o algodón”, me explica el ejecutivo inglés con su impecable terno azul oscuro. Aquí se han vestido Churchill y Dickens, el rey Eduardo VII y hasta el almirante Nelson antes de Trafalgar. También Napoléon III. Con la garantía real desde la poderosa Victoria, voy entendiendo por qué Londres es tan especial y disparador de los sentidos. En Henry Poole & Co. entiendo lo que significa paciencia, dedicación y ganas de atender.

Cuando abro la vieja puerta de salida de este famoso recinto, el viento ya no me enfría. En una hora partiré a Alemania al encuentro de mi hermana mayor y mis sobrinos, pero ya entendí por qué quería venir tanto a Londres. He buscado a la princesa Diana en Harrods; he querido navegar en el Támesis, protagonista de tantas aventuras bélicas y mágicas; he querido tomar un té inglés a las 5 en punto; y he entendido por qué los taxistas son los más educados del mundo (solidarios siempre, tienen libre el espacio para los que vayan en silla de ruedas y eso no es casualidad). Cuando me alejo de las calles y sus luces navideñas que solo anuncian el mejor tiempo, entiendo que Londres es nuestra memoria en mil sentidos y por eso es un imán. Me alejo y solo me pone triste no haber visitado los puntos icónicos de Sherlock Holmes y James Bond. No pude ir a los jardines de Kensington donde está Peter Pan en estatua, ni tampoco pude llegar a la librería de Nothing Hill que me dicen ya no existe. No importa, me he prometido regresar. La próxima vez le dejaré flores a Freddy Mercury en su propia casa. //
Inaugurado el 10 de enero de 1863, el metro de Londres es considerado el más antiguo del mundo. Hoy posee 11 líneas, más de 382 estaciones y 402 kilómetros de vías de tren.
Tras el éxito de “Harry Potter” se han creado diversos tours para seguir los pasos del mago y de los brujos. El Harry Potter Studio Tour en los estudios Warner Bros. de Londres es el punto que ningún fan y amante del cine deben perderse.
En Londres tienes que caminar. No puedes dejar de recorrer Regent y Oxford Street, lo mismo que los barrios de Soho, Mayfair, Marylebone y Fitzrovia y por supuesto Piccadilly Circus. Si te gusta ir de compras, prepárate para reventar la tarjeta.
No te puedes olvidar de llevar un paraguas y ropa para la lluvia: en la capital británica llueve, en promedio, 106 días cada año. Viniendo de Lima, la humedad no será un problema.
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