Cuenta la leyenda que el ópalo fue un regalo de la Pachamama a la humanidad, consiguiendo reflejar la esencia de los paisajes montañosos y las aguas turquesas de sus lagunas en esta piedra preciosa. Y basta con solo una mirada a una joya que tenga a la “esmeralda peruana” como protagonista para entender por qué en el Antiguo Perú era más apreciada que el oro u otras piedras preciosas.
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“Intentando reflejar esa importancia que tuvo en la cosmovisión andina diseñé este anillo donde está representada la cordillera y tiene como protagonista al ópalo andino, una piedra de la que debemos estar muy orgullosos y con la que quiero demostrarle a los peruanos que creer que tenemos piedras ‘semipreciosas’ es un error”, explica Valery Lisboa, dueña de Imelda de Val y gemóloga que se ha propuesto revalorar al ópalo andino y demostrar que la joyería también puede tener un impacto social.
Valery es una emprendedora innata. Muestra de ello es que con apenas 7 años, cuando estudiaba en su natal Chiclayo, ya vendía pulseras que su abuela, doña Imelda Seclen, le enseñó a hacer con pepitas de guaba (también conocida como pacay). “Recuerdo que las vendía a 10 céntimos y me alcanzaba para comprarme como cuatro caramelos de limón”, ríe sentada frente al cartel de su joyería, con cuyo nombre honra la memoria de aquella primera mentora.
Durante su infancia Valery mantuvo aquel espíritu emprendedor, el cuál compaginó con su otra pasión: el canto. “A los 12 años quedé en segundo lugar de un concurso de canto en el que participaron todas las regiones del norte. Los temas que elegí fueron ‘Llora guitarra’ y ‘Callejón de un solo caño’, así que con eso también te puedes dar cuenta que desde pequeña tengo mucho amor por el Perú”, señala.
A los 17 años, sin embargo, su vida daría un giro que terminaría siendo trascendental para su formación. Decidió mudarse a Lima con la intención de perseguir su sueño de convertirse en cantante y también con la necesidad de dejar atrás el hogar familiar.
Uno de sus tíos que vivía en el Cercado de Lima la recibió y la joven tuvo que empezar de cero. “Yo la he sufrido, como cualquier joven que viene a Lima desde provincia y no tiene absolutamente nada. Mi papá me dijo que no me enviaría dinero y mi mamá no tenía cómo porque dependía de él. Entonces me tocó aplicar mis 10 años de experiencia como emprendedora y buscar en qué trabajar”, recuerda.
Así surgió la oportunidad de vender biblias empastadas en pan de oro afuera de un supermercado. El carisma y la determinación de Valery le sirvieron para vender varios ejemplares y si bien eso no trajo consigo ninguna mejora económica le recordó de qué era capaz. Así que cuando encontró la oportunidad de entrar a trabajar a un banco no dudo ni un segundo y convenció al entrevistador de que era la persona que necesitaban.
Dentro del banco, el inquieto espíritu de emprendedora de Valery se volvió a activar y cuando se dio cuenta ya estaba ofertando joyas a sus colegas. “Mi mami fue quien me dio la idea inspirada en una tía que vivía en Suiza y llevaba joyas de plata peruana para venderlas allá. Nos metimos a conocer ese mundo y para mí, fue amor a primera vista”, asegura.
Con esta decisión, los ingredientes comenzaron a fundirse en el interior de Valery. Cual piedra preciosa, la presión de la vida había terminado forjando a una emprendedora amante del arte y sin miedo a los retos.
Producto de ello, en el 2007 terminaría naciendo Imelda de Val. Desde su joyería, Valery asegura que no solo busca demostrar que las piezas peruanas cumplen con los más altos estándares internacionales sino que además tanto el oro como las piedras que las componen guardan una historia y un propósito detrás.
- La esmeralda peruana -
“Al ópalo andino lo conocí junto al resto de piedras preciosas peruanas, pero fue recién hace unos años que descubrí que solo nacía en el Perú en su mejor calidad. Es una piedra exclusiva del Perú. Si me pides compararla con otra piedra preciosa la que más se le asemeja es la esmeralda, por su belleza y su dificultad para encontrar. Pero justamente por eso todo lo que se producía se iba al extranjero, los compran clientes chinos o indios y terminan vendiendo piezas de 20 mil o 25 mil dólares”, explica Valery.
“En nuestro caso, la pieza más exclusiva de nuestra colección llamada Lujo Sagrado cuesta 7 mil dólares, pero se debe a que no habrá otra pieza igual, por las mismas características de la piedra que lleva. Sin embargo, hay opciones diversas y más económicas porque justamente la tendencia es que el consumidor peruano encuentre productos de su propio país. No olvidemos que históricamente somos un país orfebre”, agrega.
En efecto, desde la época prehispánica, en nuestro territorio las piedras preciosas jugaban distintos roles. El antropólogo y docente de la Universidad de Lima, Randy Leon, explica a El Comercio que estas cumplían funciones que iban desde la religiosa o ritual hasta ornamentales e incluso económicos.
“Las diferentes sociedades prehispánicas valoraban de manera diferente a las piedras preciosas. O, incluso, valoraban a algunos minerales que no cumplían con ninguno de estos atributos. El ópalo andino se vinculaba como una suerte de regalo de la Pachamama, representando esa conexión espiritual con la naturaleza. En otras sociedades, como la Chimú o Mochica, les atribuían significados diferentes a otras piedras, como la turquesa, que representaba protección y estatus en la persona que lo portaba. La obsidiana, que no es una piedra preciosa sino volcánica, se usaba con fines rituales, según se descubrió durante las excavaciones en la Huaca del Sol y la Luna, y otras varias”, agrega el académico.
Leon, además, confía en que programas como el aplicado por el Banco Interamericano de Desarrollo en la Ruta Moche podrían replicarse en torno al ópalo andino “donde se conozca no solo de dónde y cómo se extrae, sino qué simboliza, que se haga una aproximación a la cosmovisión andina, vinculándolo a las comunidades como portadores de la cultura viva”.
Sumado a ello, Valery viene impulsando la denominada joyería sostenible, en la que destaca sobre todo la trazabilidad de los productos que utiliza, asegurándose por ejemplo de que el oro que recibe viene de productores certificados de Madre de Dios, o que el ópalo andino es extraído por mineros artesanales formales de Caravelí; pero que además cuentan con un propósito más allá de su alto valor estético.
“He sido nombrada embajadora de Care Perú y hemos decidido desde acá destinar el 30% de las ganancias que obtengamos por la venta de joyas hechas con ópalo andino para apoyar a los programas de empoderamiento a niñas y mujeres”, agrega.
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