La mañana del 11 de abril de 1980 pintaba tranquila en la base FAP de La Joya, en Arequipa. El cielo estaba despejado, el personal empezaba sus tareas. Todo estaba en su lugar, salvo ese objeto que flotaba a 600 metros al final de la pista de aterrizaje. Cualquiera que mirara al cielo lo podía ver. Al tratarse de una zona militar, el protocolo ordenaba el derribo inmediato del posible globo espía, y el asignado para esa misión fue el entonces teniente FAP Óscar Santa María Huertas. Era el más joven de los pilotos de com- bate, pero con amplia experiencia. Su código o indicativo era “Cianuro”.
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