Perder la facultad de oler y degustar son dos síntomas asociados a la COVID-19.
Mientras muchos han recuperado sus sentidos, otros sufren un fenómeno llamado parosmia en el que tienen los sabores y olores distorsionados.
Para Kate McHenry, el agua de la pila deja un hedor horrible. Eso, junto a otro desagradable olor que destila al ducharse, significa que incluso el aseo se ha convertido en algo que debe enfrentar.
“Mi champú favorito tiene ahora el olor más asqueroso del mundo”, dijo McHenry.
Tras caer levemente enferma en marzo, esta inglesa de 37 años fue incapaz de oler algo durante cuatro semanas. Su sentido regresó poco a poco, pero a mediados de junio las cosas “empezaron a oler muy raras” y fueron reemplazadas por un “hedor químico horrible”.
Este hecho ha cambiado la vida de McHenry. Ha perdido peso, tiene ansiedad y añora el placer de comer, beber y socializar. Su problema es tan fuerte que este hedor le desborda incluso en lugares donde simplemente se cocina comida.
Le aterra pensar que ha perdido el sentido de olfato para siempre.
“Me encanta las buenas comidas, salir a restaurantes y beber con amigos, pero todo eso se ha ido. La carne me sabe a gasolina y el prosecco a manzana podrida. Si mi novio Craig se come un curry el olor es horrible. Le sale de sus poros y es difícil estar cerca de él”.
“Me entristezco cuando cocino en las tardes. Craig me pregunta qué quiero comer y me siento mal porque no hay nada que me apetezca. Sé que todo tendrá un sabor horrendo. Me asusta quedarme así para siempre”.
Las personas con COVID-19 pueden perder su sentido del olfato porque el virus daña los nervios terminales de sus narices.
La parosmia puede producirse cuando esos nervios se regeneran y el cerebro es incapaz de identificar debidamente el olor real de algo.
Esta condición está habitualmente vinculada a los resfriados comunes, la sinusitis y las lesiones en la cabeza. Los que los sufren describen oler a quemado, humo de cigarro o carne podrida. En algunos casos el olor es tan fuerte que induce al vómito.
Aunque los profesionales reconocen que la parosmia es un signo de recuperación del olfato, para algunas personas puede tardar años en pasar.
Lavarse los dientes con sal
Para Pasquale Hester, también de Inglaterra, la pasta de dientes es uno de sus peores enemigos.
El gusto químico que desprende le produce tantas arcadas que ha empezado a lavarse los dientes con sal, que sabe normal para ella.
Como muchos otros afectados por coronavirus, pasaron semanas hasta que mejoró su sentido del olfato. Pero entonces comió curry por su cumpleaños en junio y se dio cuenta de lo distorsionado que estaba su gusto.
“Escupí la comida porque sabía a pintura. Algunas cosas se toleran mejor. El café, el ajo y la cebolla son lo peor. Puedo comer judías verdes y queso. Lo que me está pasando me afecta. No se lo desearía ni al peor enemigo”, dice Hester.
Brooke Jones empezó con síntomas en abril y dio positivo por COVID-19 una semana más tarde. Describe casi todo lo que huele como “carne podrida con algo sacado de una granja”.
Esta estudiante de 20 años hizo una lista de comida que puede tolerar: gofres tostados, pepino y tomate. Lo demás le disgusta.
“Trato de imaginarme el sabor de las cosas. Si como comida china, incluso si no sabe tan bien, me convenzo de que en realidad no está tan mal”.
Impacto psicológico
Se desconoce el número de infectados por covid que han tenido parosmia, pero se estima que cientos de miles han perdido el olfato o gusto de forma temporal.
La profesora Claire Hopkis, presidenta de la Sociedad Rinológica Británica, advierte que hay una “creencia incorrecta generalizada” de que la pérdida de olfato por el virus es a corto plazo”.
“Sí, hay una gran probabilidad de recuperación, pero también muchas personas que perderán este sentido por un período largo de tiempo y ese impacto se está infravalorando”, agrega la especialista.
El olfato juega un rol importante en la memoria, el estado de ánimo y las emociones. Aquellos que sufren alguna disfunción se sienten recluidos.
“Cuando intento explicarlo, algunos piensan que es gracioso. Sé que las secuelas del coronavirus pudieron ser mucho peores, pero me afecta y asusta que nadie es capaz de confirmar si mejorará”, confiesa Jones.
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