En 1796 el médico británico Edward Jenner desarrolló la primera vacuna contra una enfermedad de origen viral: la viruela. Sin embargo, se tardaría un siglo más en descubrir lo que es un virus.
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Ni Jenner ni otros famosos inmunólogos del siglo XIX, como Louis Pasteur, sabían contra qué patógenos combatían sus vacunas.
Hasta ese momento, los agentes infecciosos más conocidos eran las bacterias, los organismos más pequeños descubiertos hasta entonces.
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Pasteur, quien en 1885 desarrolló la vacuna contra la rabia, nunca pudo identificar qué causaba la enfermedad, pero creía que se trataba de un patógeno más pequeño que las bacterias y que por eso no podía ser detectado por un microscopio.
Fue el asistente de Pasteur, Charles Chamberland, quien aportó la pieza clave que llevaría al descubrimiento del primer virus.
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Chamberland inventó un filtro, que lleva su nombre, que permite remover bacterias.
El filtro de porcelana tiene poros más pequeños que las bacterias, lo que permite separarlas.
El bacteriólogo francés creó ese aparato con la intención de producir agua libre de bacterias para usar en sus experimentos con Pasteur.
Pero un científico ruso le dio otro uso, abriendo las puertas al descubrimiento de los virus.
Enfermedad del tabaco
Dmitri Ivanovsky era un microbiólogo y botánico ruso.
Unos años después de que Chamberland creara su filtro, comenzó a investigar una enfermedad que afectaba a la planta del tabaco, extendiéndose con rapidez y produciendo graves pérdidas económicas.
El mal había sido identificado unos años antes en Países Bajos, donde se le apodó mosaico del tabaco, ya que producía unas manchas en las hojas que le daban ese aspecto.
El científico alemán que identificó la enfermedad, Adolf Mayer, demostró que era infecciosa y, aunque no pudo aislar el patógeno, estaba convencido de que se trataba de una bacteria.
Pero Ivanovsky logró demostrar que no se trataba de un agente infeccioso conocido.
En 1892 molió hojas extraídas de una planta infectada y pasó el cultivo por el filtro de Chamberland.
Su experimento mostró que la planta seguía infectada. De esta forma, logró comprobar que el agente infeccioso no era una bacteria, al menos no una tradicional.
“Virus”
Si bien Ivanovsky tampoco pudo identificar qué causaba la enfermedad del mosaico del tabaco -su principal teoría era que podía tratarse de una toxina producida por una bacteria- sí aportó un dato clave.
Logró determinar que se trataba de un agente filtrable, dando origen a una nueva categoría de patógenos.
Fue su par neerlandés, el botánico y microbiólogo Martinus Willem Beijerinck, quien logró avanzar aún más con el estudio de este nuevo agente infeccioso.
Además de describir algunas de sus propiedades, a Beijerinck se le atribuye haber bautizado a este patógeno como un “virus”, palabra derivada de un término latín que significa “líquido viscoso” o “veneno”, aunque algunas versiones señalan que fue Ivanovsky quien primero usó el término.
En 1898, en su laboratorio en Delft, Beijerinck replicó el trabajo de Ivanovsky, volviendo a demostrar que la planta de tabaco infectada con la enfermedad del mosaico seguía siendo contagiosa tras ser filtrada.
El científico también mostró que la infección podía transferirse a otras plantas de forma serial, revelando que el patógeno en cuestión se autoreplicaba y, por ende, no se trataba de una toxina química, como especulaba Ivanovsky.
Además, comprobó que el agente causal podía difundirse a través de varios milímetros de gel.
Concluyó que se trataba de un patógeno líquido, al que llamó un contagium vivum fluidum (germen viviente soluble), descartando que fuera un contagium fixum (germen fijo o sólido), como son las bacterias.
Beijerinck describió al virus como un líquido vivo que contenía una entidad disuelta, no particular y no corpuscular.
A pesar de que las investigaciones de Ivanovsky y Beijerinck contenían conclusiones erróneas -años más tarde se descartaría la naturaleza líquida de los virus y también que estuvieran vivos- dieron pie a una nueva rama de la ciencia: la virología.
Plantas, animales y humanos
El virus del mosaico del tabaco (también conocido como TMV por sus siglas en inglés) fue el primer virus identificado en la historia, y siguió jugando un papel clave en el desarrollo de la virología.
Tras la identificación de ese primer virus en una planta, empezaron a descubrirse otros en animales y humanos.
En 1898, el mismo año en que Beijerinck publicó sus hallazgos, dos colegas alemanes, Friedrich Loeffler y Paul Frosch, utilizaron el filtro de Chamberland para investigar el patógeno que causaba la fiebre aftosa del ganado.
Así, lograron determinar que la enfermedad era causada por un agente filtrable, como se llamaba en ese momento a los virus.
El primer virus humano hallado fue el de la fiebre amarilla, en Cuba, en 1901.
Luego de que el médico cubano Carlos Finlay descubriera que el vector de la enfermedad era el mosquito, una comisión especial creada por el Ejército de Estados Unidos (que ocupó Cuba hasta 1902), logró determinar que el origen del mal era un “agente filtrable”.
Fue la invención del microscopio electrónico, en 1931, lo que permitió finalmente a los científicos poder ver a los virus y comenzar a entender sus complejas estructuras.
En 1935, el bioquímico y virólogo estadounidense Wendell Meredith Stanley fue el primero en cristalizar un virus -el TMV-, demostrando que permanecen activos e infecciosos luego de la cristalización.
El experimento de Stanley también reveló que los virus no eran líquidos sino partículas sólidas.
Y descubrió que están hechos en su mayoría de proteínas.
Sus hallazgos lo llevaron a recibir el Premio Nobel de Química en 1946, que compartió con otros dos científicos que trabajaron con la cristalización.
En la década de 1950 se descubrió que además de proteínas, los virus están compuestos por ácidos nucleicos (ADN o ARN), que actúan como material hereditario.
De la fiebre amarilla al covid
En los últimos 120 años se han descubierto más de 200 virus que afectan a los humanos.
Se estima que entre tres y cuatro especies nuevas son descubiertas cada año.
Algunos, como la viruela, la influenza y el VIH/SIDA, han matado a millones de personas.
Aún resta determinar cuántas personas perderán la vida a causa del SARS-CoV-2, el tipo de coronavirus que está causando la pandemia del covid-19, y que ya ha provocado casi 2 millones de muertes en todo el mundo.
Sin embargo, los virólogos han descubierto que son apenas un pequeño puñado los virus que nos dañan, del quintillón (un 1 seguido de 30 ceros) que existen en la Tierra.
La mayoría de los virus son inocuos. Algunos son beneficiosos, e incluso hay otros que son indispensables para algunas especies.
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